Despierto muy temprano por la mañana, las órdenes han sido sencillas; faltar a clases, y presentarnos en el CIDFM. Tras una ducha, me coloco prendas cómodas ya que en realidad no importa como vista, al final me terminaré cambiando de ropa para llevar a cabo la misión.
El día pinta lluvioso, por lo que me pongo el abrigo que Emily me ha dado, prefiero ir preparado para una tempestad en lugar de empaparme.
Pido mi desayuno como de costumbre y me siento en una mesa esperando a que los chicos lleguen. Con el pasar de los minutos todos llegan y se sientan conmigo, incluyendo a Rodrigo.
Al igual que yo, él lleva ropas cómodas. Los chicos nos miran con preocupación, entonces, Emily me toma de la mano con cautela y me sonríe.
"Gracias por usarla, te queda bien", dice Emily, sonriendo al ver que tengo puesto el abrigo que ella me regaló.
"Gracias a ti por dármelo, me ha servido mucho", respondo, mirando el abrigo.
"Todo estará bien, ¿verdad?", dice ella.
Justo en ese momento, percibo que su mano tiembla, aunque ella sonríe puedo ver que está muy nerviosa y llena de miedo. La comprendo, yo me pondría igual si ella tuviera que participar en una misión así de compleja como la mía.
Lo único que puedo hacer es apretar su mano con las mías y acariciarla suavemente. Ella mira mis manos y luego le dejo ver una sonrisa confiada.
"Sí, todo saldrá bien. No te preocupes, no se preocupen, chicos. Todo saldrá bien, prometo que Rodrigo y yo regresaremos ilesos" con una mirada llena de determinación les doy una gran sonrisa a todos, pero por dentro siento como me lleno de miedo con cada segundo que pasa.
Lo que me pregunto es, ¿por qué motivo el director nos llamaría a esta misión si se supone que él trata de protegernos? Hay muchas cosas que me estoy cuestionando y cada vez toman menos sentido. Lo único que hallo es que él nos ha enviado a esta misión para adquirir experiencia, pero realmente no me convence del todo.
Tras desayunar, me levanto de mi asiento y los chicos comienzan a abrazarnos. Diana, quien nunca ha sido tan afectuosa me abraza con fuerza y me suelta rápidamente.
"Asegúrate de volver", dice.
"Lo haré", respondo, revolviendo su cabello ligeramente.
Karla me abraza suavemente mientras acaricia mi espalda con gentileza y me dice con voz baja, "suerte, Eric". Ella se aleja de mí y se acerca a Rodrigo para abrazarlo de igual forma, mientras Eduardo choca su puño con el mío.
"Si algo sale mal, asegúrate de matar a muchos narcos", dice, con una sonrisa burlona mientras nuestros nudillos siguen unidos.
Así, él se acerca a Rodrigo. Entonces, Sandra se me acerca con un cuerpo tembloroso y su rostro agachado, ella simplemente no me mira.
"¿Sandy? ¿Pasa algo?", pregunto, intentando ver sus ojos, pero ella realmente no me deja verlos.
Sin previo aviso, ella me abraza con fuerza mientras hunde su rostro en mi pecho, "¡Yo debí ir con ustedes! ¡Yo debí! ¿¡Qué van a hacer si son heridos?! ¡No llevan sanador!".
Ella llora un mar entero mientras me enrolla con sus brazos y su olor a rosas y fresas me agobia la nariz. Tomo a Sandra y la acaricio gentilmente detrás de su nuca y no puedo evitar sonreír al verla llorar mientras parece una pequeña niña.
"Tranquila, si ellos piensan que no se requiere sanador es por algo. No te preocupes, todo estará bien" la sujeto suavemente de los hombros y la alejo de mí para luego limpiar sus mejillas manchadas en rímel y lágrimas.
"Por favor, no llores. Solo es una misión de escolta y ya".
Así, Sandra asiente y retrocede para acercarse a Rodrigo y abrazarlo con fuerza, solo para romper en un llanto más intenso, "¡Más te vale cuidar a Eric o te mato!".
"¡Ay! ¡No me embarres de tu maquillaje corriente!", exclama Rodrigo, alejando a Sandra de él con un tono molesto.
