Le hacía sentir como si se preocupara por nada, sin embargo, la sensación de peligro era tan intensa e inconfundible que no podía descartarla como mera paranoia por las constantes batallas o por su mente jugándole trucos.
La sensación era demasiado real, demasiado aguda, como para ignorarla.
—¡Tsk! —Gorrión chasqueó la lengua frustrado, su paciencia a punto de agotarse.
Buitre y los demás lo estaban esperando en el camión, y todavía necesitaban buscar a sus compañeros desaparecidos.
A pesar de su irritación, Gorrión no veía una salida a este embrollo. La situación solo se volvía más complicada, y él estaba atascado en medio de todo.
—¿Por qué diablos tengo tan mala suerte? —Gorrión se murmulló a sí mismo, con una mezcla de autoduda y desdén en su voz.
No podía evitar darse cuenta de lo a menudo que los problemas parecían encontrarlo en las misiones, como si fuera un imán para ellos.