El amanecer rompió sobre la ladera arruinada, pintando el cielo de un rojo sangre. Aurora no se había movido del montón de rocas que había tragado a Eli. Sus dedos estaban en carne viva de tanto cavar, su ropa desgarrada y sucia.
—Aurora —dijo Markus suavemente, colocando una mano en su hombro—. Necesitamos llevar a los heridos de regreso a la manada.
Ella se quitó su toque.
—Está vivo. Lo sé.
Tina estaba cerca, el Colmillo de Lobo aún palpitando en sus manos.
—El artefacto está respondiendo a algo —insistió—. Puedo sentirlo.
El líder Antiguo los miró con ojos antiguos y tristes.
—Incluso si él vive, el derrumbe ha creado toneladas de roca entre nosotros y él. Nos llevaría días cavar y la montaña es inestable.
Aurora se volvió hacia el enorme lobo.
—Entonces, ¿qué sugieres? ¿Que deje a mi compañero enterrado vivo?
—Sugiero —dijo el Antiguo con calma— que usemos poder en vez de fuerza.
El lobo avanzó con sus enormes patas dejando huellas extrañas y brillantes en el suelo.