El entrenamiento ha terminado, la paz ha regresado a nosotros. Sin embargo, las clases han iniciado. Todos los días voy a clases con el miedo de que mi pulsera suene y tenga que presentarme en el
Según nuestras conversaciones con los egresados, las misiones llegan a ser tan sencillas como acompañar a una anciana al supermercado o tan complejas como recuperar a rehenes de un secuestro. Por lo que hay una probabilidad de que ni siquiera use mis poderes en todas las misiones que tenga que llevar a cabo.
"Recuerden que el día de mañana deben exponer sobre los temas que a cada equipo les ha tocado, descansen", dice la maestra de Filosofía.
Con eso, nuestro día de clases termina y procedemos a ir al comedor todos juntos. Como es de costumbre, me reúno con Emily y caminamos de la mano por los pasillos hasta encontrarnos a los chicos. Al llegar al comedor, todos ordenamos uno tras otro y luego nos sentamos en una mesa. Es agosto, casi septiembre, estoy a un mes de cumplir un año en el instituto. Eso me hace sentir algo nostálgico, el recordar todo lo que ha pasado en un año es increíble. Aunque, parece que soy el único que se siente así, tal vez los demás no sufrieron como yo o simplemente son más duros de lo que aparentan.
"El clima es agradable, me gusta que no haya nada de calor", dice Sandra, mientras prueba su pasta.
Lo que dice ella es verdad. El clima durante el día de hoy ha sido fresco, temperatura máxima de 20 grados, y un cielo parcialmente nublado. El viento fresco golpea ligeramente los árboles provocando que caigan algunas hojas en el suelo. Algo típico de una temporada otoñal, aunque algo fuera de tiempo si me lo preguntan.
"¿Creen que seamos enviados a misiones difíciles?", pregunto.
"Hum, no lo sé. Seguramente nos envíen a misiones sencillas como primer punto de partida" Karla me responde luego de sorber de su jugo de durazno.
"Honestamente a mí me da miedo, saber que hay una probabilidad de ser enviados a misiones difíciles", dice Emily.
"Opino igual", digo.
Con una carcajada y un carraspeo como el de un pirata ermitaño, Rodrigo golpea la mesa con su puño izquierdo, "no sean tan temerosos. Nuestras misiones serán sencillas, y si son difíciles ¿Cuál es el problema? ¡Mejor! Así generamos experiencia".
Me gustaría decir que no… pero tiene un punto.
Mientras estamos comiendo, siento como mi brazo izquierdo comienza a vibrar. Miro mi muñeca y veo la pulsera iluminando un signo de admiración rojo. Mis ojos se abren como dos enormes platos y un escalofrío recorre toda mi espalda. Temerosamente toco el botón seguido de un trago de saliva, y finalmente veo como me arroja una notificación.
"Preséntate en la entrada del edificio escolar 'D'".
¿Quién ha enviado esto? No dice ningún emisor.
Levanto mi mirada y todos en la mesa me observan con miedo, como si acabasen de ver a un muerto entre nosotros.
"¿Ustedes… también?", pregunto, sin poder hablar correctamente, mi voz está enmudecida.
Nadie dice nada, únicamente asienten y lentamente se ponen de pie.
Tras dejar las bandejas en su lugar, caminamos juntos en silencio hasta el lugar mencionado.
¿Será esta nuestra primer misión? Somos demasiados. ¿No suelen enviar un escuadrón compuesto por tres o cinco integrantes? ¡Maldición! Espero que no sea la primera misión.
Mi cuerpo tiembla, aunque tengo miedo en realidad me gustaría acabar de una vez por todas con las misiones y liberarme de ese enorme peso de encima. Solo puedo esperar a que el tiempo avance rápidamente y cuando llegue al final de la preparatoria miraré este momento como un simple recuerdo.
Llegamos al lugar mencionado y allí están de pie el director junto a su asistente y Marco.
"Jóvenes, es bueno verlos", dice el director.
Tras nosotros, todos los que están cursando el quinto periodo llegan, somos los estudiantes de último año, es evidente que todos debemos estar presentes.
"Parece que no falta nadie", dice Marco.
"Sígannos".
Caminamos hacia la enfermería, a un costado de esta hay una puerta grande de metal, donde dice 'solo personal autorizado' con un lector de tarjeta a un costado. Marco se gira hacia nosotros y sonríe.
"Jóvenes, hemos llegado al Centro de Investigaciones y Despliegue de Fuerzas Mutantes. Lo que verán a continuación no es más que una simple habitación de monitoreo continuo en campo. Les mostraré lo que hay que hacer para entrar", dice.
