Capitulo 9: Interludio parte 4

El comandante caminó hacia la barrita del Nether, subió las escaleras del trono y miro fijamente sin emoción el objeto, en él se podía ver su rostro vacío sin ninguna emoción, pero eso no le importo, él agarró el objeto y bajo de lugar.

Mientras caminaba hacia mi equipo, saque un cofre portátil de extracción, era un objeto para guardar materiales raros y mantenerlos en el mejor estado posible.

—Regresemos.

Dije, ya acabamos la misión, así que no necesitamos que estemos más tiempo aquí, pero después de eso el lugar comenzó a temblar del techo, se podía ver como el polvo caía, yo gire mi cabeza hacia atrás en el vacío trono comenzó aparecer una criatura.

En ese momento abrí los ojos mientras temblaban de miedo, allí en ese sitio… era la misma criatura que había visto hace más de cinco años y medio… un mutante.

Después de aparecer completamente nos miró con sus ojos negros vacíos y dio un rugido ensordecedor, todos los caballeros sacaron sus armas instintivamente y miraron al mutante.

El mutante no dudó ni un segundo. Se lanzó hacia nosotros con una velocidad brutal, tan rápido que apenas era visible. No era como los otros. Este era distinto.

Apenas llegó frente a Neon, lanzó un golpe directo, cargado de una fuerza que podía partir una montaña.

El chico apenas alcanzó a reaccionar, girando su cuerpo mientras desviaba el golpe con el filo de su espada.

—¡Storres! —gritó Neon.

—¡Voy! —respondió el joven, ya corriendo hacia el enemigo.

Los caballeros con espada se movieron como una unidad entrenada, flanqueando al mutante por la espalda mientras otros disparaban desde la distancia con sus pistolas mágicas.

Yo también traté de moverme con toda mi fuerza, pero… mi cuerpo no se movía, mis piernas, mis brazos, todo se quedaba igual que antes temblando… no sabía por qué… si ya había dejado todas esas emociones atrás ¿Por qué aún siento esto? ¿Por qué? ¿Por qué?

El fuego cruzado iluminó el lugar con destellos fugaces.

Y entonces, un corte limpio lo atravesó por la mitad. En ese instante, el resto aprovechó: las espadas cercenaron sus extremidades con precisión milimétrica.

El mutante rugió con una voz inhumana… y cayó.

Silencio.

El aire quedó quieto. Los caballeros bajaron sus armas, aliviados.

—Eso… eso estuvo demasiado cerca. Un segundo más y Neon habría muerto.

 —Pero ya lo matamos —respondió otro, limpiándose el sudor de la frente.

Algunos incluso reían nerviosos, como si quisieran olvidar lo que acababan de enfrentar, los mire, pero ellos no me miraron, apreté mis puños con fuerza.

¿Realmente… soy tan débil? ¿Por qué? ¿Yo soy el comandante número uno, porque no me pude mover? Si deje todo atrás… 

¡PORQUE TENGO QUE SENTIR TODO ESTO!

Golpe el suelo con todas mis fuerzas y los caballeros me miraron fijamente sin entender lo que había hecho.

Neon se acercó preocupado hacia mí, pero no lo mire, pero algo cambió… Un temblor. Un siseo. Los ojos del mutante, antes negros… se tiñeron de rojo.

Un aura negra brotó de su cuerpo, espesa, como si la misma oscuridad lo reclamara. Un caballero, con el rostro pálido, retrocedió temblando mientras lo señalaba:

—¡I-¡Imposible! ¡¡Aún está vivo!!

Nos giramos todos a la vez. Las armas se alzaron… pero ya era tarde.

Las extremidades del monstruo, que habían sido cortadas, se regeneraron como carne maldita, y sus músculos se hincharon de forma grotesca. Temblaban, como si contuviera, una fuerza que no debía existir.

El mutante rugió con furia y en un parpadeo ya estaba frente a Neon. El chico intentó reaccionar, girando su espada para defenderse, pero fue inútil.

El monstruo lo atrapó por el torso con una sola mano… y lo lanzó como si fuera un muñeco contra la pared.

¡CRASH!

—¡¡NEON!! —gritó Storres.

Sin pensar, corrió hacia el monstruo, con la furia en los ojos. Ya no le importaba si era más fuerte o más rápido. No iba a dejarlo ganar.

Y el mutante aceptó el desafío.

Ambos colisionaron con una fuerza descomunal. El suelo crujió bajo sus pies. Era un duelo de poder… un pulso a muerte.

Yo, en cambio, miraba desde lejos, viendo como todos peleaban por sus vidas mientras yo estaba aquí parado, viéndolos… je… soy un idiota.

Pero Storres… estaba perdiendo. Cada segundo era arrastrado hacia atrás. Cada paso lo acercaba al abismo.

