Anne finalmente encontró a Damien en lo profundo del bosque, cerca del lago.
Cuando se aproximó al lago, la serena belleza del reflejo del agua brilló ante ella. Estaba sentado en una gran roca en la orilla del agua, de espaldas a ella, hombros encorvados en silenciosa contemplación.
Sin decir una palabra, Anne caminó hacia él, sus pasos ligeros pero deliberados. Extendió la mano y tocó suavemente la marca en su cuello. Damien se estremeció ligeramente al toque de ella pero no se apartó. Su mano se levantó instintivamente para cubrir la de ella mientras dejaba escapar un profundo suspiro.
—Lo siento —murmuró él, su voz baja y llena de arrepentimiento—. Por todo. Por la mordida, por lo que te hice pasar. Nunca quise lastimarte.