La mirada de Lin Weiguo era firme y su tono resonaba con fuerza.
—Somos soldados del pueblo; dondequiera que seamos necesarios, iremos sin quejarnos de las dificultades.
Proteger la paz de la tierra y garantizar la tranquilidad del país era el propósito que todos mantenían firmemente.
El rostro del Comandante Qi estaba lleno de alivio y orgullo cuando sacó las órdenes de traslado.
Lin Weiguo vio ese objeto familiar, y sus pupilas giraron con sorpresa.
Su garganta se secó, e incluso se sintió algo dolorosa.
—Probablemente ya lo habías adivinado —dijo el Comandante Qi con una sonrisa.
Órdenes de traslado: la cosa que significaba que uno podía volver a casa; ¿quién no las había deseado en secreto?
El corazón de Lin Weiguo latía fuerte, y por un momento no pudo encontrar su voz:
—Yo...
Solo pudo pronunciar una palabra antes de dejar de hablar.
El Comandante Qi comprendió lo que Lin Weiguo sentía en su corazón.
Le golpeó el hombro a Lin Weiguo y dijo con severidad: