El cuerpo de Lin Lu se tensó.
Al darse cuenta de que estaba a punto de recibir una inyección, encogió el cuello hacia atrás.
—¿Es realmente necesario? —murmuró.
No le temía al dolor, pero la idea de una aguja perforando su piel aún lo inquietaba.
El rostro de Li Xiuli se endureció, y antes de que pudiera hablar, la voz tranquila de Gu Yingzhou sonó.
—Tangtang se preocupará.
La boca de Lin Lu se frunció y al instante perdió la voluntad de resistir.
Un atisbo de diversión brilló en los ojos de Gu Yingzhou al decir —Tío, vamos. Te llevaré a poner la vacuna del tétanos. Tangtang pronto despertará, y aún necesitamos volver al condado para trabajar.
Li Xiuli, al ver la disposición del joven a salir de su camino, se encariñó aún más con su futuro yerno.
Le dio una palmada en el hombro a Lin Lu y lo regañó con ojos fulminantes —Date prisa, a Yingzhou no le importa el problema, así que deja de dudar.
Tras hablarle a Lin Lu, su mirada se suavizó al mirar hacia Gu Yingzhou.