Qué suerte tienen.

—¿Qué fue qué? —preguntó el sistema pretenciosamente, como si no tuviera ni idea de lo que acababa de suceder.

Alix gimió y cerró la pantalla virtual. No era el momento adecuado para profundizar en el asunto o exigir una explicación al sistema. Mantis estaba a punto de derribar la puerta o convertirse en una hormiga muy pequeña y encontrar su camino hacia el interior.

Ella metió la laptop dentro de su bolsa y luego se adelantó para abrir la puerta, esquivando por poco el pie de Mantis que casi le cae en la cara.

Ella lo esquivó y lo atrapó con ambas manos, mirando con curiosidad a la mujer.

—Violencia contra puertas, Mantis, quizás deberías trabajar en tu temperamento más que yo. Conozco a un buen terapeuta.

Mantis retiró su pierna y luego tropezó dos veces antes de decidir usar el hombro de Alix para apoyarse.

—¿Tuviste éxito en tu misión? —preguntó.

Alix inclinó la cabeza y entrecerró los ojos. —Misión, ¿qué misión?