Uno de los miembros de la UETA asintió, pero el simple movimiento hizo que su estómago se revolviera.
Se atragantó, apenas logrando evitar vomitar mientras el viaje agitado cobraba su precio.
Después de eso, nadie dijo una palabra, el aire cargado de miseria compartida.
Todos habían dejado de hacer preguntas; nadie se sentía mejor que los demás.
Una vez que Buitre finalmente se acomodó en el asiento del pasajero, soltó un suspiro lento, la tensión saliendo de su cuerpo.
Gorrión no preguntó por qué estaba allí; simplemente mantuvo su enfoque en el camino, sus manos firmes en el volante mientras continuaba conduciendo por la calle.
—Compañero, parece que estamos de vuelta. ¡El SparV está en acción de nuevo! —soltó Buitre con una pequeña risa, su tono ligero con emoción.
Sonrió, recordando los viejos tiempos.
En aquel entonces, él y Gorrión siempre eran emparejados para las misiones.