El comandante miró fijamente a cada Caballero/Guerrero del lugar, en su mirada no tenía expresión alguna, se dio la vuelta y comenzó a caminar tranquilamente hacia el portal y justo antes de entrar giro su cabeza para vernos.
—Entren al portal.
Y después de decir eso, el joven entro a la dimensión del Nether, Neon y los demás Caballeros se miraron un poco preocupados, pero siguieron al comandante sin decir nada.
A lo lejos una chica yacía escondida arriba en el techo, ella los estaba mirando atentamente a cada movimiento de Famtom, ella traía una sudadera de color negro donde tenía algunos toques grises.
Ella con un movimiento delicado de su mano toco su oído.
—Famtom y los demás andan entrando al portal.
Al otro lado de la llamada, un chico de cabello dorado y una corona de su mismo color miraba fijamente hacia el frente con una sonrisa confiada.
—Perfecto, la segunda parte del plan anda completado, ahora necesito que entres al portal sin que nadie te note, ¿Entendido Livian?
—Entendido jefe. —Respondió la chica.
Ella esperó pacientemente en el techo de la mina pvp esperando que todas las personas de abajo entraran al portal, después de un rato ella no vio nadie y salto desde arriba cayendo al suelo suavemente para que nadie lo notara.
Livian saco uno de sus bolsillos, una espera de color negra y la lanzo al portal y en su muñeca pareció una imagen de lo que estaba pasando en la otra dimensión, después de comprobar que no había nadie cerca, ella entró al portal.
***
Apenas cruzamos el portal, el cambio fue inmediato. El aire se volvió denso. Pesado. Casi espeso, como si nos adentrásemos en un pulmón moribundo.
No estábamos en la superficie del mundo. Esto era el subsuelo… o algo mejor dicho, el inframundo.
Las paredes eran gigantescas formaciones rocosas que parecían haber sangrado siglos atrás: piedra de un rojo intenso, como carne endurecida.
De los techos colgaban estalactitas que, de tanto en tanto, sangraban lava líquida, la cual caía en los ríos ardientes que recorrían las grietas del suelo.
El calor no era el de una hoguera ni el de un sol lejano. Era el calor de un vientre corrupto, de algo que nunca debió estar vivo.
Caminábamos por una cordillera de piedra negra como la ceniza apelmazada. Nadie hablaba. Nadie reía. Solo el eco de nuestros pasos rompía el silencio.
Y ese silencio era lo que me hacía sentir extraño… era como si mi cuerpo estuviera alerta, pero…
No había monstruos… No había señales de vida… Solo nosotros… Y el vacío.
Después de un tiempo que se sintió eterno, el terreno cambió.
Llegamos a un bioma extraño… como un bosque maldito que había olvidado cómo crecer.
Los árboles aquí eran hongos gigantescos, con hojas color verde marino cubiertas de una sustancia viscosa, y troncos grises como si el fuego los hubiese carbonizado, pero se hubieran negado a caer.
El suelo estaba cubierto por un pasto del mismo color enfermizo. Cada paso sobre él producía un crujido blando, como si camináramos sobre esponjas vivas… o cuerpos podridos.
De vez en cuando, se veían ondulaciones en la tierra. Como si algo respirara debajo… pero al parecer era mi imaginación….
Famtom iba al frente.
No parecía incómodo, ni curioso, ni siquiera alerta. Solo avanzaba. Sin titubeos. Como una máquina programada para ignorar el horror. Sostenía su celular con un mapa, ni siquiera miraba el camino.
Y eso… Eso era lo más inquietante.
¿Qué clase de persona camina por un infierno sin miedo?
Tras horas de caminata sin una sola palabra, paramos a descansar.
Me senté sobre un tronco gris —húmedo y extraño al tacto, como si aún guardara calor de una llama que ya no existe—, mientras Storres se dejó caer junto a mí.
No dijimos nada.
Nadie lo hizo.
Era como si este lugar nos estuviera escuchando… la verdad, yo ya estaba harto de este sentimiento, así que dije algo para aligerar las cosas.
—Ahhh… ya pasamos un buen rato caminando y no hemos encontrado nada.
Storres me miro de reojo y dio una sonrisa un poco inquietante, al parecer él también sentía lo mismo que yo.
—Si… y aparte no hemos visto ningún enemigo mientras caminábamos… eso me da un mal rollo.
—Es verdad… es un poco extraño.
—Por lo que tengo entendido, la palabra Nether no significa “Inframundo” como muchos creen, en realidad se llama “Tierras profundas…” Significa que donde estamos ahora no es el infierno, sino que la entra al él.
—No sabía eso.
—Es normal, mucha gente cree que es el inframundo… ahorita que lo pienso ¿Cómo sabemos para donde ir?
Mientras Storres decía eso, la gente que estaba sentado alrededor de nosotros miraron a Famtom que estaba viendo un charco de lava mientras veía su celular y un dispositivo cuadrado que pitaba cada cierto rato.
Como nadie quería dirigirse la palabra por lo que había pasado hace rato, pues yo no tenía más opción que preguntar a Famtom.
