La punta del iceberg

Entre las cejas de Sven aparecieron profundas arrugas mientras miraba a Atlas con confusión. —¿Un trato? —exclamó—. Si ese trato implica sacarme de aquí, entonces lo acepto.

—Como mencioné, no es el trato que te imaginas, pero tampoco es malo —repitió Atlas, pensando que las voces en la cabeza de Sven eran tan altas que el hombre no podía escucharlo bien—. Después del crimen que cometiste, no estoy tan corrupto como para no pensar en la víctima. No puedo hacer eso. Aunque quisiera, no estoy por encima de la ley.

—Olvídalo —bufó Sven, apartándose de la mesa—. Si no vas a sacarme de aquí, entonces olvídalo. No estoy escuchando tu oferta—no me importa.

Atlas arqueó una ceja brevemente, impasible ante la respuesta de Sven. —Yo los atraparé por ti.

—¿Eh?