Aunque un monstruo mortal se dirigía hacia ellos, Alix se mantuvo serena y compuesta. El sudor le corría por la espalda mientras mantenía su mano firme en el gatillo, disparando un tiro tras otro. Cada uno de sus disparos iba dirigido a la cabeza del monstruo, la parte más vulnerable de su cuerpo, se dio cuenta, porque intentaba protegerse.
—A diez segundos de que esté encima de ti —su sistema la advirtió.
Alix no se inmutó ante la advertencia, se mantuvo concentrada porque esa era la clave. De repente, el monstruo se detuvo y sonrió astutamente, en lugar de enfrentarla físicamente, le envió una ráfaga de fuego azul.
Sin esperar, ambas mujeres saltaron y se pusieron a correr mientras se protegían con escudos completos. El monstruo era más rápido y más astuto de lo que ella había anticipado.
—Sigue disparando... —gritó Alix.