Afaro se rió entre dientes, levantó las manos y recogió su largo cabello en una cola de caballo. La manera en que actuaba era una señal de que no les tenía miedo.
Agarró con fuerza su tridente con las manos, lo levantó alto y luego lo estampó contra el suelo con mucha fuerza. El edificio comenzó a temblar y se formó una grieta.
A través de ella, el agua empezó a filtrarse por varios pequeños agujeros a gran velocidad, fluyendo hacia la arena. Toda ella se dirigía hacia Afaro como un imán. Cuanta más agua reunía, más confiado se volvía Afaro y más petulante parecía.
Alix y el capitán no se movieron, se quedaron pacientemente esperando, a la espera de que Afaro agotara sus trucos. Con todo lo que Alix había hecho para herir su ego y hacerle sentir impotente, él estaba desesperado por demostrar su valía.
Afaro levantó las manos y el agua que había reunido se elevó a su alrededor, formando una pared protectora.
—Esto todavía no te salvará —le dijo Alix.