Con la historia de las travesuras de Xiaobo terminada, los ojos de Caishen pasaron a lo que ella comía tan alegremente con un pequeño murmullo infantil.
—¿Qué estás comiendo?
—Este es el pastel que estaba destinado para el cumpleaños del viejo de la familia Enrich, lo liberé.
Caishen puso los ojos en blanco porque no le creía. Su liberación era otra palabra para robo, había robado el pastel.
—Es tan bueno, voy a llevar un poco a casa para todos vosotros. Es un pastel de seis pisos, mientras lo guarde en un compartimento de mi bolso, podemos pasar dos o tres meses comiéndolo.
—¿Qué más liberaste?
Pensó en las cosas de su bolso y se sintió aún más feliz. —¿Cómo te sentirías siendo dueño de algunos cuadros?
Sacó su bolso y de él, extrajo un cuadro que había quitado de la pared del castillo Heinrich. —No sé qué es, pero mis ojos no podían apartarse. Es hermoso, tan hermoso, mira las frutas tan bien dibujadas.