El chico apretó los dientes, su ceño fruncido por el esfuerzo, tratando de resistir. Y entonces llegaron los refuerzos: los caballeros dispararon una lluvia de balas mágicas.

El mutante giró la cabeza, lentamente. Su mirada… heló el alma de todos los presentes.

¡CRACK!

Con un solo movimiento, destrozó la espada de Storres como si fuera vidrio. El joven lo miró, paralizado por el asombro… y en ese instante, el otro brazo del monstruo se alzó como un martillo.

¡BOOM!

El golpe lo aplastó contra el suelo. El impacto levantó escombros. Las balas ya estaban por alcanzarlo, pero el mutante desapareció en una sombra fugaz.

Un parpadeo después… estaba detrás de los soldados. Y con un solo movimiento brutal, barrió a todos con sus brazos extendidos, estrellándolos contra las paredes con una violencia devastadora.

Livian que estaba escondida en el techo, miro la pelea de manera seria, calculando cuando disparar o no, con un movimiento lento se llevó su mano hacia su oreja.

—¿Señor disparo? Todos los caballeros fueron derrotados.

El jefe con una voz tranquila dijo.

—No dispares porque… ahora comenzara el final de mi plan.

Mientras el jefe decía eso la chica miro por el francotirador a Famtom él estaba paralizado y el mutante lo miro fijamente y comenzó a caminar lentamente hacia él.

***

En lo más profundo de mi ser… sentía que me hundia. Caía lentamente hacia un abismo oscuro dentro de mí mismo.

No luchaba contra la caída. ¿Para qué resistirme? Todo acabaría igual que siempre… vacío… sin sentido.

Hace cinco años.

Vivía en un pequeño pueblo del Reino del Norte, uno de los primeros lugares donde aparecieron los monstruos.

Recuerdo el día exacto… Caminaba por un sendero de tierra, con un hacha al hombro y un puñado de leña en la otra mano. Sonreía.

 “¿Qué vamos a comer cuando regrese?”, pensaba. Una pregunta simple, tranquila.

Pero cuando llegué… todo estaba en llamas.

Corrí como loco hacia la colina, donde estaba mi casa. Y lo vi.

Frente a ella… una criatura espantosa. Un monstruo.

Y delante de él… mi abuelo.

El hombre que me salvó cuando era niño… El que me adoptó, me crio… El que me enseñó a luchar.

Me miró… Firme, decidido. Su voz aún retumba en mi cabeza:

—¡Corre! ¡Lo más rápido que puedas! ¡Escóndete!

En ese momento sentí que algo dentro de mí se rompía.

No quería dejarlo… 

Él me enseñó a pelear… Yo quería luchar a su lado… Pero mis piernas… no se movían.

El anciano gritó una vez más:

—¡CORRE!

Y lo hice. Me perdí entre los árboles, me oculté tras un arbusto… Me tapé los oídos con los brazos y lloré.

Un cobarde. Eso era… Un maldito cobarde que huyó.

Al día siguiente… regresé. El fuego se había extinguido, y los soldados ya recogían los cuerpos.

Y ahí estaba él.

Tendido sobre una camilla, cubierto con una sábana blanca. Su rostro, tranquilo. Como si solo estuviera durmiendo.

Fue la primera vez que sentí un dolor tan profundo.

Ni los entrenamientos más duros. Ni las heridas más graves. Nada… nada se comparaba con eso.

Y desde entonces, siempre me pregunté…

“Si hubiera sido más fuerte…” “Si no hubiera tenido miedo…” “Si pudiera retroceder el tiempo…”

Yo no habría huido. Habría muerto a su lado.

Prefería eso… que vivir con esta culpa.

—¡HEY, IDIOTA! ¡¡AÚN SIGO DE PIE!! —gritó una voz a lo lejos.

Abrí los ojos. Esa voz… era Neon, el mutante lo miro bruscamente hacia su dirección, No lo entendía. ¿Por qué? ¿Por qué se esforzaba tanto… por mí? Su cuerpo estaba temblando. Sangrando, quebrado… pero aun de pie, sosteniéndose con su espada.

—¿Por qué…? —susurré.

—Porque eres mi amigo —escuché.

Y entonces lo sentí. Algo… calentito en el pecho. Un fuego suave, que me hacía temblar por dentro.

Neon estaba ahí. Luchando, sangrando… tratando de salvarme.

¿Pero por qué…? ¿Acaso yo merecía eso?

No…

Desde el principio no lo he tratado bien a Neon… pero mientras pasaban los días, sentía como si mi corazón se rompiera poco a poco… y ahora lo entiendo…

Neon… es alguien especial para mí.

Pero esta vez, no voy a permitir que se repita.

No voy a quedarme paralizado… No voy a perder a otro ser querido… No otra vez.

Comencé a nadar en la oscuridad. Mi cuerpo parecía hundido en un pozo sin fondo, pero allí…

allí estaba la luz.

