Archi caminaba por los pasillos, el ceño fruncido en señal de molestia.
—Solo espero no arrancarle la cabeza así sin más —murmuró.
Estaba tan enfocado en sus pensamientos que no vio a la otra persona que venía en su dirección. Chocó con la persona, lo que hizo volar su bolsa a través de la habitación.
—¡Ugh! ¿No ves por dónde vas...? —se detuvo, y su corazón dio un salto. Un dulce olor flotaba por sus fosas nasales, y al instante la ira en su corazón se disipó.
Levantó la cabeza rápidamente para mirar al lobo frente a él. Era de estatura pequeña, tenía ojos color avellana, una nariz puntiaguda y labios rosados y carnosos. Su cabello castaño caía por su espalda y hombros, dándole a su rostro ovalado un aspecto misterioso y muy bonito. ¡Ella era la única, ella era su compañera!
Ella solo se quedaba ahí parada mirándolo con ojos muy abiertos que claramente mostraban admiración.
—Me encanta este olor... tu olor.