—Él va a hacer eso el resto de la noche —calculó Tai Change.
Nadie podía superar a su abuelo cuando se trataba de fanfarronear. No sería sorprendente si empezara a afirmar que los bebés ya se parecían a él aunque apenas habían formado rasgos humanos visibles.
Tai Haoyu le dio una palmada a Caishen en la espalda, empujándolo levemente hacia adelante, tanto que la copa de vino que tenía en las manos casi se volcó.
—Entonces, ¿cómo te sientes ahora que te unes a nosotros en el maravilloso mundo de la paternidad? —preguntó.
Caishen dejó la copa y se levantó, caminando hacia la puerta que salía del comedor. La cerró y regresó a la mesa.
—¿Puedo ser sincero? —preguntó.
Todos los hombres asintieron.
Caishen aspiró un profundo y calculado aliento durante unos segundos. Miró a Tai Haoyu con ojos sinceros.