Una pequeña carcajada sale de mí, viendo como ellos dos siempre tienen que pelear a diario. Cuando me relajo un poco, Emily se acerca a mí y enrolla sus brazos alrededor de mi cintura mientras yo la abrazo por los hombros como si protegiera su cabeza de cualquier mal del mundo exterior.
"Mi amor… cuídate mucho, por favor", dice ella entre sollozos.
"Lo haré, no hay nada que temer. Te lo prometo", digo, acariciando su espalda.
Ella entonces me abraza con mucha fuerza para luego darme un beso largo y tierno a la vez. Mientras nuestros labios están unidos puedo sentir sus lágrimas escurrir por sus mejillas y empapar a las mías. Es solo una misión, no sé por qué se siente como si pudiera morir aquí.
Emily se aleja de mí y luego me abraza nuevamente, metiendo su mano en el bolsillo izquierdo de su saco, ella toma una pequeña cadena de plata y me la da.
"Toma, te dará suerte", dice, sollozando, estirando sus manos hacia mí, dándome una fina pero bella cadena de plata.
"¿Esto… es para mí?", pregunto.
"Sí, es de mi padre… siempre la llevo conmigo. Por favor, llévala contigo, será como si yo fuera contigo y te ayudase en todo momento", responde.
Con una sonrisa, aprieto mi puño y la guardo en mi bolsillo. Tomo a Emily una vez más y le doy un pequeño beso en la frente. Justo en ese momento, mi pulsera comienza a sonar al igual que la de Rodrigo.
"Es hora", digo, presionando la pulsera para que deje de sonar. Rodrigo hace lo mismo y me da una mirada seria, pero con determinación, ambos sabemos que iremos a cumplir nuestro objetivo.
Cuando nos retiramos, Diana toma a Rodrigo del brazo y tira de él para hacer que regrese por la fuerza. Rodrigo, lleno de desconcierto, gira su cuerpo y para su sorpresa, Diana lo abraza con un enorme sentimiento.
"Asegúrate de volver en una pieza… imbécil", dice Diana, con una voz enmudecida y a punto de romper en llanto.
"Eh… sí, no te preocupes. Volveré… volveremos", responde Rodrigo entre tartamudeos.
Rodrigo retira a Diana de su cuerpo con mucho cuidado y se reúne conmigo. Es así como ambos partimos rumbo al CIDFM. Al llegar, sin decir una sola palabra entramos a los vestidores en donde nos desnudamos rápidamente, luego, una especie de compresor de aire nos liberó una carga de viento en todo el cuerpo; parece como si nos estuvieran desinfectando.
En cuanto el viento deja de salir, del muro frontal sale un cajón con un chaleco antibalas, un pantalón táctico, un par de botas militares y una especie de playera manga larga de licra negra, acompañado de un bóxer de licra muy cómodo.
Al ver esto comienzo a vestirme rápidamente. El chaleco es pesado, pero no lo suficiente como para impedirme mover. En cuanto termino, me doy la vuelta y otro cajón sale de manera automática, dándome cuatro cargadores de rifle de asalto y cuatro de pistola.
Mi chaleco tiene bolsillos, por lo que guardo los cargadores en estos y luego miro a un costado de mí para toparme con dos armas exactamente iguales a las que usamos en el entrenamiento.
La pistola la guardo en el bolsillo especial que hay en la parte derecha de mi pantalón mientras que el rifle lo tomo con la correa y la cuelgo de mi hombro. Tomo mi abrigo y salgo del vestidor, allí afuera me topo con David y Rodrigo, acomodándose la vestimenta.
David lleva una chaqueta de cuero café encima de su uniforme, creo que no nos impiden usar abrigos. Sin más, me coloco el abrigo que Emily me regaló junto a la cadena de plata que me prestó.
"Buenos días, jóvenes. Es bueno verlos listos para ir a cumplir la misión", dice el director, dándose la vuelta en su asiento.
"En esa mesa de allí pueden ver tres intercomunicadores, asegúrense de ponerlos correctamente en su oreja derecha o izquierda, donde les sea más cómodo. Y el módulo de comunicación colóquenlo en su parte trasera del pantalón".
Los tres hacemos lo que nos dice. Coloco el módulo en mi pantalón y el intercomunicador que parece más un audífono discreto, en mi oreja. Tras eso, regresamos a nuestro lugar.
