La montaña se alzaba ante ellos como un gigante dormido mientras la primera luz del amanecer pintaba el cielo de rosa. Aurora sujetaba el Colmillo con fuerza, su resplandor proyectaba patrones de plata y oro en su piel. La luna del lobo se alzaría esta noche.
—Esto es todo —susurró a Elías—. La entrada a las cuevas debe estar en el lado norte.
Elías asintió, sus ojos escudriñando el terreno rocoso. A través de su vínculo, Aurora sentía su mente trabajar, calcular. Su valiente Alfa, siempre el estratega.
—Llevaré a veinte luchadores a través de la cueva principal —dijo a la manada reunida—. Dante liderará a diez más por el pasaje oriental con las piedras de rastreo.
Dante dio un paso adelante, el diario guardado de manera segura en su chaqueta. El símbolo en su pecho latía débilmente. —Recuerden, necesitamos llegar a la cámara central antes de que salga la luna. Si los Antiguos rompen