Después de todo, el joven ya había soportado un inmenso dolor —se merecía la oportunidad de liderar una vida mejor, de encontrar un nuevo propósito por el cual vivir, algo mucho más significativo.
Aunque le estaba permitiendo al joven tomar la decisión final, nunca había tenido la verdadera intención de concederles a estas personas una muerte rápida.
No, había jurado hacerles vivir en miedo y arrepentimiento, asegurarse de que experimentaran la agonía de un infierno en vida. Este era el precio que debían por haber tomado cruelmente las vidas de sus hombres.
—No quiero que tengan una muerte fácil —declaró el joven, su voz firme pero teñida de una resolución escalofriante—. Quiero que sufran en dolor todo el tiempo que vivan —porque eso es lo que me deben por todo lo que he soportado. Sus ojos ardían con intención asesina, fríos y carentes de misericordia mientras clavaba su mirada en Joven Maestro Colton, mirándolo como si ya fuera un hombre muerto.