Marco toma su credencial sacándola de su bolsillo derecho del pantalón, luego la inserta en el lector y la saca. El lector arroja un indicador en verde y tras un pequeño clic él empuja la puerta y esta se abre.
"Por favor, pasen", dice Marco, entrando tras el director y su asistente.
Todos caminamos hacia este lugar, al entrar, quedamos perplejos por lo grande que es. Un cuarto completamente blanco, con muchas pantallas mostrando un globo terráqueo, otras muestran una especie de figura humana genérica con gráficas y estadísticas. Debajo de estas pantallas hay una enorme mesa con un tablero gigantesco con micrófonos, teclados y botones por doquier, así como cinco asientos.
En el resto del cuarto hay una especie de puertas, cinco puertas en el muro opuesto a los monitores.
"Aquí nos encargamos de vigilarlos cuando salen a campo, podemos ver sus ubicaciones en tiempo real en todo momento, así como saber si están en peligro o no con base a sus estadísticas que la pulsera nos hace el favor de entregarnos", dice Marco, mostrándonos el tablero y los monitores.
"Del otro lado, tenemos un grupo de vestidores, aquí entrarán cada vez que realicen una misión, dependiendo el tipo, claro está. Deben desnudarse, tomar un baño con las regaderas especiales, y finalmente tomar sus uniformes".
"En cuanto terminen, deben reportarse con nosotros de forma inmediata. Ahora, hablemos sobre las misiones".
Él retrocede dándole paso al director.
"Marco, Fabiola y yo, con ayuda de otros cuantos científicos o militares monitorearemos sus avances en la misión. Pero, hay muchos tipos de misiones, usualmente por su dificultad son clasificadas. Les hablaré de las misiones de emergencia y las protocolarias", dice el director, juntando sus manos como si diera un pequeño aplauso.
"Las misiones de emergencia son aquellas que ocurren de forma inesperada, esto suele darse en cualquier hora del día. Y el mismo sistema arroja que mutantes y cuantos requiere para llevarse a cabo de forma óptima. El sistema es tan confiable, que cuando nos arrojó una misión que necesitaba diez mutantes no lo creímos y pensamos que se había averiado… enviamos a cuatro mutantes… el resultado fue una masacre. No sobrevivió ninguno".
"En las misiones de emergencia no hay intervención de por medio, el sistema llama en automático a los que requiera, es decir, un día tranquilo puede llamar a Eric o a Pedro, por ejemplo. Con base a los requerimientos será la solicitud de mutantes. Ahora, tenemos las protocolarias", dice, apuntando hacia la pantalla.
"Afortunadamente no hemos tenido que enviar a nadie de este instituto mientras son estudiantes, a una misión emergente, siempre son protocolarias. Y las repartimos de tal forma que todos tengan misiones igual de difíciles en la misma cantidad", dice.
"Esto lo decidimos nosotros, y luego les hacemos llegar la alarme en sus pulseras con el sistema de apoyo".
En los monitores podemos ver una enorme lista de misiones por cubrirse, así como la lista de nuestros nombres incluyendo nuestras fotos.
"Y bueno, eso es todo de nuestra parte. ¿Alguna duda?", pregunta el director.
Levanto mi mano y el director me cede la palabra.
"¿Qué sigue después de que nos cambiamos de uniforme y nos dan las indicaciones?", pregunto.
El director mira a Marco y este da un paso al frente.
"Dependiendo la misión será lo que ocurrirá después. Puede que tengas que reunirte con algún grupo de militares o serás enviado de forma individual, eso se decide en el momento" Marco me responde, mirando hacia el techo.
"Ya veo", digo.
"¿No hay dudas?", pregunta nuevamente el director.
Nadie dice nada, entre los nervios y el miedo que deben sentir, seguramente no pueden ni decir una sola palabra…
"Bien. Les mostramos el lugar ya que más pronto de lo que creen comenzarán a haber misiones. La lista es muy grande, pero, las hemos colocado de tal forma que nadie hará misiones muy complejas".
Con eso, nos invitan a retirarnos del lugar. Los chicos y yo nos reunimos nuevamente afuera del edificio escolar y ahora caminamos hacia los dormitorios.
"¿Creen que sea duro?", pregunta Diana.
"No lo sé, pero al menos vi quince misiones con el nombre de 'Rescate'. No luce nada bien", dice Eduardo.
"Tsk. ¡Ya déjense de tonterías! Eric y yo los vamos a proteger en caso de ir juntos. Además, Eduardo, eres un mutante elemental, yo soy velocista, Eric un Timekeeper, de las mujeres no puedo decir mucho, pero las protegeremos", dice Rodrigo, con un rostro muy molesto.
