Gorrión rodeó la azotea varias veces, buscando una salida, pero para su frustración, no había ninguna. El techo era engañosamente espacioso, con barandillas que servían más como decoración que como puntos de acceso reales.
Era tanto una bendición como una maldición. Por un lado, los zombis abajo no tenían manera de alcanzarlos, a menos que uno evolucionado los atacara específicamente, lo cual era poco probable por ahora. Eso significaba que estaban a salvo por el momento. Sin embargo, el verdadero problema era cómo iban a bajar.
Mientras Gorrión examinaba el área, calculó que la azotea estaba al menos entre tres y cuatro pisos por encima del suelo. En circunstancias normales, él y su equipo podrían haber manejado fácilmente el descenso: habría sido un juego de niños.