—¿Por qué no usarlo para algo más... útil? —Slater tenía un punto. En el momento en que esa botella de pastillas cayó en su mano, se acabó para Esteban. La persona que se la había entregado le dijo que la manejara con cuidado. Si descubrían que Slater sabía sobre ella, entonces no solo se acabarían las posibilidades de libertad de Sven, sino que la vida de Esteban también terminaría.
—Un dato más —todos estaban juntos en esto. En el segundo en que Sven se involucró con esa gente, toda su familia ya estaba en el mismo barco. Mira lo que le pasó a Esteban, arrastrado a esto por su hijo.
—¿Útil? —repitió Esteban, con un leve tono de burla en su voz—. Usaré mi maldita boca para algo útil, pero decirte todo no lo es.
—Slater inclinó la cabeza—. ¿Y eso, Tío?
—Ja. ¿Crees que puedo contarte todo así como así? —Esteban resopló—. Slater, no sé qué juego estás jugando, pero esto no es tan simple como piensas. Tus vacías amenazas de matarme no funcionarán.