"Como ya lo saben, el coronel Báez nos acompañará en esta misión, así como el doctor Marco y la doctora Fabiola. Los planes ya han sido añadidos al expediente de la misión, por lo que lo que sigue es el transporte hasta el punto de control", dice el director, presionando un botón de su enorme tablero y mostrándonos una cámara en tiempo real de una camioneta sencilla de color gris estacionada a un costada del edificio de clases.
"Ese será su transporte hasta la zona de control. Allí ya se encuentran mis hombres, listos para ser desplegados", dice el coronel, con una voz imponente como siempre.
"Entendido, señor. ¿Algo más?", pregunto.
"Únicamente sigan el plan, si algo sale mal, recuerden obedecer las órdenes del oficial Domínguez" el coronel responde, dándose la vuelta nuevamente y mirando hacia los monitores.
"Entendido", dice David.
Él comienza a caminar hacia afuera del CIDFM, por lo que Rodrigo y yo lo seguimos. David luce tranquilo, parece ya haber participado en este tipo de misiones. Su respiración es normal, actúa con tranquilidad, no se inmuta en absoluto.
"¿Ya has cumplido con misiones complejas?", pregunto.
"Sí, el semestre pasado fui desplegado en tres misiones de alto riesgo. No pasa nada grave en ninguna, espero que esta no sea la excepción", responde, con una voz grave y seria. Tan insensible como siempre.
Al llegar a la camioneta de cabina cerrada, los militares nos abren la puerta y subimos. El chófer arranca el vehículo y nos retiramos del instituto. El camino rumbo a la zona portuaria es casi el mismo camino que el que he recorrido para ir al aeropuerto.
Los militares miran por las ventanas, llevamos los cristales polarizados y cerrados para evitar ser vistos por criminales y echar a perder la misión. Hay un enorme silencio, esto solo me pone más incómodo. Puedo escuchar mi respiración, así como la de todos allí, mi ritmo cardíaco es estable, pero realmente puedo percibir cada latido en todo mi cuerpo.
Decidido a terminar con esta incomodidad, miro a Rodrigo y recuerdo a Diana despidiéndose de él.
"Es verdad… ¿Diana y tú están saliendo?", pregunto, con un tono curioso y burlón al mismo tiempo.
"No, jamás. Esa comelibros y yo no somos pareja en absoluto" Rodrigo me mira con asco y responde con una voz molesta.
Sonrío y le pico la mejilla provocándolo, "¿Te gusta?".
Él comienza a molestarse y en lugar de explotar como normalmente lo haría, Rodrigo suspira y agacha su mirada, "sí… no sé cuándo pasó… pero realmente me gusta".
¿¡Qué?! ¡Eso me ha tomado por sorpresa! Siempre supe que terminarían enamorándose mutuamente, pero jamás creí que ya lo estuvieran.
"¿Ella lo sabe?", pregunto.
Rodrigo me mira muy molesto y me da un cabezazo, "es una telépata, es obvio que lo sabe".
"Ella simplemente se ha estado haciendo la idiota todo este tiempo, pero sé que lo sabe. Cuando ella hizo eso hoy… me tomó por sorpresa".
Sonrío sin poder resistir las ganas de burlarme de Rodrigo y tras un momento, exploto en carcajadas.
"¡No puedo creerlo! ¡Escucharte a ti hablar de amor es ridículo!", exclamo entre risas.
Rodrigo me da otro cabezazo y se da la vuelta en el asiento.
"Espera, jajaja. Es solo que no me lo esperaba de ti, amigo. Pero está bien, no te juzgo. Dianita es una chica especial, ¿por qué no le dices lo que sientes cuando volvamos?", pregunto.
Él me mira algo temeroso y sonríe. "No lo sé, tal vez lo haga".
Esa conversación realmente ha logrado relajarme mucho, me siento mucho mejor ahora. Puedo disfrutar de los paisajes mientras nos dirigimos al matadero como cerdos.
En el camino sigo pensando en la pequeña conversación que tuve con Rodrigo mientras los soldados se aseguran de que sus cargadores estén correctamente ensamblados y así evitar que se atasquen durante su uso. Asimismo, puedo ver en el suelo grandes maletines.
El sujeto que va en el asiento del copiloto abre su estuche y saca el cuerpo de un rifle, luego, le coloca la mira, la culata y por último el cañón, con eso me he dado cuenta de que es un francotirador. El que va delante de nosotros, a un lado de David y del oficial Domínguez, hace lo mismo.
