Alix estaba siendo mimada por las dos mujeres cuando la asistente de la modista regresó.
—Madre, me pongo más bonita cada día, ¿verdad? —preguntó con descaro.
—Aiya, te he mimado tanto que te has convertido en una pequeña narcisista —se rió la tía Mo.
Su risa tenía un profundo tono de cariño, que también estaba en sus ojos mientras miraba a su hija. Ella tuvo que admitir para sí misma que Alix se estaba poniendo más bonita día tras día, tenía la frescura y el aura de una joven de veinte años.
—¿Has robado un poco de agua de la fuente de la juventud? —bromeó.
—¿Debería darte un poco? —Alix bromeó también.
—Algo está mal —Yura les informó a ambas y giraron sus cabezas justo a tiempo para ver al gerente salir enojado.
Lo siguiente que escucharon fueron voces enojadas y fuertes provenientes del vestidor a la derecha y luego alguien irrumpió en el vestidor de Alix.