El aire en los restos de la biblioteca de la academia no era el miasma opresivo del Coliseo, pero cargaba un hedor persistente a polvo, papel quemado y la resonancia gélida de la energía antinatural que había destrozado el edificio. Jake, Sophia y Aria se habían refugiado entre pilas de escombros y estanterías colapsadas, sus cuerpos magullados, sus pulmones ardiendo por el esfuerzo de la huida. El silencio que los rodeaba era tenso, roto solo por sus jadeos y el crujido distante de la academia que seguía cediendo bajo la noche herida. El conocimiento de que Raven no los perseguía activamente no ofrecía consuelo; era la calma de un depredador que sabe que su presa está acorralada.
Sophia se dejó caer contra una pared inclinada, el Fulcro Luminar en su mano ahora una luz muy tenue, casi apagada. La energía drenada de él y de ella misma en el Coliseo era un agujero en su interior. Jake se apoyó en una pila de libros destrozados, la marca en su brazo derecho aún palpitando con una intensidad febril, su dolor ahora mezclado con la sensación persistente de la "conexión" forzada con Zephyr. Aria, a pesar del agotamiento visible, mantenía una postura de alerta tensa, sus ojos azules escanenando la penumbra, su mente ya procesando los datos de su fracaso.
—Estamos… estamos a salvo por ahora —jadeó Sophia, su voz apenas un susurro.
—Por ahora —confirmó Aria, sin bajar la guardia. Su Nano-Astral Suit carmesí, aunque impecable, parecía casi sombrío a la escasa luz—. No nos ha seguido. No con prisa. Sabe que estamos agotados. Y sabe que nos ha debilitado.
La verdad de sus palabras cayó sobre ellos con el peso de las ruinas a su alrededor. Habían enfrentado a Raven, a la Coreografía Negra, y habían descubierto que su fuerza era su propia debilidad. Cada golpe, cada ráfaga de energía estelar, había alimentado al monstruo. Era un acertijo cruel, una trampa táctica de la que no sabían cómo escapar.
Aria deslizó su mano sobre un panel de su traje, un pequeño dispositivo de comunicación emergiendo de la muñeca. Se activó con un suave brillo, buscando una señal a través del caos de energía residual.
—Reiss —dijo, su voz baja y clara, a pesar del agotamiento—. ¿Estás ahí?
Un momento de silencio. Luego, una voz distorsionada por la interferencia, pero inconfundiblemente la de Reiss, respondió: —Aria… ¡Gracias a las estrellas! ¿Están… están bien? ¿Pudieron… el Profesor…?
El nudo en la garganta de Jake volvió. Sophia se encogió, la expresión de dolor cruzando su rostro.
—El Profesor Aldrich… está vivo, Reiss. Apenas —dijo Aria, su tono volviendo a su frialdad clínica para transmitir la información crítica—. Está en un estado crítico. La energía antinatural lo… lo anuló a nivel vital. No pudimos moverlo. Tuvimos que retirarnos. Raven… su poder… es diferente a lo que pensábamos.
Explicó su descubrimiento en el Coliseo: cómo Raven absorbía su energía estelar, cómo sus ataques lo fortalecían. Reiss escuchó, su respiración al otro lado del intercomunicador se aceleró con una mezcla de alivio por que estuvieran vivos y alarma por la nueva información.
—Entiendo… Entiendo los datos ahora. Sus firmas energéticas cayeron drásticamente después de la confrontación. La firma de Raven se disparó. No era solo resistencia… era… simbiosis parasitaria a gran escala —la voz de Reiss sonaba febril, la mente académica activada por el horror. —Mi investigación sobre la marca… sobre la Coreografía Negra… sugiere que Zephyr manipula las leyes fundamentales de la energía y la existencia. No destruye, sino que subvierte. Usa la vida como combustible, como ladrillos. Raven es… es la manifestación perfecta de esa subversión.
—Entonces… ¿cómo luchamos contra algo que se alimenta de nuestra propia luz? —preguntó Jake, incapaz de contener la desesperación que se filtraba en su voz. La marca en su brazo ardía, como si escuchara la conversación, sintiendo la conexión con el poder que discutían.
