Asfixia

No existía la más mínima necesidad de actuar con cautela. Los corredores laberínticos yacían desiertos, despojados de toda presencia humana, como si hubieran sido barridos por una fuerza invisible que dirigía la atención colectiva hacia el corazón palpitante de la arena principal.

La figura enigmática, cuyo rostro permanecía oculto tras su cubierta inexpresiva, se detuvo finalmente ante una puerta olvidada por el tiempo: la entrada a una antigua cámara de calibración arcana, un espacio que la mayoría de los habitantes de la academia consideraban inservible y desactivado desde hacía incontables décadas.

El ser enmascarado extendió una mano huesuda y pálida hacia la superficie polvorienta de la puerta. Su piel, tersa hasta ese momento, comenzó a agrietarse de manera lenta y ominosa, semejante a la obsidiana quebrándose bajo una presión inmensa, revelando destellos de una luz negruzca y viscosa que palpitaba en su interior como un corazón corrompido.

Aquel individuo no era sino una réplica, un simulacro. Pero no se trataba de una copia ordinaria; era un clon meticulosamente moldeado a partir de la esencia misma de Zephyr Blackthorn, imitando su forma y susurrando ecos de su poder, aunque su semblante permaneciera oculto tras la careta.

Tras la cubierta inescrutable, sus labios finos y pálidos se movieron apenas, articulando palabras que parecían resonar con una frialdad ancestral:

—Las palabras han sido pronunciadas en el viento. El abismo ahora se encuentra descorriendo sus fauces.

Con un movimiento pausado, la mano cubierta tocó el centro de un emblema intrincadamente tallado en la superficie de la piedra.

Una energía invisible, como un pulso silencioso y espectral, se expandió en el entorno inmediato, propagándose como una onda de choque muda que recorrió los cimientos profundos del coliseo, vibrando a través de la estructura milenaria. Nadie en la superficie escuchó aquel impacto energético.

Nadie presenció su propagación. Sin embargo, todos, sin comprender la causa, lo sintieron como un escalofrío fugaz que erizó sus pieles.

En la arena, donde la batalla campal había alcanzado su punto álgido, los combatientes se detuvieron abruptamente, aunque solo por una fracción de segundo. Un temblor sutil, casi imperceptible pero imposible de ignorar por completo, recorrió sus espaldas como el presagio de un evento inminente.

Kael, con el ceño fruncido por la confusión, interrogó a su oponente:

—¿Sentiste eso? ¿Qué demonios fue?

—Algo... algo perturbó la armonía del flujo energético —respondió Lyra, retrocediendo un paso con una cautela instintiva, sus sentidos alerta ante la anomalía.

Vahn desvió su mirada hacia el cielo, su rostro reflejando un desconcierto palpable ante la extraña sensación que lo había invadido. Jake, por su parte, experimentó un estremecimiento helado que recorrió su columna vertebral como una descarga eléctrica. Sus sentidos, normalmente agudos y afinados a las energías estelares, se nublaron repentinamente, perdiendo cerca de un tercio de su percepción, como si su conexión vital con la energía cósmica hubiera sido parcialmente estrangulada por una fuerza invisible.

No obstante, algo profundo dentro de él —una herencia ancestral, un legado dormido en su sangre— impidió que aquel sello misterioso lo doblegara por completo.

Sangre Aetheriana. Yacente, latente durante generaciones... y ahora, despertando y ofreciendo resistencia.

Mientras tanto, en una cámara subterránea sellada herméticamente, Raven temblaba incontrolablemente, arrodillado sobre un suelo frío y húmedo que parecía palpitar con una vida oscura y subterránea bajo sus manos. Una cadena siniestra, forjada con filamentos de energía corrompida y sombras solidificadas, le rodeaba el cuello como un lazo opresivo. No era meramente un instrumento de tortura física; era un recordatorio constante de su servidumbre y su destino.

