—Hermano Yang, he estado pensando en iniciar una fábrica de electrónicos recientemente, pero no tengo suficiente dinero. ¿Podrías prestarme algo? —dijo Zhou Shuhuan.
—¿Cuánto necesitas? —preguntó Pei Yang.
—Necesito cuarenta mil.
Hubo un breve silencio en el otro extremo del teléfono.
Zhou Shuhuan se puso nervioso. Cuarenta mil no era una suma pequeña, y Pei Yang podría no ser capaz de conseguirlo.
—Está bien, no hay problema —respondió Pei Yang.
Tras conocer los planes y las ideas empresariales de Zhou Shuhuan, Pei Yang cambió de opinión repentinamente y decidió tratar los cuarenta mil yuanes como una inversión.
—Shuhuan, solo dame un veinte por ciento de participación. Si da dinero, tomaré el veinte por ciento de las ganancias. Si pierde, considerarlo mala suerte de mi parte, y no tienes que devolverlo —propuso Pei Yang.
La mente de Zhou Shuhuan era un torbellino de emociones.