—Puedes escoger la oficina del director para un poco más de privacidad, pero cualquier lugar está bien —dijo Zoren.
La boca de Penny se abrió mientras miraba hacia arriba a su esposo, quien le decía cosas tan osadas tan casualmente. Sonaba como si le estuviera preguntando qué dulce quería.
—¿Era esto por lo que dijo sobre él siendo virgen? ¿Por qué estaba enojado por la verdad?
¡Hombres... y sus egos! Claro, Zoren también era humano.
—Toma mi mano. Te ayudaré a levantarte —dijo Zoren, sacándola de sus pensamientos—. No te preocupes. Puedes tomarte tu tiempo para elegir, o si no puedes decidir, podemos hacerlo en todos ellos.
—Heh... —Penny soltó una risa tenue, juntando sus manos sobre su pecho—. Oye, ¿no te da un poco de vergüenza decir todo esto?
—¿Por qué tendría vergüenza? —respondió él.