Tu rostro es una sombra sin forma,
un lienzo donde la memoria no se atreve a pintar.
Te reconozco sin saber cómo,
un extraño rostro familiar en esta niebla.
Nuestras almas se rozan como hojas secas,
sin ruido, sin peso, solo un leve susurro,
y en ese roce, me pregunto,
si alguna vez fuiste más que un sueño.
Aquí, donde el tiempo se ha congelado,
y los nombres se han desvanecido en el viento,
nos encontramos, perdidos,
sin rostro, sin nombre, sin pasado.