Palillos de la Gula

Ahora Pequeño Mantou había crecido, su pelaje también se había vuelto espeso. Abrazarlo era cómodo y agradable, como si estuviera abrazando una almohada.

Los otros tres también estaban jugando con las colas de su Hermano Mayor.

—¡Kya! —exclamó uno—. ¡Es tan suave y cosquilleante!

—¡Ji ji ji! —preguntó otro—. ¿Podemos montarnos en tu espalda? —Pequeño Fideo hizo un nido en la cabeza del zorro.

—¡Ya has crecido tanto! —Chunhua pasó su mano por el pelaje blanco—. Todavía recuerdo la vez que nos conocimos en el bosque donde nos perseguíamos. Eras tan adorable cuando movías tu pequeño trasero, cuando empezabas a dar vueltas y cuando me ofreciste tus alimentos y... —Chunhua murmuró con un tono nostálgico, solo para que una pata blanca le tapara la boca.