—¡Ah! —La mujer soltó un grito desgarrador, de repente agudo y lleno de terror sin restricciones, como el llanto de un animal en sus últimos momentos.
Sus súplicas frenéticas fallaban, ahogándose en un silencio sin aliento.
Entonces, el silencio se quebró mientras un rugido gutural y primitivo estallaba detrás de la puerta, resonando con una ferocidad que calaba los huesos y hacía que todos se quedaran congelados.
—¡Rugido! —¡Grah! —sin siquiera mirar, sabían lo que había pasado adentro: ya era demasiado tarde para salvar a la mujer.
Este era el precio que pagaba por ocultar a su hijo después de su transformación.
Los guerreros bajo el mando del Águila Calva, ahora en máxima alerta, no dejaron que la cruda realidad los ralentizara.
Redoblaron sus esfuerzos, pateando la puerta con urgencia renovada.
Tras varios golpes poderosos, la puerta se astilló casi por la mitad.
Trabajando rápidamente, los guerreros la forzaron a abrir, con movimientos precisos y cautelosos.