"¿Todo bien allí atrás, Eric?", pregunta el oficial Domínguez.
"Sí, todo correcto", respondo.
"Sé que deben estar nerviosos, no se preocupen. Les garantizo que todo saldrá bien", dice el oficial, con un tono de voz algo modesto.
"Verifiquen que sus cargadores estén en buen estado, si sus armas se atascan en medio de un combate seguramente estarán fritos".
Sin decir nada, tomo cada uno de mis cargadores y los verifico. Retiro las balas una por una y las coloco nuevamente con calma, al igual que Rodrigo. Sin darnos cuenta, llegamos hasta la zona portuaria. Los oficiales nos de la entrada se nos aproximan y el conductor únicamente le muestra una placa militar.
El oficial nos deja entrar y el conductor arranca nuevamente. Entre enormes pasillos con contenedores formando muros de hasta diez metros. Puedo ver grúas enormes al fondo del lugar y algunos hombres con cascos blancos o amarillos caminando por el lugar.
Tras conducir y alejarnos lo suficiente de la zona más concurrida llegamos a una especie de módulo techado con lámina de zinc. Justo alrededor de nosotros puedo ver dos pilares altos de antiguas grúas abandonadas, parece ser que esos serán los puntos de altura para los francotiradores.
El conductor apaga el vehículo y todos sujetan sus armas rápidamente.
"Prepárense para bajar. Tomen sus armas", dice el oficial Domínguez, con una voz firme.
David, Rodrigo y yo tomamos nuestros rifles de asalto, y tras unos segundos todos retiramos el seguro de las armas y cortamos el cartucho. Como un rayo, abrimos las puertas y salimos velozmente del vehículo con las armas listas para disparar, limpiando ángulos y avanzando lentamente hacia zonas inseguras.
"¡Zona despejada!", exclama un soldado.
"¡Zona despejada!", exclama otro.
Todos confirmamos nuestra limpieza de ángulos finalizada, y colocamos nuevamente el seguro de nuestras armas para movernos libremente. Cuando dejo mi arma, puedo prestar atención a mi alrededor. Un cielo nublado mientras algunas pequeñas gotas de agua nos cubren. Por otro lado, el olor a marisco crudo y humedad inunda nuestras fosas nasales.
"Escuchen, nos apegaremos al plan. Eric, estarás conmigo en la retaguardia. Mendoza, flanco izquierdo. Torres, flanco derecho. David y Rodrigo, acompañarán al objetivo" nos ordena el subteniente.
"El Güero llegará en un par de minutos más, todos a sus posiciones".
Así, todos nos dirigimos a nuestros puestos. Los francotiradores suben hasta lo más elevado de los pilares por medio de pequeños peldaños. El subteniente coloca el vehículo en una zona segura y regresa conmigo, colocándonos dentro de un contenedor.
"¿Todos están listos?", pregunta el subteniente.
"Sí, lo estamos. ¿Puedo orinar?", responde Rodrigo a través del intercomunicador.
"Negativo, todos en sus posiciones".
"David, abre la boca ¿quieres? No puedo resistir más" Rodrigo bromea entre risas.
Todos permanecemos en nuestras posiciones. El sonido de las grúas trabajando en todo momento, así como los barcos a la distancia nos ensordece mientras las gaviotas cantan.
En algunos momentos, el sonido desaparece, es como si el mundo hubiera dejado de respirar. Lo único que puedo escuchar en esos instantes es el mecanismo de un reloj en mi mente que ni siquiera existe; estoy comenzando a alterarme.
Repentinamente, los francotiradores nos alertan desde el intercomunicador, "alguien viene. Lo tengo en la mira. No los distingo bien, ¿Qué tal tú, Torres?".
"Lo tengo, listo… es El Güero", responde el otro.
"Recibido, Torres. ¿Cómo están los alrededores?", pregunta Domínguez.
"Despejado", responde.
El Güero llega en un automóvil plateado y se detiene justo en medio de nosotros. En cuanto apaga el motor, él baja del vehículo y enciende un cigarro. Mirando hacia los alrededores, él levanta la mano al poder ver desde su posición a los francotiradores.