—Famtom! —El joven giro su cabeza para mirarme de reojo.
—No me llames Famtom, yo soy tu superior, así que llámame comandante.
Él lo dijo con un tono serio y cortante, en ese momento sentí como si nuestra amistad fuera cortada de golpe… ¿Por qué está actuando de esa manera ahorita? ¿Qué paso?
Apreté los puños sin entender nada, pero le respondí un poco incómodo.
—Eh… está bien, Comandante, ¿Cómo sabemos a qué lugar ir?
Famtom se dio la vuelta mostrando su celular que tenía una imagen, era un castillo gigantesco de ladrillos de color rojo oscuro y estaba en medio de un lago de lava y alrededor de él había muchos puentes que conectaban con la estructura.
La gente al ver esto apretaron sus armas con fuerza, tenían miedo, esa estructura parecía de un monstruo superpoderoso.
El comandante que estaba mirándonos sin expresión alguna vio que estábamos un poco preocupados, así que dijo esto:
—El lugar ha sido explorado con anterioridad y detectamos la energía que irradiaban las barritas en ese lugar gracias nuestro detector de energía.
—Ahhh… entiendo, entiendo.
—Vámonos ya, quiero acabar con este encargo rápido.
Al escuchar lo que dijo el comandante, Neon y los demás se levantaron de sus asientos y comenzaron a caminar.
A lo lejos, Livian los miraba detalladamente lo que hacía Famtom y las demás personas, con un movimiento rápido de su mano toco su oreja.
—Señor, el equipo de exploración ya va a llegar a la fortaleza del Nether.
—Perfecto Livian ya sabes lo que tienes que hacer.
—Entendido señor.
Y después de eso, la chica comenzó a saltar entre los árboles que tenían forma de hongos para seguirlos.
Paso un rato y Neon y los demás compañeros se encontraron cara a cara con la fortaleza del Nether, era gigantesca, tenía ladrillos de color rojo oscuro, abajo de la estructura había un charco de lava enorme que iluminaba el lugar.
Para entrar teníamos que cruzar un puente de ladrillos… pero este estaba muy desgastado, se podía ver las grietas desde lo lejos que estaba a punto de romperse.
El comandante se paró en seco y al mismo tiempo alzo su mano hacia nosotros para que nos detuviéramos, Storres que estaba a un lado mío, no entendía o que estaba pasando.
—-¿Qué paso? ¿Por qué nos detenemos?
—El puente está en muy mal estado —Dijo el comandante mirándonos fijamente— El que tiene el rifle ven aquí.
El chico miró hacia todos los lados nerviosos, pero se acercó sin cuestionar hacia donde estaba el jefe, los demás, tragaron saliva, o veían al suelo para no verlo.
—Cruza.
Al escuchar eso todos nos preocupamos, el joven lo entendió a la primera… él iba a hacer la carnada para ver si el puente no se rompe o no.
Ladeo su cabeza hacia los lados lentamente, diciendo que no quería hacerlo, pero el comandante no dijo nada, solo lo miro, y con una voz fría dijo:
—Cruza, es una orden.
Yo ya no podía soportar esto, apreté los puños y comencé a caminar hacia donde estaba él.
—¡Famtom, detente! ¿Qué demonios estás haciendo? ¡Vas a ponerlo en peligro!
Ya no me importaba como lo llamase, Famtom o comandante es igual, solo quería hacerlo entrar en razón, eso no se puede hacer así usar a alguien para comprobar algo es ridículo pero…
Él me miró fijamente, solo me miro… sin emoción alguna, ese brillo de luz que antes estaba en sus ojos… había desaparecido por completo… en eso entendí que ya no era Famtom con quien estaba hablando.
—Cállate y vuelve a tu lugar.
En ese momento sentí como si alguien me apuñalara en el corazón, no sabía por qué, apreté los dientes y retroceso hacia atrás con el rostro hacia abajo.
El comandante aprovechó la confusión para empujar al chico que estaba alado suyo al puente, callo al suelo y no paso nada.
—Es seguro, sígame.
La gente caminaba en silencio, con la preocupación escrita en sus rostros… Algunos sujetaban sus armas con más fuerza de la necesaria, como si eso pudiera protegerlos de lo que no entendían.
Yo solo seguí el flujo. No miraba al frente. No podía. Tenía los ojos clavados en el suelo, intentando no pensar…
Pero los pensamientos venían igual.
Cuando cruzamos las puertas del castillo, una quietud pesada nos envolvió.
El lugar… estaba muerto.
No vacío. Muerto.
Las paredes estaban agrietadas, carcomidas por el paso del tiempo… Los muebles, reducidos a astillas… Las escaleras, partidas, como si hubiesen colapsado por el peso de demasiadas historias no contadas… Y en los techos, en las esquinas, colgaban telarañas como velos de luto.
Esperaba encontrar algo poderoso. Un enemigo oculto. Un monstruo aguardando el momento para atacar.
Pero no había nada. Solo un silencio profundo. Demasiado profundo.
Como si todo lo que alguna vez vivió aquí… hubiese sido arrancado del tiempo.