El sonido de un fuerte golpe resuena en todo el campo abierto; Sandra le había dado un gran zape a Rodrigo, mientras una vena se salta en su frente.
"Eres un idiota. Además, Emily te partió el culo en el entrenamiento, aunque seas un velocista, sin poderes una mujer puede ganarte", dice Sandra.
"¡Eres una…!", exclama Rodrigo sin poder continuar.
"¡Dilo, papito! ¡Dilo! ¡Aquí mismo te reviento el hocico!", exclama Sandra arremangando su camisa.
"Basta, chicos, no hace falta que peleen. Ya suficientes problemas hay con las misiones, vámonos a descansar", digo, separándolos al poner una mano en sus pechos.
Sandra me sonríe y suspira, para luego acomodarse la camisa nuevamente.
"Sí, tienes razón. Vamos a descansar", dice.
Al llegar a mi dormitorio, me cambio de ropa y tomo mi laptop para comenzar a preparar el material de mi exposición del día de mañana. Abro varias páginas web, así como tomo algunos libros que he traído de la biblioteca que podrían ayudarme. En mi equipo están Emily, Eduardo y Karla, así que estamos trabajando juntos.
Usamos la llamada compartida y el trabajo en línea colaborativo para realizarlo de manera remota sin salir de nuestras habitaciones.
"Podríamos haber ido a la biblioteca", dice Emily.
"Sí, pero no podría trabajar mientras estoy acostado en mi cama", respondo.
"Eric tiene un punto jaja", dice Eduardo, riendo ligeramente.
El sonido de cada tecla que presiono hace eco en la habitación, el atardecer comienza a llegar. En la ventana puedo ver como el cielo se está pintando de colores naranjas y amarillos conforme avanza el día.
"¿No creen que Filosofía es aburrida?", pregunta Karla.
"Pues, si te pones a pensar… los filósofos eran musculosos, si pensar te pone así, prefiero ser un filósofo jaja", responde Eduardo.
Estoy riendo a carcajadas por lo que ha dicho y de repente mi muñeca izquierda comienza a vibrar con una especie de sonido agudo en intervalos de 3 segundos. Miro la pulsera y veo nuevamente ese signo de admiración allí.
"¿Eric? ¿Qué suena?", pregunta Emily.
No puedo pensar en nada, me he quedado congelado. Estoy lleno de miedo por lo que sea que pueda ver allí. ¿Es realmente mi misión? ¿Por qué nadie dice que a ellos también los han llamado? Mi cuerpo tiembla, mi sudor comienza a escurrir por mi frente y un enorme escalofrío me recorre nuevamente, como si la muerte tocase mi hombro ligeramente.
El aire se vuelve pesado, siento que no puedo respirar y únicamente escucho mi corazón latir con fuerza.
No… no… ¿Por qué tengo miedo? ¡Sé que estoy preparado! Pero… ¿realmente podré con una misión compleja?
"¡Eric!", exclama Emily.
Gracias a eso puedo salir de mi transe.
"¿Eh? Perdón, perdón… es… es mi pulsera", respondo.
Toco la pantalla y veo la notificación, "Eric Jaeger. Nueva misión protocolaria. Presentarse en el CIDFM".
"Eric… ¿estás bien?", pregunta Emily.
"Sí, solo me tomó por sorpresa. Por favor, continúen sin mí", digo.
"Eric, no puede ser…", dice Karla, con una voz enmudecida.
"Eric, espera… ten cuidado", dice ella, con una voz preocupada.
"Lo haré", respondo.
"En cuanto te digan que tienes que hacer, dínoslo", dice Karla.
Tras eso, cuelgo la llamada y cierro mi laptop. Rápidamente me pongo un pants y mis tenis para correr hasta el CIDFM, el camino puedo ver muchas hojas cayendo al suelo, incluso veo hojas de arce, creí que aquí no había.
Me agacho a intentar sujetar una y de pronto, una racha de viento se lleva todas las hojas lejos de mí, dejándome con las manos abiertas.
"…"
Resignado, sigo mi camino y al llegar, inserto mi credencial allí, cuando el indicador se ilumina en color verde empujo la puerta y entro.
Lo primero que puedo ver es al director sentado allí, con un hombre de cabello plateado; es algo viejo. Su piel es ligeramente arrugada y de color ligeramente clara, su altura es mayor a la mía y porta un uniforme elegante de color azul marino con medallas en su pecho y hombreras blancas, mientras que en su cabeza usa un sombrero militar de alto rango. Debe ser almirante o quizá sea un coronel.
