Trastorno

La confianza de Raven Lockhart era una mortaja oscura que lo envolvía. En su mente, ya carcomida por la influencia de Zephyr Blackthorn, el profesor Lysander Aldrich era un despojo inerte. La quietud del erudito, con los ojos sellados sobre las frías losas de la plaza principal, confirmaba su macabra certeza. Los hilos invisibles de energía abisal, los mismos que habían desmembrado vidas en el Torneo Estelar, se deslizaron silentes desde sus dedos espectrales. Eran extensiones de una voluntad corrompida hasta la médula, hebras de la nada interestelar tejidas con una ponzoña visceral, buscando cercenar y subyugar.

El primer hilo se abalanzó como un látigo fantasmal hacia la yugular de Lysander, seguido por otros que buscaban sus muñecas y tobillos. La intención era despiadada: atrapar al profesor, retorcer sus miembros hasta la fractura expuesta, convertirlo en una marioneta quebrada a merced de su nuevo amo. La sonrisa helada de Raven se extendió, anticipando la mutilación inminente.

Pero en el último parpadeo de la existencia, antes de que el lazo invisible seccionara su tráquea, Lysander Aldrich se movió. No abrió los ojos, no emitió sonido. Fue un borrón en el espacio, una sustracción repentina de su presencia para reaparecer a un metro, apenas evitando el contacto letal. Los hilos de Raven azotaron el aire vacío, la energía abisal ondeando como espectros rabiosos por su presa esquiva.

Raven entrecerró los ojos, la petulancia de su rostro se agrietó por una sorpresa visceral. —¿Qué demonios…? Imposible…— masculló, su voz reverberando con la resonancia antinatural de la energía abisal.

Lysander permaneció estático, los párpados cerrados, su respiración casi imperceptible. No veía los hilos, pero los sentía: una punzada gélida en el ambiente, una distorsión nauseabunda en el flujo de la energía estelar circundante, como si una infestación helada intentara enredarlo hasta la asfixia. Su mente trabajaba con una frialdad clínica, diseccionando la naturaleza de esa amenaza invisible.

"Energía del abismo estelar… Aquel parásito enmascarado, Zephyr Blackthorn, es la matriz de esta corrupción," pensó Lysander, su seriedad habitual ahora tensa como acero templado por la gravedad de la situación. "Desde su sombraza llegada a la academia, presentí la fetidez de sus intenciones.

Demasiado oculto, un poder que rezumaba una oscuridad malsana… Estos hilos no son simples ataduras físicas, buscan violentar la propia psique…"

Raven, recuperando una máscara de control, lanzó otra descarga de hilos, más veloces y en una configuración intrincada, buscando inmovilizar a Lysander en una red espectral. El profesor bailó de nuevo, sus movimientos precisos y minimalistas, cada paso calibrado para mantenerse en el umbral del peligro. Era como si palpara la negrura del aire, anticipando la trayectoria de los ataques invisibles con una intuición casi profética.

—Eres una sabandija escurridiza, viejo —siseó Raven, su tono inyectado de una bilis creciente—. Pero la parca siempre alcanza. El poder de Zephyr es un abismo sin fondo.

Lysander finalmente abrió los ojos. Su mirada, profunda y sombría, se clavó en Raven. No había temor en ellos, solo una concentración implacable y una tristeza amarga por la profanación de su antiguo discípulo.

—Raven —articuló Lysander, su voz firme pero desprovista de cualquier reproche—. Este no es tu ser. La oscuridad te devora hasta los huesos.

—¿Yo? ¡Yo estoy ascendiendo! —escupió Raven con una carcajada demencial que resonó con ecos antinaturales en la plaza—. Ustedes se arrastraban en la ignorancia, encadenados a una existencia mediocre. Zephyr me ha mostrado la verdadera potencia, la que reside en el vacío gélido entre las estrellas.

Mientras las palabras flotaban en el aire contaminado, Lysander retrocedía con una agilidad sorprendente, impropia de su semblante tranquilo, sin ofrecer ningún contraataque. Su propósito era eludir, ganar tiempo.

"Debe sentir la punzada de la frustración. Su arrogancia inicial se desmorona," analizó Lysander con una frialdad cortante. "Desde que ese espectro llamado Zephyr se materializó, la atmósfera se vició. Su energía era viscosa, como una gangrena espiritual. Los ataques de Raven, aunque rápidos, revelan patrones una vez que se discierne la firma de la energía abisal… Debo conducirlo al coliseo. Jake necesita cada segundo."