"Ya llegué. Veo que son muy veloces en su trabajo, es bueno saber que tengo la mejor protección posible", dice, con un tono modesto mientras fuma de su cigarrillo.
Rodrigo y David salen de su punto y se reúnen con El Güero.
"Buen día, niños. Así que ustedes serán mis escoltas. Bueno, falta de experiencia, pero la agilidad juvenil nos vendrá bien" entre risas, el sujeto le da una palmada a Rodrigo sobre su hombro derecho.
"La reunión es muy tarde. Considero que fue muy temprano la preparación".
"Mientras más tarde, más grande es la probabilidad de que ellos lleguen aquí y nos acorralen, escogimos bien el horario", responde el subteniente, con un tono ligeramente molesto.
El Güero suelta su cigarrillo al suelo, apagándolo con la suela de su zapato derecho, y dejando ver una sonrisa burlona, "en eso tienes razón… bueno, supongo que a los chicos le dará hambre a mediodía, por lo que traje el almuerzo para todos".
"Pero pobre de los que están allá arriba como malditas palomas, supongo que están entrenados para soportar el hambre".
Las horas avanzan lentamente, comienzo a aburrirme y mis nervios nuevamente regresan. Mi cuerpo está temblando de nuevo, miro a todos lados con ansiedad y no puedo evitar jugar con el cinturón de mi rifle de asalto. El subteniente mira mi actitud y pone una mano sobre mi hombro.
"¿Tienes alguien esperándote, Jaeger?", pregunta.
"Eh… sí" entre tartamudeos logro responder.
"¿Quién?", insiste.
Con mi estado actual me es difícil pensar correctamente, tardo en procesar las cosas, pero finalmente logro responder, "Emily, se llama Emily, y mis padres".
El subteniente me mira en reojo y regresa su mirada hacia afuera del contenedor. Los relámpagos comienzan a iluminar el cielo nublado y su estruendo se hace presente. El olor a tierra mojada inunda mi nariz y el sonido de la lluvia progresivamente se puede escuchar con mayor intensidad.
"Es lindo nombre para una jovencita. Espero que ella y tus padres te reciban con un enorme abrazo cuando los veas de nuevo", dice el oficial.
"Gracias", respondo, con un tono relajado.
"¿Y usted, oficial?", pregunto.
"Negativo. Mis padres murieron en la pandemia, soy hijo único, lo único que tengo es esta arma y mi uniforme", responde, con un tono serio.
No puedo evitar sentirme mal por él, no tener alguien a tu lado, aunque sea familia debe ser horrible.
El silencio nos aborda y lo único que se escucha es la lluvia que cae sobre el lugar. En ese momento me pregunto.
¿Podría soportar vivir como él? Hay que ser demasiado fuerte para poder perderlo todo y seguir adelante… creo que me volvería loco si perdiera a lo que más amo en la vida… mi familia, Emily y mis amigos…
No permitiré que nada les pase, los protegeré a cualquier costo.
Con esa pregunta, mis nervios se han disipado por completo. Me he relajado, lo que sea que esta conversación haya sido, me ha servido para olvidar mis emociones en estos instantes.
La tormenta azota la ciudad entera con rayos cayendo por todos lados, el atardecer llegó y finalmente, la hora de la reunión nos alcanzó. La oscuridad inunda todo el lugar, El Güero, David y Rodrigo están debajo del pequeño techo de lámina.
En medio de la oscuridad los francotiradores vigilan todos los ángulos posibles, "señor, no lo sé, pero realmente siento que alguien nos está viendo. Siento que alguien nos vigila".
"Deja de meter miedo a los jóvenes o le informaré al sargento", dice el subteniente.
"No lo hago por eso, señor. Veo demasiados rayos alrededor, no es normal, dudo que sea una tormenta eléctrica", dice Torres desde el intercomunicador.
"No te caerá ningún rayo, Torres", dice el oficial entre risas sarcásticas.
Algo es verdad… puedo ver demasiados rayos cayendo a lo lejos de tonos azules o púrpuras. No es una tormenta normal… siento que es algo más
"Muy bien, David, Rodrigo, si les llegasen a preguntar sus nombres eviten darlos. No pongan en riesgo sus vidas y las de sus familiares".
"Recibido", responde David desde el intercomunicador.