La luz que tanto quería desaparecer.

La busqué.

Luché por alcanzarla.

Cada parte de mí dolía.

Estaba atado por cadenas invisibles que me cortaban la piel…

Pero no me importaba… Tenía que moverme.

Tenía que salvarlo.

Mis brazos temblorosos rodearon mis piernas. Forcé mi cuerpo. Lo obligué a despertar.

Y entonces… vi cómo el mutante levantaba su brazo.

Neon estaba justo frente a él. Indefenso. A punto de morir.

No…

No lo permitiré.

¡¡NO OTRA VEZ!!

En ese instante, las cadenas dentro de mí… se rompieron.

Un estallido de energía se liberó en mi interior.

Mis pies tocaron el suelo. Y corrí… Corrí con todo lo que tenía.

Con una única certeza en mi alma:

Esta vez… yo te salvaré.

Justo antes de que el golpe del mutante alcanzara a Neon, aparecí frente a él. Crucé los brazos y detuve el impacto con todo mi cuerpo. El suelo bajo mis pies se resquebrajó por la fuerza brutal, pero no me importó. Con un rugido, levanté la pierna y golpeé al mutante con una patada directa al pecho, haciéndolo retroceder varios metros.

Neon, jadeante y cubierto de sangre, me miró, con los ojos abiertos de par en par.

—¿Famtom...?

—Sí. Ahora, déjamelo a mí.

Lo dije tranquilo, pero por dentro sentía mis manos temblar. El miedo seguía ahí… pero no lo dejaría controlarme nunca más. Vi cómo Neon esbozaba una sonrisa débil antes de desplomarse. Lo sujeté justo a tiempo y lo recosté con cuidado contra la pared.

Fijé la mirada en el mutante. “No puedo perder. No otra vez. Ya no huiré.”

El mutante chilló como una bestia herida y se lanzó sobre mí a cuatro patas, más rápido que nunca. Saltó con intención de acabar conmigo, pero me deslicé bajo él y disparé con mi pistola. La bala apenas atravesó su piel podrida, pero lo hizo retroceder un instante.

Gruñendo de rabia, arremetió con una lluvia de golpes salvajes. Los bloqueaba uno tras otro con mis manos, pero comenzaba a perder ritmo. Algunos golpes me alcanzaban, y sentía el dolor cortarme el aliento. Pero no importaba. Tenía que seguir.

Más rápido. Más rápido. Más rápido.

Comencé a acelerar mis movimientos, mis manos eran un borrón. Golpe por golpe. Grito por grito. Cada impacto era un mensaje: “No me rendiré.”

El mutante me golpeó con un puñetazo directo a la cara. Retrocedí tambaleando. La sangre corrió por mi frente. Me toqué la cabeza. Dolía. Pero di un paso al frente.

Corrí hacia él. Con todo. Con rabia. Con miedo. Con fuego en el pecho. Lo ataqué con puñetazos y patadas, forzando mi cuerpo al límite. El mutante resistía, pero yo también.

Más rápido. Más rápido. Más rápidooooo.

El veneno del mutante comenzaba a recorrer mi cuerpo. Mis músculos ardían, mis fuerzas flaqueaban. Pero no me importaba.

Grité con el alma:

—¡AHHHHHHHHH!

El mutante me derribó de un golpe brutal al estómago. Quedé arrodillado. Sin aire. Sin fuerza. Y en ese momento, lo vi levantar el brazo. Listo para matarme.

Pensé en todos ellos. Cliffy. Alice. Sohee. Neon. Charlotte.

Apreté los dientes.

—¡NO! ¡No cometeré el mismo error de hace cinco años! ¡NO VOY A HUIR!

El puñetazo cayó sobre mí… pero en ese instante, el mundo se detuvo.

Todo se volvió oscuridad. Y de esa oscuridad, surgieron líneas azules que se extendieron como circuitos por las paredes. Mi cuerpo flotó. En mis manos aparecieron guantes negros de metal, y mis piernas se cubrieron con el mismo material.

Mi voz tembló:

—Valkirion...

El tiempo pareció ralentizarse. El golpe del mutante se volvió lento, predecible. Me moví con precisión. Lo esquivé.

Y entonces, con un rugido final, reuní toda mi fuerza, todo mi dolor, todo mi pasado…

¡Y lo golpeé en el pecho con un solo puñetazo!

El impacto fue brutal. Un hueco se abrió en el torso del mutante. Su cuerpo voló hacia atrás y cayó sin vida.

El azul desapareció. Todo regresó a la normalidad.

Mire mis manos. Mis guantes. El cuerpo tirado del mutante.

Había ganado.

Miré al cielo. Mi cara empapada de sangre y lágrimas.

—Esta vez… gane…

Y en ese momento sentí como vi vista, se nublaba y caí al suelo.