—¡Yo no lo hice! ¡Me están tendiendo una trampa! ¡Fue Atlas! —gritó Sven, su voz resonando en la sala de interrogatorio. Golpeó sus manos contra la mesa metálica, haciendo que sus esposas y cadenas tintinearan. Pero no se detuvo, continuando furioso y negando las acusaciones en su contra.
—¡Dije que no fui yo! —rugió Sven, apretando los dientes por la frustración—. ¿Alguien puede oírme? ¡Dije que me están tendiendo una trampa! ¿Dónde está mi abogado? ¡Sé que alguien está en ese espejo!
Sven miró fijamente el espejo, sabiendo que alguien lo observaba.
—¿Crees que esto es divertido? ¡Dije que no hice nada! ¡Soy inocente, esto es una trampa! Dije que esto es una trampa
—Ahora, ahora, por favor cálmese, señor Sven Bennet.
Sven se detuvo cuando un detective entró en la sala de interrogatorio, cargando una pequeña laptop. Dirigió sus ojos hacia el hombre, la desesperación reflejada en su rostro.