—No podemos atacarlo directamente con energía estelar —dijo Aria, su mirada fija en la oscuridad fuera de la biblioteca colapsada—. Cada pulso, cada manifestación de poder, lo fortalece. La Coreografía Negra no es solo una técnica; es un sistema. Y Raven es su centro de absorción.
—Correcto —la voz de Reiss se volvió más tensa. —Pero debe haber una debilidad. Todo sistema tiene un punto ciego, una vulnerabilidad lógica. Algo que la Coreografía Negra no puede subvertir o absorber. Estoy buscando en los textos antiguos, cruzando datos con los patrones que he detectado de la energía de Raven. La marca de Jake… sus resonancias me dan información, pero es… doloroso para él, ¿verdad?
Jake apretó el brazo, la mandíbula tensa. —Arde. Y me da… visiones. O sensaciones. Es… la oscuridad. Se siente… como parte de mí ahora. Y él lo sabe.
—La marca podría ser una puerta bidireccional —murmuró Reiss. —Una forma para Zephyr de observar… o de acceder a él. O quizás… una forma de que Jake, por su conexión forzada, entienda los patrones de Zephyr a un nivel instintivo. Si pudiera… si pudiera controlar esa resonancia…
—No hay tiempo para que Jake aprenda a controlar algo que es veneno puro —cortó Aria, su voz abrupta. La lógica de la situación era implacable. —Necesitamos una debilidad en Raven. Algo que no dependa de nuestra energía estelar directa para ser explotado. Una falla en la Coreografía misma.
La biblioteca en ruinas crujió. Un sonido que no venía del viento. Un movimiento lento y deliberado en el exterior. Raven estaba cerca. Problamente, solo jugando con ellos, saboreando su miedo y agotamiento.
—Nos ha acorralado —dijo Sophia, su voz baja, mirando hacia la entrada colapsada de la biblioteca. Podían oír el susurro antinatural en el exterior, como si el aire mismo estuviera vivo y hostil.
—Resistan, resistan el tiempo que puedan —la voz de Reiss se volvió más urgente. —Estoy trabajando. Hay menciones de… de desequilibrios. De cómo ciertas fuerzas… no pueden coexistir en armonía. Pero los textos son crípticos. Y los datos de la marca de Jake son… caóticos. Necesito tiempo.
El tiempo. La moneda más escasa en este momento. Jake y Sophia se miraron. El Fulcro Luminar de Sophia emitía un brillo tenue, casi patético. La marca de Jake ardía sin darles una forma de defenderse eficazmente. Atacar significaba fortalecer al enemigo. Huir significaba encontrar otra trampa.
Aria se puso de pie, su figura en el Nano-Astral Suit carmesí tensa y resuelta. —No podemos quedarnos aquí a esperar —dijo—. Si está jugando con nosotros, podemos usarlo. Si intenta forzarnos a usar energía, buscaremos otras formas de detenerlo. Reiss, concéntrate en la debilidad fundamental. Nosotros… intentaremos ganar tiempo y evitar el combate directo de energía.
Su plan era desesperado, bordeando la locura. Defenderse sin usar su arma principal. Luchar contra una fuerza que manipulaba la realidad sin la energía estelar. Pero era la única lógica que les quedaba.
Jake se levantó también, su cuerpo protestando, la marca ardiendo. Miró a Sophia. Su rostro estaba pálido, sus ojos llenos de miedo, pero asintió con una determinación silenciosa. Estaban juntos en esto.
Un fuerte golpe resonó en el exterior, no una explosión, sino algo que golpeaba contra los escombros como un puño sólido de sombra. Raven estaba probando su defensa.
La "lógica del sacrificio" comenzó a perfilarse en el aire viciado de la biblioteca. Encontrar la debilidad podría requerir poner algo en riesgo extremo. Atraer a Raven a un lugar específico. Usar a Jake como cebo debido a la marca. Exponerse a un peligro calculado con la esperanza de una oportunidad. El sacrificio no era una opción, sino una necesidad fría, calculada por la mente estratégica de Aria y confirmada por la brutalidad de la realidad que Zephyr les imponía. No sabían cuál sería el sacrificio, pero sabían, con una certeza aterradora, que sería necesario. Raven estaba al otro lado de los escombros, esperando. Y el tiempo de Reiss se acababa. La próxima vez que se movieran, tendría que ser con una lógica más allá de la supervivencia básica, una lógica que implicaba un costo terrible.