—Mamá —susurró Emily, su voz apenas más que un aliento—, ¿qué está pasando?
—No lo sé... pero esto no pinta bien —dijo Heather, dirigiendo sus ojos abiertos hacia las figuras que avanzaban.
Antes de que pudieran siquiera procesar la situación, la puerta se abrió de golpe y Liana entró, sus tacones resonando ominosamente en el suelo. No perdió ni un momento, su voz resonaba con un tono de autoridad que no admitía discusión.
—Emily. Heather —dijo, su mirada cortando entre ellas como una cuchilla—. Están arrestadas por traición y conspiración contra la manada.
—¿Traición? ¿Conspiración? —logró decir Emily, su voz cargada de incredulidad—. Liana, ¿de qué estás hablando?
—No te hagas la inocente conmigo, Emily. Lo sé todo. Tus pequeñas reuniones, tus alianzas secretas —dijo Liana, con voz venenosa—. ¿Pensaste que podrías conspirar contra mí, contra la manada y pasar desapercibida? Inocente.
El rostro de Heather se enrojeció, un destello de ira iluminando sus ojos.