Los gritos y las alarmas empezaron a sonar justo cuando Alix estaba terminando su distribución de veneno. Todavía no había neutralizado a Afaro y a sus guardias, lo cual era un movimiento deliberado de su parte. El capitán necesitaba desahogar algo de su agresión mientras ella quería probar personalmente la fuerza de los guardias y de Afaro.
Debido al ruido, se hizo notorio que muchas personas en el estadio ya no se movían, estaban tan rígidas como cadáveres con la excepción de sus ojos, que vagaban por ahí en el miedo.
El previamente ruidoso estadio ahora estaba lleno de un silencio inquietante ya que se alertaron de un peligro inminente. Aquellos que no habían sido paralizados por el veneno recurrieron a gritar y correr, lo que les hacía blancos fáciles para los soldados que los disparaban con balas que también los paralizaban.
Al menos el veneno de Alix era indoloro, el que estaba recubierto en las balas era más mortal, y las partes infectadas aullaban de dolor.