Gu Yingzhou se inclinó hacia delante.
Frunció ligeramente el ceño y cuidadosamente abrochó el cinturón de seguridad de Lin Tang, instruyéndola solemnemente.
—Debes usar el cinturón de seguridad cuando viajes en coche, es muy importante.
—Mm-hmm, lo entiendo —Lin Tang actuó como si nunca hubiera montado en un coche antes, asintiendo obedientemente con la cabeza.
Los labios de Gu Yingzhou se curvaron en una ligera sonrisa mientras arrancaba el coche.
En aquellos días, por no mencionar los pequeños pueblos del condado, incluso en Ciudad del Mar o Ciudad Jing, los coches no eran comunes.
Uno puede imaginar la conmoción causada por la repentina aparición de un coche tan imponente en la carretera.
Lin Tang vio los ojos de alguien pegados al coche, su cabeza golpeando contra un poste de teléfono.
La persona retrocedió unos pasos, sosteniendo su frente, y parecía doloroso.