Paranoia

Haines de repente se estremeció, sintiendo el cabello en su nuca erizarse y levantarse. Charles, que estaba sentado a su lado en la oficina de Atlas, arqueó una ceja hacia él.

—¿Qué te pasa? —preguntó Charles con curiosidad—. ¿No me digas que ahora esta oficina te enferma?

Haines se frotó el cuello y lo estiró un poco. —No me siento enfermo, pero por alguna razón, siento como si alguien estuviera hablando mal de mí.

—Nadie está hablando mal de ti.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de eso?

—Porque si alguien estuviera hablando mal de ti, estarías estornudando, no estremeciéndote —respondió Charles orgullosamente, sonriendo con suficiencia—. ¿No es así?

—... —Haines balanceó su cabeza pero no respondió. Cualquier cosa que dijera solo llevaría a una larga discusión. No quería debatir con Charles ahora, no cuando el hombre ya le había dado diez razones por las que Haines tenía que acompañarlo.