De cualquier forma, ese militar realmente impone, su sola presencia hace que el ambiente se sienta pesado. Puede que sea por mi temor o que realmente su aura sea tan poderosa como para incomodarme.
Por otro lado, veo a Rodrigo y a David de pie, ambos con brazos cruzados sin poder mirarse.
"Bueno, ya están todos", dice el director.
Él se pone de pie y se acerca a nosotros mientras me reúno con los chicos.
"Jóvenes, sé que seguramente estaban realizando algunas actividades, pero se les ha informado de una misión ya que es necesario".
"¿David irá con nosotros?", pregunto.
"Así es, necesita terminar con sus misiones para poder egresar. Ahora, lo importante es que tenemos apoyo militar", responde el director.
Esperen. ¿Apoyo militar? ¡¿No es esta una misión difícil?! ¡¿Por qué rayos tienen que venir los militares?!
Siento como mi mente se llena de pensamientos que me provocan un intenso temor. El director ni siquiera ha dicho en qué consiste esta nueva misión, pero ya siento mi cuerpo temblar, mi respiración agitarse y sin darme cuenta aprieto mis puños con mucha fuerza.
"Descuida, Jaeger, si te sientes con miedo yo te puedo proteger, nenita", dice David, acercándose a mí y poniendo su mano sobre mi hombro izquierdo.
El oficial allí presente nos mira de pies a cabeza, con una expresión algo modesta, como si analizara nuestras aptitudes solo con nuestra apariencia.
"Mucho gusto, jóvenes. Soy el coronel Báez. Mi batallón ha sido asignado ante esta misión. Créanme, no es de mi agrado llevar a jovencitos como ustedes, pero los jefes lo ordenan. Ahora, déjenme decirles de que se trata", dice el coronel, apuntando un control remoto hacia los monitores.
En cuanto presiona un botón puedo ver en una pantalla una especie de pastillas blancas en una bolsa zipper.
"Eso de allí es una droga. Una nueva droga. El creador y cuando digo el creador me refiero al único sujeto que sabe como desarrollar esa porquería; nos ha encargado protegerlo en una reunión con clientes", dice el comandante, presionando nuevamente un botón y mostrando la imagen de un sujeto pálido, con cabello corto a ras de cuero cabelludo, ojos verdes y labios delgados.
"Le dicen 'El Güero', y ha sido perseguido por muchos cárteles".
¿El Güero? Yo recuerdo ese nombre…
En ese momento, mi mente se llena de un mar de sangre, los recuerdos de aquella noche en el bar con mis amigos me persiguen, los disparos suenan nuevamente en mi cabeza y puedo ver como mis amigos agonizan frente a mí. El olor a pólvora, las detonaciones hacen eco en mi cabeza. Entonces, escucho eso, esa maldita palabra.
El Güero.
"Yo… yo estuve allí, yo escuché de él", digo entre tartamudeos con un tono exaltado.
El director me mira con un rostro serio, mientras que Rodrigo y David me observan llenos de curiosidad. El coronel cruza sus brazos y me cede la palabra con su mano derecha.
"Aquella noche… no… bueno… esa noche ya no existe… yo la borré con mis poderes, pero estábamos en un bar mis amigos y yo. Unos sujetos entraron y acribillaron a todos… iban buscando a ese individuo", digo, apretando mis puños contra mi pants.
"Ah, tú fuiste quien nos ayudó a detener a esos criminales. Es bueno saberlo", dice el coronel.
"Pues, ahora necesitamos protegerlo".
Mis ojos se abren de par en par y aprieto mis dientes sintiendo como mi cuerpo arde en ira.
"¡¿Vamos a proteger a un narco?!", exclamo.
"¡Eric, modera tu voz ante un superior!", exclama el director.
Es la primera vez que el director me grita, me toma por sorpresa e incluso hace que regrese a mis cabales.
"Lo siento… pero no puedo tolerar que ahora protejamos a un criminal", digo.
"¡Es un narco! ¡Estamos del lado de genta mala! ¿Es real lo que todo el mundo dice? ¿Es verdad que el gobierno está aliado con el narcotráfico?", pregunto, completamente exaltado.
"Joven Eric, él no es un criminal. Es un científico que ha desarrollado una droga que logra generar efectos en el cerebro provocando que aquellas secuelas a causa de drogas como fentanilo, cocaína, cristal, toda droga que genere adicción en una persona, sean erradicadas", dice el coronel.
"¿Eso es… posible?", pregunto.
"Claro" el director me responde.
