La gran boca del fiscal general.

—Cariño, algunos de tus hermanos han vuelto, otra vez, aah, en serio, ¿creen que nuestra casa es un hotel, restaurante y tienda de comestibles donde pueden entrar cuando quieran y... —Las palabras de Caishen se congelaron en sus labios y dejó de caminar.

—Oh, tu abuelo también está aquí —dijo con cautela.

Caishen había salido de casa por un corto tiempo para encontrarse con alguien en el sexto piso. No imaginaba encontrarse con algunos de sus cuñados o con los Ancianos Tai en la casa. Ciertamente no habría usado un tono exasperado al quejarse de ellos si hubiera sabido de los ancianos.

La mirada fulminante que le daba el Abuelo Tai era un indicador de que había ganado otra marca negra en el libro del anciano. Los dos realmente tenían un destino desafortunado porque el anciano siempre lo pillaba en sus peores momentos.