La puerta de la oficina del Alfa chirrió al abrirse, y Jessica entró, su rostro pálido y aprehensivo. Escudriñó la habitación, quedándose helada al ver a su padre. La expresión del Alfa Jackson era dura, con una ira tempestuosa brillando en sus ojos que le hicieron sentir un vacío en el estómago.
Liana se aclaró la garganta, su voz era suave pero firme. —Jessica, ven aquí —dijo, dando palmaditas en el asiento a su lado—. No hay motivo para tener miedo. Solo queremos escuchar la verdad.
Las manos de Jessica temblaban mientras se sentaba, mirando alternadamente entre Liana y el Alfa Ricardo. Podía sentir la mirada de su padre quemándola, pero mantuvo los ojos bajos, luchando contra las ganas de huir.
—Cuéntanos qué pasó —persuadió Liana con dulzura—. Comienza desde el principio.