"¿Por qué crees que los alcohólicos toman mucho café? Usan un sustituto, no es perder el vicio, es enfocarlo en otra cosa".
Ya veo…
"Pero esta droga no genera una dependencia, logra erradicar esa necesidad de ingerirlas y, además, logra evitar una dependencia a sí misma. El chico lo hizo con base a los antidepresivos. La vende como una droga barata y buena, cuando los drogadictos la prueban simplemente pierden la necesidad de ingerir alguna droga y dejan de consumir", dice el coronel.
"Esto nos ayuda a combatir el narcotráfico de una forma pacífica, sin embargo, ese chico tiene miedo. Lo buscan muchos cárteles, y ahora un cliente parece querer reunirse con él para comprarle una enorme cantidad de esta droga. Nos reuniremos con él en un día, su cliente tiene una junta en dos días, así que tenemos poco tiempo para planear esto".
"Y respondiendo tu pregunta, Eric. El gobierno tiene tratos… para bien o para mal, el narcotráfico levanta la economía de muchos países tercermundistas, incluyéndonos. No buscamos desaparecerlo, solo ponerle un control, basta de guerras contra el mismo pueblo, si es que ellos pueden ser considerados así...", dice el coronel, quitándose su boina.
"¿Y por qué nosotros?", pregunta Rodrigo.
"Es una misión de escolta, no pasará nada malo, y en caso de que algo ocurra, Rodrigo, eres un velocista, David es un super fuerte, y Eric… eres un Timekeeper, además, tienes un gran reconocimiento por parte del comandante Chávez", responde el director, con un tono serio.
"No solo eso, irán militares, un pelotón de cinco elementos a respaldarlos", interviene el coronel.
"¿No creen que sería mejor incluir un sanador?", pregunto.
"La mayoría no sabe defenderse correctamente, por lo que para esta primera jornada se han seleccionado sanadores para misiones más fáciles. En caso de que algo salga mal, ustedes podrán usar sus poderes rápidamente", responde el director.
Esto no tiene buena pinta…
Tras eso, llegamos a los puntos de la misión. Nos reuniremos en un restaurante con El Güero. Estando allí, dialogaremos con él. Pero no podemos sentarnos así nada más, seguramente lo están vigilando por lo que debe ser casual. Ropa civil, y conversación discreta.
El coronel ha dicho que en cuanto lleguemos al restaurante y después de salir de allí, evitemos mirar nerviosamente a otros lados y sigamos nuestro camino. En este caso, usaremos una ruta rumbo a la central de autobuses que está cerca del instituto, pero, llegaremos al instituto, sino que cruzaremos hacia la parte trasera de la central y saltaremos sobre el muro para llegar al instituto. Y en todo momento, fingir que nos conocemos como amigos cercanos.
La reunión llegó, tras vestirme con ropa casual y apropiada para un restaurante sencillo donde no va mucha gente adinerada, salgo y me reúno con mi equipo. En la salida del instituto puedo ver a Rodrigo y David, ambos con prendas cómodas y casuales. Por otro lado, hay un sujeto alto, con ropa muy casual; un short bermudas, una playera negra y tenis blancos. Así, nos dirigimos al punto de reunión.
Una especie de fonda con muchas mesas repletas de personas, hay mucha gente en todos lados, cualquiera podría ser un narco asechando. Hay personas con tatuajes, otras con ropa formal. Al final parece que algunos han venido a comer antes de ir a trabajar, es media mañana.
"Puta madre, no hay mesa libre", dice el soldado.
"Sí… veamos…", digo, mirando hacia todos lados.
Sobre la barra podemos ver a un hombre de piel blanca comiendo, con cuatro bancos libres a su derecha. Es él.
"¡Allá! ¡Cuatro lugares! ¿Vamos?", pregunto.
"Buena idea, papi", dice el soldado, con un acento costeño.
Nos acercamos a la barra y nos sentamos. El sujeto ni siquiera voltea a vernos, está metido en su platillo. El coronel dijo que al llegar deberíamos tomar una conversación clave con él, si lo hacemos correctamente, él nos dirá todo lo que tenemos que saber.
"Qué bueno estuvo el partido de ayer", dice el soldado.
"Sí, quedaron 4-2", digo.
El sujeto nos mira a reojo y sonríe, "espero que hayan apostado, el nido no pierde nunca".
Esa es la frase, lo tenemos, ahora sabemos que es él.
"No ha sido fácil", dice el soldado, con una voz baja.
"Me tienen de frente. Ah, prueben el jugo de naranja, es delicioso", responde el sujeto, con una voz delgada como la de un adolescente.
"¿Lugar?", pregunta el soldado.
