Querida Aria

Archi caminaba aprisa oculto bajo las sombras intentando llegar a los cuartos de guardia.

—Qué fastidio tener que hacer esto todas las noches solo porque alguien no hizo las cosas bien hace veinte años —rodó los ojos.

Tenía que caminar hasta el fondo del palacio para evitar a los guardias que estaban de servicio esa noche en la entrada principal del palacio.

—Ugh —gruñó, cuando sintió que su pie derecho golpeaba una piedra—. ¡Maldición! —Apretó la mandíbula.

Se agachó para mirar la herida —Esto no es lo que debería estar pasándome en este momento —se la limpió despreocupadamente con un movimiento de su pulgar.

—¡Tanto lío solo por intentar llegar a los cuartos de guardia en paz! —Casi grita, pero se recordó a sí mismo que ya era de noche.

Se obligó a levantarse, luego se empujó a sí mismo para seguir caminando.

Llegó por fin al fondo del palacio, ahora solo tenía que asegurarse de pasar discretamente por los pocos guardias que estarían vigilando en la puerta trasera.