Con un movimiento más brusco, Lysander giró sobre sus talones y se lanzó a través de la plaza principal hacia las ruinas esqueléticas del Coliseo de la Academia Altamira. Raven, consumido por la rabia ante la evasión constante, lo persiguió, los hilos oscuros azotando el aire a su alrededor como látigos de sombra sedientos de carne. Jake permaneció en la plaza principal, observando con creciente preocupación cómo la figura de su maestro y la de Raven se alejaban hacia el destrozado coliseo.

—¡Huye como un gusano, Aldrich! ¡Al final te ensartaré y pagarás con cada gota de tu miserable existencia!

La persecución los llevó a través de los jardines envueltos en la ilusión translúcida del Velo de la Llama Eterna. Desde el interior, la visión del exterior era una farsa energética, vehículos y transeúntes fantasmales repitiendo un ciclo sin sentido. Al alcanzar la entrada desmoronada del coliseo, Lysander se detuvo, su mirada recorriendo el interior devastado. Los asientos eran astillas punzantes, el suelo un cementerio de escombros y… cuerpos. Los restos de los combatientes del Torneo Estelar y los miembros del jurado yacían en contorsiones horribles, sus formas fracturadas, dobladas y retorcidas en ángulos imposibles, un testimonio mudo de la carnicería perpetrada por los hilos de Raven.

Una oleada helada recorrió la espina dorsal de Lysander, no por miedo, sino por la comprensión visceral de la abominación que representaba Raven bajo el control de ese ente llamado Zephyr. Nunca había presenciado tal profanación de la vida, tal desprecio absoluto por la fragilidad de la carne.

—Contempla tu obra, Aldrich —espetó Raven, levitando en el umbral, su voz henchida de un orgullo necrótico—. Esta es la impronta del poder verdadero. ¿Aún te aferras a tus patéticas doctrinas de armonía interior?

Lysander permaneció en silencio por un instante, su mirada fija en los restos mutilados, absorbiendo la magnitud de la atrocidad. Luego, sus ojos volvieron a Raven, la seriedad en ellos ahora cincelada en una determinación implacable.

—Esto no es poder, Raven —sentenció finalmente Lysander, su voz grave y cargada de una convicción sombría—. Esto es la obscenidad de la destrucción sin propósito. Y no permitiré que siembres más esta plaga.

Raven soltó una carcajada gutural, desprovista de toda humanidad.

—¿"No permitiré"? ¿Tú, un nerd anticuado de 29 años? No tienes la más remota idea del poder que fluye a través de mí ahora, el poder que Zephyr me ha legado.

El combate se reanudó con una violencia escalofriante dentro del coliseo. Raven atacó con una furia desatada, los hilos oscuros buscando seccionar a Lysander en el laberinto de ruinas.

Lysander se movía con una agilidad sorprendente, saltando sobre losas rotas, deslizándose entre pilares desmoronados, su cuerpo tensado por la energía estelar, pero sin liberar ninguna ofensiva directa. Su estrategia era una cuerda tensa: agotar a Raven, analizar cada espasmo de su poder, llevarlo al abismo de su propia frustración.

Mientras esquivaba un latigazo de energía oscura que silbó a centímetros de su rostro, Lysander habló, su voz resonando en el silencio sepulcral del coliseo: —¿Notas, Raven, cómo la desesperación hace que tus ataques se vuelvan torpes? La rabia corroe tu control como un ácido.

—¡Maldito seas! —bramó Raven, su rostro una máscara de furia grotesca. Lanzó una andanada de hilos tan densa que oscureció el aire como una tormenta de agujas invisibles.

Lysander se vio forzado a contorsiones extremas, utilizando los restos destrozados como escudo y punto de apoyo.

"Su velocidad se exacerba con la ira, pero su precisión se desmorona," sopesó Lysander con una calma glacial. "Desde que aquel engendro llamado Zephyr se manifestó, esta academia huele a muerte. Su influencia es una gangrena que se extiende… La cordura de Raven se deshilacha… es el instante."

En ese momento preciso, mientras Raven desataba otro ataque frenético, Lysander detuvo su danza macabra. Se irguió en el corazón de las ruinas, sus ojos fijos en su antiguo estudiante con una intensidad penetrante. Una energía sutil comenzó a irradiar de su cuerpo, expandiéndose en un radio de varios metros: su Punto de Ruptura Sináptica.

Dentro de este radio invisible, el aire pareció condensarse, vibrando con una tensión palpable. Raven, que se abalanzaba con una sonrisa sádica ante la aparente inmovilidad de su presa, sintió un escalofrío de desorientación helada recorrer su médula. Sus pensamientos se fragmentaron, las órdenes a los hilos se volvieron espasmódicas, su percepción de la realidad se distorsionó hasta la náusea. Era como intentar enfocar la mirada en medio de un vórtice de sombras.

