Meng Yunhan estornudó mientras dormía y continuó sumida en sueño.
No tenía ni idea de lo que le esperaba esa noche.
Ese día, Yun Hao lo pasó jugando con el Pequeño Huzi y conversando con el anciano Zhao. Naturalmente, sus conversaciones trataban sobre Meng Yunhan y el Pequeño Huzi.
Yun Hao entendía que si no fuera por su suegro, su esposa no se sentiría tranquila llevando a cabo su negocio.
El hombre tendía a ser reservado sobre ciertas cosas.
Las palabras de agradecimiento y sentimiento generalmente las guardaba en su corazón en vez de decirlas en voz alta.
Meng Yunhan se despertó tarde en la tarde.
—Esposa, ya despertaste, es hora de almorzar —dijo.
Meng Yunhan no quería tomar su comida en la cama otra vez.
Se puso rápidamente su suéter y las almohadillas, y se levantó de la cama.
—¿Dónde está el Pequeño Huzi? —preguntó.