—Hijo de puta... ni siquiera esperaste a que te salvara —Buitre sollozaba, con la voz temblorosa.
—Es culpa mía, hermano —logró decir Buitre, con la voz entrecortada.
—Debería haber ido contigo, o al menos no dejarte ir solo. Quizás no debería haberte dejado ir en absoluto. Lo siento mucho... —Se desplomó hacia adelante contra el cuerpo inerte del árbol mutado, sollozando incontrolablemente, cada respiración áspera y forzada.
Buitre apenas podía respirar mientras lloraba, su corazón cargado de culpa. En el fondo, sabía que las posibilidades de que Gorrión sobreviviera eran escasas, pero se aferró a la esperanza, esperanza de que la astucia y la ingeniosidad de Gorrión de alguna manera lo sacarían adelante, que siempre encontraría una salida en cualquier situación.
Ese pequeño destello de esperanza era lo que lo mantenía en pie. Pero ahora, la dura realidad se había asentado. Su hermano había desaparecido.