—¿Qué… qué me haces? —balbuceó Raven, su control sobre los hilos comenzando a desmoronarse como ceniza. Se movían sin propósito, la precisión letal de antes convertida en una danza errática de la locura.

Lysander aprovechó la brecha. Con una velocidad sorprendente, impropia de su edad aparente, se abalanzó sobre Raven. Su primer movimiento fue una finta con la mano izquierda, atrayendo la atención de Raven hacia arriba, mientras su pierna derecha se elevaba en un arco rápido, impactando la rodilla del joven corrompido. El golpe resonó con una fuerza amplificada por una sutil infusión de energía estelar, desestabilizando a Raven.

Antes de que Raven pudiera reaccionar, Lysander giró sobre su pie de apoyo, lanzando un codazo hacia las costillas, el impacto seco resonando en el aire. Simultáneamente, una tenue aura azulada envolvió sus puños, pequeñas concentraciones de energía estelar listas para ser liberadas en el momento justo. Esquivó un latigazo torpe de un hilo oscuro y respondió con un golpe directo al plexo solar de Raven, la energía estelar contenida se liberó en el impacto, causando una punzada de dolor que hizo jadear al joven.

Raven retrocedió, tambaleándose, sus hilos oscuros moviéndose de forma errática debido al incipiente Trastorno inducido por el Punto de Ruptura Sináptica de Lysander. El profesor avanzó con una calma tensa, sus ojos fijos en cada movimiento de su antiguo alumno. Bloqueó un intento desesperado de Raven de atraparlo con los hilos, utilizando sus antebrazos reforzados con una capa invisible de energía estelar.

Aprovechando la lentitud de Raven, Lysander conectó otro golpe, esta vez a la mandíbula, la energía estelar concentrada en el nudillo provocó un chasquido y lanzó la cabeza de Raven hacia atrás. Siguió con una patada baja y rápida al tobillo, buscando minar aún más la estabilidad de su oponente. Cada movimiento de Lysander era preciso, económico y calculado, combinando la técnica marcial con el control sutil de su energía estelar, no para causar una destrucción masiva, sino para desorientar y controlar.

Finalmente, con un último movimiento fluido, Lysander conectó un golpe firme en el esternón de Raven, la energía estelar liberada en el impacto no buscaba noquear, sino interrumpir el flujo de su propia energía abisal y alejarlo del alcance de su Punto de Ruptura Sináptica. Raven salió lanzado hacia los escombros, estrellándose contra una pared derruida con un crujido ominoso, tosiendo sangre y jadeando por aire, la confusión y el dolor nublando su rostro desfigurado. Los hilos oscuros se convulsionaron a su alrededor, inertes y sin dirección.

Lysander permaneció inmóvil, observando a su antiguo estudiante con una expresión sombría. No había triunfo en su rostro, solo una profunda consternación. Su Nexo Astral: Trastorno había funcionado, desorientando a Raven lo suficiente para permitirle asestar una ráfaga de golpes precisos y alejarlo momentáneamente. Pero sabía que era solo una tregua momentánea. La influencia de Zephyr Blackthorn era una garra demasiado profunda.

En ese instante, en la plaza principal de la academia, Jake se encontraba aturdido y exhausto tras el ataque inicial de Raven. Desde la entrada principal de la academia, dos figuras corrían a través de los jardines hacia él.

Sophia, con el rostro desencajado por la preocupación, gritó desde la distancia al divisar su figura: —¡Jake!

Corrió hacia él a toda velocidad, sus brazos extendidos en un abrazo apretado, aliviada de verlo aparentemente ileso. Aria la siguió a un ritmo menor, su mirada fija en Jake con una intensidad que ella misma no terminaba de comprender. Una punzada de incomodidad la atravesó al ver el efusivo abrazo de Sophia, un sentimiento confuso que intentó disimular con una expresión neutra mientras se acercaba al grupo.

Lysander, consciente de que sus alumnos ahora estaban a salvo en la plaza, se preparó para el siguiente embate de Raven, sabiendo que la batalla en el corazón destrozado del Coliseo estaba lejos de terminar.

La frustración de Raven era palpable mientras intentaba levantarse entre los escombros, su poder, alimentado por una entidad abismal, seguía siendo una amenaza latente, como una bestia herida lista para desatar una furia aún mayor. El eco de las estrellas, que Lysander había dedicado su vida a comprender, ahora resonaba con una urgencia lúgubre en el corazón destrozado del Coliseo. La danza imposible entre la luz vacilante y la sombra voraz continuaba, tiñéndose de un carmesí más oscuro.