Frente a él, erguido e inmóvil como una estatua de cera negra cuya apariencia oculta tras la máscara no revelaba emoción alguna, el clon de Zephyr observaba su sufrimiento con una impasibilidad escalofriante.

—Todo está dispuesto —murmuró la voz serena que emanaba tras la careta, desprovista de cualquier rastro de agitación—. Uno de mis duplicados se encontraba infiltrado entre el jurado. En el momento en que salgas del coliseo, deberás actuar sin dudar. Las semifinales ya han dado inicio... no habrá más oportunidades para interferencias o vacilaciones.

Raven jadeaba con dificultad, su respiración entrecortada por la angustia y la opresión que emanaba del entorno. El suelo bajo sus rodillas continuaba vibrando con una frecuencia perturbadora.

—¿Y si... acaso algo sale mal? ¿Y si...?

—No posees alternativa alguna en esta ecuación. Sin embargo, si necesitas una justificación para tus acciones, toma esta: he disipado uno de mis clones en las cercanías. Aparentemente, una muchacha escurridiza logró seguirle el rastro. Debes hacer tu aparición antes de que ella llegue al coliseo, ya que el sello impuesto no tuvo efecto alguno en su ser. Utiliza el caos resultante como tu principal aliado.

Raven inclinó la cabeza en señal de sumisión, tragando saliva con dificultad ante el nudo de terror que se formaba en su garganta. No existía pacto alguno entre ellos. No había trato ni negociación posible. Solo una obediencia ciega y absoluta. Nadie vendría en su rescate.

Y él... en lo más profundo de su ser, ya no albergaba el deseo de salvarse a sí mismo. Su espíritu se había doblegado bajo el peso de la desesperación.

El simulacro desapareció sin emitir el más mínimo sonido, desvaneciéndose en el aire denso como una voluta de humo seco arrastrada por una brisa invisible.

Una grieta oscura, un portal de sombras viscosas, se abrió súbitamente bajo los pies de Raven, engulléndolo en su oscuridad insondable.

Arriba, en la arena principal del coliseo, el espacio mismo pareció fracturarse y recomponerse en un instante. El aire vibró con una frecuencia antinatural, imposible de percibir conscientemente pero que erizó los vellos de la nuca de todos los presentes. Los combatientes y el público congregado parpadearon al unísono, desconcertados por la repentina anomalía. Una presencia brutal, fría y opresiva, les cortó la respiración, llenando el ambiente con una sensación de peligro inminente.

Y entonces, Raven apareció en medio de la arena, surgiendo de la nada como una aparición espectral. Estaba de pie, tambaleándose ligeramente, con la mirada perdida en un vacío interior y la expresión de su rostro sellada por el horror petrificante de lo que había presenciado, oculto tras una máscara con patrones anaranjados que simulaban grietas que emitían una luz extraña.

En sus brazos inertes, sostenía el cuerpo exánime de Lucian.

No un amigo cercano.

No un hermano de armas.

Solo otro estudiante más, un rostro anónimo entre la multitud. Un mero instrumento, un mensaje macabro entregado en silencio.

Lyra giró bruscamente sobre sus talones, olvidando por completo la presencia de Kael y la intensidad de su combate.

—¡¿Qué... qué demonios está sucediendo?!

Kael retrocedió instintivamente, su mano buscando el mango de su arma ante la repentina y escalofriante intrusión.

Vahn sintió un sudor gélido descender lentamente por su nuca, helándole la piel y paralizando sus músculos por un instante.

Jake apretó los dientes con fuerza, tambaleándose ligeramente ante la oleada de malestar que lo invadió. El sello invisible aún tiraba de su esencia vital, intentando subyugarlo, pero la fuerza ancestral que corría por sus venas se resistía con tenacidad, impidiendo que lo doblegara por completo.

Un silencio sepulcral se abatió sobre el coliseo, sofocando los murmullos y la excitación previa en un vacío de incomprensión y terror. La demostración final había tomado un giro inesperado y siniestro.