"Los camarones de la Zona Portuaria", responde, sorbiendo de su jugo.
"Buenos días, ¿Qué les ofrezco?", pregunta la camarera.
"Para todos nosotros, una orden de huevos, por favor, y un tamal de rajas con queso. Ah, y el camarada dice que el jugo es delicioso, un vaso a cada uno, por favor", responde el soldado.
"Claro", dice la camarera, tomando la orden y retirándose.
"¿En qué sección específicamente?", pregunto.
El sujeto toma una servilleta y comienza a dibujar con un lapicero una especie de mapa.
"La 'X' es la señal", responde.
"¿Hora?", pregunta el soldado, dándome un zape entre risas.
Está bien el fingir, amigo. Pero no tienes que golpearme. Fingir una conversación es suficiente.
"A las 19:30 será el otro partido. No pueden perdérselo", dice el sujeto entre risas.
"Excelente, ten por seguro que no amigo", respondemos.
Sin más, El Güero cambia su expresión alegre por una seria mientras mira su vaso vacío.
"Parece que hay pulgas en el perro", dice él, levantando su ceja derecha.
El soldado mira en el reflejo del servilletero de aluminio. Hay un hombre moreno de pie en la entrada mirándonos fijamente. Lleva un pantalón de mezclilla rasgado y una camisa blanca con rayas abierta del pecho. Él simplemente no deja de mirarnos.
"Bueno, caballeros. Espero que hayan disfrutado del juego, espero que no se pierdan el de mañana, ah, y no olviden… Los tiburones también son cazados", dice, con una voz seria y un rostro escalofriante.
El sujeto termina su comida, saca su billetera y deja un billete de doscientos en la barra para luego retirarse. Tras eso, la comida llega y desayunamos tranquilamente. Luego, salimos del lugar mientras platicamos.
"¿No estaba la comida algo salda?", pregunto.
"Deja de quejarte, te invité la comida", dice el soldado.
"Sí, pero realmente estaba salda", digo entre risas.
El soldado mira rápidamente hacia atrás mientras caminamos y cruzamos la calle.
"Nos siguen, vengan más rápido, por aquí", dice, con un tono ligeramente exaltado.
En cuanto giramos, los perdemos de vista, tiempo suficiente para comenzar a correr y luego girar a la derecha para perderlos definitivamente. Nuestras pisadas hacen eco en la calle mientras corremos. El sonido de los autos pasando velozmente a nuestros costados ayudan a deshacerse de ello.
Cuando giramos sobre una calle, dos tipos aparecen de frente y chocamos con ellos, el impacto es tan grande que caigo al suelo como si hubiera rebotado de un muro sólido. El militar me levanta y los hombres sacan una pistola de sus bolsillos.
¡Mierda! ¡Es demasiado!
Ambos quitan el seguro de sus armas y antes de que pudieran hacer algo más, estiro mis manos hacia ellos liberando una gran carga eléctrica sobre estos. Los rayos púrpura salen de mis dedos como chorros de agua mientras el chillido eléctrico suena por todos lados.
"¡Ahh!", exclaman los dos sujetos mientras se retuercen al ser electrocutados.
Su piel comienza a carbonizarse y finalmente los libero. Ellos permanecen de pie un momento y luego caen al suelo mientras su cuerpo libera humo.
"Los rostizaste", dice David con una voz temerosa.
Mis manos tiemblan y siento como se entumecen mientras las miro, el olor nauseabundo de sus pieles chamuscadas inunda mis fosas nasales y pienso en lo que he hecho.
"Ellos… están muertos…", digo, con una voz temblorosa.
Son criminales… pero no merecen morir de esa forma… me excedí… ¡Carajo!
"¡Debemos irnos!", exclama el soldado.
Continuamos nuestro camino cuando un auto llega a gran velocidad y dos sujetos se asoman por las ventanillas con subfusiles y comienzan a dispararnos. El soldado nos derriba a mí y a David al suelo mientras las balas nos rosan y se incrustan en las paredes de las casas cercanas. Entonces, Rodrigo rápidamente toma las balas con sus manos, protegiéndonos de sus detonaciones.
Las personas cerca de allí corren hacia sus casas o negocios y se esconden mientras gritan por el miedo que esta situación les ha causado. Los vehículos aceleran y buscan la forma de salir del lugar a toda costa.
En cuanto ellos se terminan su munición, Rodrigo suelta las balas en el suelo y David corre hacia media calle, golpeando con todas sus fuerzas el auto, provocando que se frene en seco y de vueltas en el aire, volando encima de David y volcándose mientras otros vehículos derrapan intentando frenar para no impactarse con el vehículo de los criminales.