Con una gran bocanada de aire, sujeto mi rifle con fuerza y retiro el seguro. Los francotiradores asechan desde su posición nuestros alrededores, y tras algunos minutos nos informan de movimiento, "veo movimiento, dos camionetas blancas y una negra entraron por el sector sur. Se dirigen hacia acá".
"Recibido, Torres" el subteniente respira hondo y libera el seguro de su rifle de igual forma.
"Todos listos, no abran fuego a menos que su vida esté en riesgo. Recuerden, no ataquen a matar. Ataquen a las piernas y luego asegúrense de dejarlos inconscientes".
Un par de segundos pasa, y las camionetas llegan justo hasta nuestra posición. De las blancas bajan cerca de cinco hombres con rifles AK-47 en sus manos, portando chalecos antibalas y pantalones tácticos, otros con pantalones de mezclilla.
Todos inspeccionan el área y finalmente, un hombre baja de la camioneta negra. Un sujeto con camisa blanca abierta del pecho, un pantalón de mezclilla rasgado de los muslos y tenis blancos.
El sujeto se acerca a la posición de Rodrigo y David, mientras una escolta de dos hombres asegura su espalda.
"Supongo que El Güero es el único cabrón de piel pálida aquí presente", dice el sujeto, con un tono de voz amigable.
"Ese soy yo", responde El Güero, estrechando su mano.
"Este sujeto… no me da buena espina… Siento que tiene algo entre manos", piensa El Güero.
"Bueno, pues, veamos. No tengo mucho tiempo, así que seamos directos. Quiero tu merca, es muy buena, se vende como pan recién salido del horno" el narco lleva su mano a su nariz e inhala de forma repentina.
"Es un halago", dice El Güero.
"Te tengo un trato. Tú me vendes tu producto, yo te doy dos millones de dólares por cada media tonelada que me des", dice el narco, mirando a sus alrededores mientras la lluvia no cesa.
"Es una oferta increíble. No la rechazaría jamás", dice El Güero.
"Sabía que te gustaría" el narco sonríe escalofriantemente y saca su billetera.
"Esta es la ubicación de mi rancho, cuando tengas la merca, te acercas allá, mis hombres la recibirán, la plata se te dará en ese momento".
"No trabajo así, ustedes deben ir por ella" El Güero muestra un rostro ligeramente molesto y expresa su disgusto.
"No me importa, si quieres la lana, vas a hacer lo que diga".
El Güero suspira y sonríe, evitando un conflicto más pesado.
"Tienes razón", dice con una sonrisa llena de hipocresía.
"Bueno, solo para confirmar… ¿realmente eres El Güero?", pregunta el narco, sacando un cigarrillo y encendiéndolo.
"Sí, ¿por qué lo dudas?", pregunta El Güero, mirando a todos lados únicamente moviendo sus ojos.
"Porque… sería una lástima matar a alguien que no es", responde el narco, fumando su cigarrillo.
El Güero traga saliva y lentamente da pasos hacia atrás. La escolta del narco levanta sus armas y le apuntan a El Güero, mientras que David y Rodrigo hacen lo mismo contra el narco.
"¡Ni se les ocurra o aquí mismo los matamos!", exclama David, con una voz ronca y llena de adrenalina.
Mi corazón comienza a latir con fuerza. Poco a poco mi alrededor comienza a enmudecerse.
¡Sabía que algo saldría mal! ¡Lo sabía!
Mi respiración se vuelve áspera con cada segundo que pasa y el subteniente se prepara para salir en cualquier momento.
"Torres, Mendoza, ¿los tienen en la mira?", pregunta el oficial.
"Sí, señor. En el momento que ordene", responden.
El narco comienza a reírse y retira el cigarro de su boca, cruzándose de brazos y tronando su boca en repetidas ocasiones, mira a El Güero.
"Son solo niños, no tienen idea de cómo es este mundo. ¿Creen que voy a estar tan tranquilo aquí sin preocuparme por mi seguridad? Este lugar está repleto de gente mía. Ustedes son los que se mueren si se atreven a hacer algo mal", dice el narco, con una voz calmada pero narcisista.
"El Güero… ¡Ja! Por fin te tengo frente a mí, me has hecho perder un puto dineral, cabrón. Me aseguraré de hacerte pagar por todo eso".
