Al elevar sus manos al unísono, las llamas comenzaron a surgir, envolviendo los cadáveres y reduciéndolos a cenizas.
En ese momento, los muertos no solo se quemaban, eran liberados, su trágico final marcado por el fuego que los consumía, cerrando un capítulo doloroso para los supervivientes.
Como si los cielos mismos compartieran su pena, una fuerte ráfaga de viento barrió la plaza justo después de la cremación, levantando las cenizas de los caídos en el aire.
Las finas partículas danzaban y giraban, llevadas libremente hacia arriba en el cielo.
Todos los supervivientes dentro de la base observaban en silencio, sus ojos siguiendo el rastro de cenizas mientras ascendía, un momento colectivo de reverencia mientras levantaban la vista, reconociendo las almas ahora llevadas por el viento.
—Que las almas de todas estas personas descansen en paz —la voz de Kisha resonó, firme y solemne, atrayendo la mirada de cada superviviente hacia ella.