Pensar eso me provocó un escalofrío que recorrió mi columna como un dedo helado. Mi piel se erizó. Y, por un instante, sentí que nos estaban observando.
Pero el comandante no se detuvo. Caminaba como si supiera el camino. O como si nada pudiera detenerlo.
Y sin más opción, el escuadrón lo siguió.
El primer salón era inmenso. Encima, colgaban estructuras mecánicas —grúas oxidadas suspendidas por cadenas que crujían lentamente—.
Debajo, canales de lava fluían por túneles diseñados con precisión milimétrica… El calor nos rodeaba, pero no era acogedor. Era el calor de una fábrica abandonada, de un corazón que ya no late pero aún quema.
El siguiente cuarto tenía hornos colosales, cubiertos de polvo y escombros. Había minerales dispersos por el suelo… fragmentos amarillos que brillaban débilmente bajo la luz roja de la lava.
Los soldados los vieron. Sus ojos se iluminaron como si despertaran de una pesadilla.
—¡Es oro…! ¡Seremos ricos!
Gritaron. Algunos reían, temblando. Y, sin embargo… algo no encajaba.
¿Por qué todo estaba tan bien conservado… y tan olvidado a la vez? Era… como si desaparecieran de la noche para la mañana…
Más adelante, encontramos una estructura cuadrada. Tenía ventanas enrejadas con ladrillos negros, y al centro, un jardín seco con esos extraños árboles que habíamos visto antes —hongos gigantes carbonizados, petrificados en su última forma de vida—.
Mientras lo observaba, una sensación me invadió. Una mezcla de déjà vu y miedo.
¿Quién construyó esto? ¿Qué clase de civilización habitó este infierno bajo tierra? ¿Por qué desaparecieron?
Luego llegamos a una biblioteca. El polvo flotaba en el aire como cenizas suspendidas, y los estantes estaban llenos… no vacíos, no saqueados. Llenos. Como si esperaran a que alguien regresara.
Tomé un libro al azar. Sus páginas crujieron al abrirlo. No entendía el idioma, pero vi una imagen.
Un caballero oscuro, envuelto en una energía turbia, luchando contra un monstruo cuya forma no podía describir.
No sabía qué significaba… Pero sentí que era importante… Y entonces, por un segundo, vi mi reflejo en el cristal de la página. Pero no era yo. Era él… Que alguien había querido que lo viera.
—¡Neon! ¡Vamos, te vas a quedar atrás! —gritó Storres, desde el pasillo.
Guardé el libro con rapidez. Me dolía dejarlo. Pero corrí tras ellos.
—¡Ya voy!
Finalmente, cruzamos un puente cristalizado, debajo del cual corría lava hirviente. Y llegamos a… un comedor?
Mesas largas. Sillas dispersas. Todas cubiertas de polvo, algunas volcadas, otras intactas como si alguien fuese a sentarse en cualquier momento.
¿Quién comía aquí? ¿Qué eran? ¿Eran humanos…? ¿O algo más?
La pregunta me rozó como un susurro entre las grietas.
Pasamos por más salas vacías, hasta llegar a una cámara enorme. Pilares inmensos se alzaban hasta tocar el techo, como huesos sosteniendo una catedral olvidada.
Y en el centro… Un trono. Vacío.
Flotando sobre él, suspendido en el aire, había un bastón dorado que brillaba con luz propia, como si esperara que alguien —cualquiera— volviera por él.
El comandante se detuvo. Nadie dijo una palabra. Solo el eco del pasado llenaba la sala. Todos sabían que era la cosa que estaba adelante de ellos, era…
—La barrita del Nether. —Dijo Famtom.
Mientras el comandante y su escuadrón contemplaban el objeto flotante en la sala, una figura solitaria los observaba desde las sombras del techo.
Livian, acostada boca abajo entre vigas metálicas cubiertas de polvo, abrió con cuidado uno de sus bolsos. Sus dedos, firmes, pero ágiles, sacaron un pequeño cilindro metálico. Sin decir más que un susurro cargado de intención, pronunció:
—Magic the Word: Enlarge.
El objeto creció en un instante, transformándose en un rifle de francotirador con una mira larga y reluciente. Livian lo encajó contra su hombro con movimientos entrenados.
Se acomodó, respiró hondo, y apoyó el ojo en la mira.
Ahí estaba… Famtom.
Inmóvil, de pie entre su escuadrón. Ajeno a todo. Ajeno a ella. Lentamente, se llevó dos dedos al auricular oculto en su oído.
—Livian preparada. Repito, Livian preparada.
A kilómetros de allí, una voz respondió. Cálida. Controlada. El chico rubio sonrió al oírla. Como si ya hubiera visto este momento en su mente una docena de veces en su cabeza.
—Entendido. Si hay desviaciones en el plan… ya sabes qué hacer.
—Recibido, jefe. —Livian cargó el arma. La bala, plateada y fría, encajó con un clic seco.
Volvió a mirar por la mira. Famtom se veía tranquilo. Ella frunció el ceño. Su dedo rozaba el gatillo.