Dos sujetos más aparecen detrás de David y Rodrigo y las apuntan en la cabeza con sus armas, "bajen sus armas, putos. O les volamos los sesos en este pinche momento".
Rodrigo comienza a temblar y lentamente baja su rifle mientras que David se llena de impotencia y tras unos segundos, suelta el arma de golpe.
"No queda de otra, abran fuego", dice el subteniente.
"¡A la orden!", exclaman los francotiradores.
Sin embargo, dos sujetos aparecen detrás de ellos y los amenazan con un arma en la cabeza de igual forma, "señor… esto fue una emboscada… sabían que veníamos".
"¡Puta madre! ¡Puta madre!", exclama el subteniente entrando en pánico.
Los planes no funcionaron, y los planes de emergencia no contaban con esta situación. El subteniente golpea el suelo y tras unos momentos toma una gran cantidad de aire y me mira.
"Eric… somos solo tú y yo. Necesitamos hacer algo bien. Harás lo que yo diga. No sé cuántos hombres haya, pero debemos ser cautelosos, ellos no cuentan con nosotros o seguramente no saben dónde estamos, por lo que saldremos de aquí y con esta navaja los degollaremos a todos", dice, dándome una navaja muy filosa de color negro mate.
¿Quiere que… mate a otras personas?
"Con todo el respeto… pero no puedo matar a esos sujetos... no tengo el valor", digo, con una voz y cuerpo temblorosos. No puedo sostener la navaja en mis manos y la suelto, provocando que esta caiga en el suelo.
"Eric… ¡Son tus amigos y un chico que, aunque está en el mundo criminal su invento está ayudando a muchos adictos! ¡Debes hacerlo!", exclama, sosteniéndome de los hombros y sacudiéndome en repetidas ocasiones.
No puedo pensar en nada, estoy congelado, esto no es un entrenamiento. Es la vida real. Aunque sabía que todo podría salir mal no esperaba esto. Tenía una pequeña esperanza de que sería una misión tranquila.
Mi miedo se apodera de mi cuerpo, con cada segundo que pasa me congelo cada vez más. Mi mente no reacciona, estoy muerto de miedo. Mi corazón late con fuerza, mi respiración está acelerada, siento que podría desmayarme en cualquier momento.
"Toma, te dará suerte" fueron las palabras que Emily me dijo cuando me dio la cadena.
Con lo único que me queda de cordura, llevo mi mano hasta mi pecho dentro del abrigo y el chaleco, sujetando la cadena con fuerza.
Es verdad… siento como si ella estuviera conmigo, me relaja… me ayuda… me da fuerzas.
Lentamente me relajo, y aunque el miedo sigue en mi cuerpo ya puedo pensar con claridad. No puedo morir aquí, no solo por Emily. Tengo a mis padres, mi familia, ellos sufrirán si algo me pasa.
"Cuídate mucho, hijo", fueron las palabras de mis padres.
Siento que no he sido un hijo bueno del todo… hay tantas cosas que deseo hacer. Si no ayudo a todos en este momento seguramente moriremos, no quiero morir, no aún.
Aprieto mi puño con el que sostengo mi cadena y tomo una gran bocanada de aire para mirar al oficial Domínguez con una gran determinación.
"Estoy listo", digo.
"Bien, haremos lo siguiente. Rodrigo, sé que me escuchas, así que quiero que uses tu velocidad y derribes a todos lo más rápido posible en el momento que Eric y yo ataquemos. David, tú vas a asegurarte de que todos estén inconscientes y que Rodrigo se lleve a El Güero, además, debes dejar sus armas inútiles. Eric, tú y yo vamos a salir, abriremos fuego contra todos directo a sus piernas, yo te cubro, tú me cubres. ¿Está claro?", dice el oficial.
Este es un plan mejor. ¿Realmente quería atacar a todos con navaja? ¡Nos iban a hacer coladores con los orificios de las balas!
"¡Ahora, Eric!", exclama el subteniente.
Con ferocidad, él y yo salimos del contenedor. Cubriendo el flanco derecho, camino hacia afuera mientras él cubre mi flanco izquierdo. En cuanto salimos de allí podemos ver aproximadamente veinte hombres allí. Sin previo aviso, abrimos fuego y los derribamos.
No deseo matar a nadie, así que realmente espero no hacerlo… Son criminales, pero si lo analizamos a fondo, ellos alimentan a sus familias, por azares del destino tomaron este camino. No quiero convertirme en un asesino… pero si no hago algo, seguramente moriremos todos aquí.
