—¿Oh? Señor Chen, sus palabras me resultan algo desconcertantes. Yo, Han, siempre actúo con rectitud y no tengo nada que ocultar. Si tuviera que enfrentarme a alguien, lo haría abierta y honorablemente. No hay necesidad de tramas clandestinas. Si tienes pruebas, preséntalas sin más. De lo contrario, cierra la boca. Yo, Han Yu, no soy alguien con quien se juegue. ¡Cualquiera que se atreva a incriminarme debe estar preparado para enfrentar las consecuencias! —La boca de Han Yu se curvó en un arco sarcástico mientras hablaba fríamente. Con el estatus y prestigio militar que ahora poseía, podía permitirse ser inflexible, y aunque no podía excederse por Liu Xiu, no necesitaba mostrar moderación al tratar con gente como Chen Chu y Liu Kuan. Intimidarlos con su aura era el enfoque correcto. Explicar o discutir solo lo pondría en desventaja.