Esto era exactamente lo que Gorrión temía. Retrocedió rápidamente, tratando de encontrar otra ruta, pero sin importar la dirección que tomara, los obstáculos bloqueaban su paso.
La ciudad era inalcanzable. Peor aún, mientras volaban sobre los bosques, pequeñas villas y pueblos, notaban una inquietud inusual: algo se agitaba abajo, haciendo que la tierra fuera tan peligrosa como el cielo.
Sin otra opción, Gorrión retrocedió y puso rumbo a la base oculta de Ciudad A. Allí, podría usar el teléfono satelital para contactar a su maestro y a la joven señora, informándoles de las señales inquietantes que habían presenciado. Los zombis estaban migrando hacia Ciudad B, y los animales mutados se volvían cada vez más agresivos. A este ritmo, regresar tanto por aire como por tierra era imposible para él y los demás.