Damien se movía ágilmente entre la multitud. Se dirigía hacia las habitaciones de los invitados. Había sentido que algo no iba bien, pero no se había detenido a cuestionarlo.
Cuando se acercó a la escalera, escuchó una voz familiar detrás de él.
—¿Damien?
Se giró, y sus ojos se abrieron de sorpresa al ver a Anne de pie allí, con una expresión perpleja. Estaba sola, su vestido dorado brillaba bajo la tenue luz del pasillo.
—¿Anne? —dijo él, desequilibrado momentáneamente—. ¿Qué haces aquí?
El ceño de Anne se frunció, reflejando su confusión. —Fui a buscar a Jessica en su cabaña pero no la encontré. Pensé que podría haberse unido a la celebración. Dio un paso hacia él, estudiando su rostro. —¿A dónde vas?