La mirada de Gu Yingzhou hacia Lin Tang se profundizó, su voz era fría.
—¿Sabes que es tarde? —Lo que debería haber sido una voz grave y gustosa llevaba ahora el frío del inicio del invierno.
Lin Tang recordó cómo le había prometido repetidamente a Gu Yingzhou que no se quedaría despierta hasta tarde nunca más, y sintió una ola de culpa.
Sentía que su par de fríos y tranquilos ojos negros la envolvían firmemente como un capullo impenetrable.
—Hoy fue un accidente... —Lin Tang intentó encubrir lo mejor posible.
Gu Yingzhou gruñó en señal de acuerdo, como para decir, "Hoy fue un accidente, la vida está llena de accidentes, así que no lo hiciste intencionalmente ayer, ni anteayer, ni el día anterior al anteayer."
¡Zas!
Una palma transparente abofeteó la cara, dejando a Lin Tang tocándose la nariz con torpeza... No había explicación.