Sombras del Pasado

El corazón de Aurora se congeló mientras miraba a la criatura que llevaba el rostro de su madre. Sus piernas temblaron, pero se obligó a mantenerse erguida.

—No eres mi madre —gruñó, apretando el Colmillo con más fuerza. El resplandor plata-dorado surgió a través de sus venas—. Mi madre murió protegiéndome.

La cosa sonrió con los labios de Selene.

—¿Lo hice? ¿O solo querían que creyeras eso?

Elías dio un paso al frente, su mano encontrando la de Aurora. A través de su vínculo, ella sintió su fuerza fluyendo hacia ella.

—¿Qué quieres? —exigió.

—Advertirte —dijo la criatura, dando un paso más cerca. La manada se tensó, lista para atacar—. Los que vienen por ti no son lo que crees que son.

—¿Y qué son? —preguntó Dante, con los ojos entrecerrados.

—Los Antiguos. Los primeros lobos. —Los ojos de la criatura brillaron más verdes—. Tu abuela lo sabía, Dante. Ella los ayudó.

Dante se lanzó hacia adelante, pero Aurora lo detuvo por el brazo.