El estruendo es brutal y el auto comienza a chorrear gasolina, por lo que los sujetos rápidamente intentan salir del vehículo, sin embargo, el soldado los golpea en la cara antes de que puedan salir y finalmente los noquea a todos, sacándolos del vehículo y dejándolos sobre la acera.
"No deben ser los únicos, además, ese carro puede explotar en cualquier momento, vámonos", dice el militar, con una respiración áspera.
Con eso, seguimos corriendo sin pensar en nada, mi corazón está demasiado acelerada, esto aún no es la misión principal, no puedo pensar en lo que nos espera el día de mañana.
Mi respiración agitada junto a la de Rodrigo y David se escucha tan intensa que es imposible evitarla. El soldado nos lleva por un callejón sobre la izquierda y luego giramos a la derecha nuevamente saliendo a la calle que lleva al instituto.
Al llegar allí, todos tomamos una gran cantidad de aire y nos intentamos tranquilizar para pensar fríamente y no con los nervios del momento. El soldado mira a todos lados, vigilando que nadie nos haya seguido hasta allí.
"Nos vieron, están sospechando de nosotros. Esos malditos insectos… Escuchen, debemos ir al instituto, pero tenemos que tomar otra ruta, si saben que pertenecemos al instituto pondremos en riesgo no solo la misión, sino la vida de todos allí", dice el soldado.
Sin más, comenzamos a correr en línea recta sobre la avenida que nos lleva al instituto. Pasando casi veinte metros, Rodrigo se frena y chasquea sus dedos.
"No hay pedo, ¡yo me encargo!", exclama Rodrigo, tomando al soldado del brazo.
En un parpadeo, ellos desaparecen, luego David y, por último, me toma a mí.
"Sostente, hermano", dice, con un tono burlón.
Sujeto a Rodrigo con fuerza y todo a mi alrededor se estiró como una liga, Rodrigo comenzó a correr y aunque logré sentir la velocidad de golpe, todo iba ligeramente lento alrededor, pero nosotros nos movemos demasiado rápido.
En el camino, Rodrigo tropieza ligeramente con una roca y su velocidad disminuye.
"¡Carajo! ¡Si caemos nos dolerá mucho!", exclama Rodrigo sujetándome con fuerza.
¡A esta velocidad moriremos!
Sin embargo, él logra reponerse y continua con su gran ritmo, así, llegamos al instituto y me lleva hasta el campo.
Mi estómago se revolvió y casi vomito en el camino, sin embargo, él me suelta en el pasto del campo de fútbol, donde puedo ver al soldado y a David de rodillas con una sustancia amarilla en el suelo mientras tienen grumos en su boca.
"¿Han… vomitado?", pregunto.
Ellos asienten.
Intento decir una palabra más, pero, mi estómago no resiste y dejo salir mi vómito de golpe en el suelo.
"Oh… no pensé que sintieran algún efecto, en lo personal yo no lo siento", dice Rodrigo.
"¡Porque es tu poder, idiota!", exclama David.
"Tiene sentido", dice Rodrigo entre risas.
Mierda… toda la comida ha salido en este momento…
El soldado limpia su boca y se pone de pie.
"Vamos, debemos reportar lo sucedido", dice.
David se para y Rodrigo me ayuda a limpiarme y me levanta del suelo.
Miro a mi alrededor, estamos dentro del instituto, creo que deberíamos estar seguros. Incluso aquí siento que nos vigilan, siento que no estamos totalmente protegidos, mucho menos los demás estudiantes.
Me siento agotado… siento que usé demasiada energía contra ellos, un simple choque eléctrico bastaba. Mis manos siguen adormecidas. Y sobre todo… esos sujetos no van a sobrevivir…
Miro mis manos con un rostro apagado y aprieto mis puños. Siento tanto dolor, sé que ellos son unos criminales sanguinarios que nos hubieran matado, pero eso no me da derecho a ser como ellos.
Alguien toca mi hombro y miro a reojo. Rodrigo ha puesto una mano sobre mi hombro derecho, mirándome con preocupación.
"Te conozco, viejo, sé que te sientes mal por ello… pero era necesario. No te preocupes por ello, poco a poco aprenderás a controlarte en situaciones extremas, entrenemos juntos", dice Rodrigo, sonriendo gentilmente.
Sí… él tiene razón.
Sonrío y caminamos hasta el edificio escolar. Primero pasamos al sanitario a limpiarnos las manos y la boca, luego entramos al CIDFM, donde encontramos al director y el coronel.
"Bien, ¿por qué huyeron?", pregunta el coronel.
"Nos seguían, no solo en la calle sino en el restaurante, alguien nos vigilaba. Rodrigo nos sacó rápidamente de allí", responde el soldado.
"Bien hecho, Rodrigo. Ahora, tenemos que planear la misión de mañana. Es necesario llegar con tiempo, seguramente están esperando una emboscada o algo por el estilo, así que, digan lo que les dijo", dice el director.
El soldado comienza a explicar que la reunión se llevará a cabo a las 19:30 en el puerto más cercano. Cerca de las grúas hay una especie de cobertizo sin muros donde se reunirán a dialogar sobre el negocio. Sobre el tablero en la mesa hay una especie de tableta enorme, donde el director proyecta un mapa del puerto, allí, comenzamos a generar una estrategia. Dos francotiradores vigilarán nuestras espaldas desde las alturas, mientras que otros tres soldados con rifles de asalto estarán dispersos en posibles zonas de escape de los narcos. Por otro lado, a mí me dejan en la retaguardia con uno de los soldados, mientras Rodrigo y David acompañan a El Güero.
"Es peligroso, tienen dudas… realmente puede que esperen todo de nosotros", dice el coronel.
"Por ello, la misión se ejecutará a las 600 horas. Los quiero a todos aquí a esa hora", dice el coronel, con una voz imponente.
"Nosotros nos encargaremos de borrar lo que ha pasado… hubo testigos que vieron el uso de los poderes de David, a Rodrigo lo dudo, pues, debió ser tan rápido que apenas vieron que se movió unos centímetros. Lo de Eric es más fácil de ocultar, una falla eléctrica de algún transformador cercano podría ser lo óptimo… Pero David… esa es la cuestión. En fin, ya vayan a descansar", dice el director, pasando su mano derecha por su rostro seguido de un suspiro de preocupación.
Con eso, el plan se establece, y ahora esperamos el día siguiente para presentarnos al punto de reunión.
Me dirijo a mi dormitorio, pero realmente hay cosas que no encajan conmigo. Ese sujeto es un narco al final de todo, hace una droga y la vende, está ganando mucho dinero incluso. Pero se supone que su droga no es mala en realidad, por lo que es bueno apoyarlo.
El coronel dijo que eso nos ayudaba a combatir el narco de forma pacífica, reduciendo sus consumidores y, por tanto, limitando sus ingresos. Pero ¿por qué solamente ese sujeto sabe hacer esa droga? ¿No sería mejor que le diera la fórmula al gobierno y así ellos usarla en masa? Hay algo aquí que no me cuadra.
Mientras camino rumbo al dormitorio, me topo al soldado de frente.
"Nos vemos mañana", digo.
"Espera, Eric. Sé que no estás de acuerdo con apoyar a ese sujeto", dice.
"Yo tampoco lo estoy del todo… pero el gobierno es un arma de doble filo, puede que quiera disminuir el narco, pero jamás va a desaparecerlo. Permitir que el gobierno tenga la fórmula nos llevaría a un nuevo descontrol, sabiendo la fórmula habría forma de crear una nueva droga que sea inmune a este efecto".
"Por ello, este sujeto es tan importante".
Lo miro y suspiro con gran intensidad, dejando caer mis hombros.
"Solo pienso que tal vez él no es tan bueno como pensamos", digo.
"Lo sé, nadie en este mundo hace algo bueno sin querer algo a cambio", dice el soldado.
"Si él intenta tomar el lugar de los narcos… entonces, créeme, habrá mucha sangre de por medio".
Él sonríe y me estira su mano.
"Soy el Subteniente Domínguez, Carlos Domínguez", dice.
Con esto, estrecho su mano y nos damos un fuerte apretón.
"Soy Eric, Eric Jaeger", digo.
"Descansa, Eric. Mañana será un día muy pesado", dice.
Suelto su mano, y me retiro. Al llegar a mi dormitorio me dejo caer sobre mi cama y pienso en lo que realmente está pasando detrás de esto. ¿Quién ese ese sujeto? ¿Es realmente un tipo bueno? Siento que no vale la pena ayudarlo, nuestra vida está en riesgo
La misión se llevará a cabo de cualquier forma, haya o no confianza en él. Es una orden de arriba, si algo sale mal no será culpa nuestra, sino de quienes planearon esto.
Hay una estrategia, un plan de emergencia e incluso habrá soporte muy cerca de allí pero lejos como para evitar ser tomados como amenazas por parte de los narcos. Todo está realmente bien estructurado, sin embargo, realmente no espero nada bueno de esto.