Mi corazón parece salirse de mi pecho, pero no puedo fallar, debo cumplir la misión. Las detonaciones de las armas son increíblemente fuertes, las vibraciones y el retroceso hacen que mis disparos no sean tan precisos, pero son lo suficientemente buenos como para poder impactarse en sus piernas.
"¡¿Qué mierda?!", exclama el jefe de los narcos.
Rápidamente, ellos protegen a su jefe, pero Rodrigo aprovecha esto y golpea a todos con todas sus fuerzas en el abdomen. Moviéndose alrededor de todo el lugar, Rodrigo se asegura de noquear a la mayoría.
Los francotiradores logran desarmar a sus rivales. Lo primero que vemos caer es un par de pistolas desde las alturas y luego, dos cuerpos se azotan contra el suelo, esos sujetos murieron al instante. Su sangre comienza a escurrir y se mezcla con el agua de la lluvia que cae y llena nuestro suelo como un lago.
"¡Rodrigo, asegura a El Güero!", exclama el subteniente.
"¡Ya voy!", exclama.
Rodrigo regresa y toma con fuerza al objetivo mientras que David camina entre los cuerpos derribados, asegurándose de que estén inconscientes. Con eso, los francotiradores toman sus armas y aseguran el perímetro. Dos detonaciones se pueden escuchar como grandes bombas; la increíble potencia de sus armas se refleja en el estruendo.
"Enemigo abatido", dice uno, con una voz seria e impecable.
El subteniente y yo avanzamos rápidamente limpiando ángulos, aproximándonos a la camioneta para salir de ahí lo antes posible.
"Rodrigo, trae a El Güero, nos vamos de aquí", dice el subteniente.
"A la orden", responde.
En ese instante, Rodrigo toma nuevamente al sujeto, pero este lo empuja, alejándose unos metros.
"¡Espera! ¡Voy a vomitar si lo haces de nuevo!", exclama, cubriendo su boca con ambas manos.
"Vamos, no seas maricón. Tenemos que largarnos. ¡Ya!", exclama Rodrigo acercándose a El Güero.
En cuanto Rodrigo lo toma nuevamente, se puede escuchar en el lugar el disparo de una pistola dos veces seguidas. Rodrigo cae al suelo y deja de moverse.
"¡Carajo! ¡Me dieron!", exclama Rodrigo desde el intercomunicador.
"¡Resiste, Rodrigo! ¡Torres, Mendoza! ¡Denme cobertura de Rodrigo!", exclama el subteniente, bajando del vehículo.
"Negativo, señor. No tenemos visión", responden.
¿Rodrigo fue herido? No… ¡No puede ser!
"De verdad es increíble. No entiendo que puta madre pasó en menos de un minuto. Lo que sí sé es que voy a llevarte conmigo, maldito fantasma", dice el jefe de los narcos, caminando hacia Rodrigo y El Güero.
Sin embargo, Rodrigo toma su pistola rápidamente y le dispara al narcotraficante. Por la velocidad de su movimiento no logró acertar el disparo, únicamente rozó el hombro del sujeto.
"Eso estuvo cerca, pero me aseguraré de que no puedas disparar de nuevo", dice, con una voz serena.
Rodrigo no tolera el dolor y deja caer su cuerpo en el suelo empapado en agua mientras la lluvia lo baña por completo.
"Vete de aquí", dice Rodrigo, mirando a El Güero, que está de rodillas a un costado de él.
"¡Ya voy, Rodrigo!", exclamo, bajando de vehículo y corriendo hacia él.
"¡Eric, puta madre! ¡Espera!" el subteniente me ordena regresar, pero ignoro la orden.
No voy a perder a mi amigo, no lo voy a perder. ¡No te perderé, Rodrigo!
Mi respiración se acelera y puedo sentir la adrenalina correr en mi cuerpo nuevamente.
En cuanto veo a Rodrigo en el suelo y ese maldito de pie, tomo mi rifle y le disparo a la distancia. Las balas impactan los contenedores alrededor y puedo escuchar el sonido en cuanto rebotan del acero, el narco se agacha, corriendo hacia El Güero, tomándolo del cuello y llevándoselo, arrastrando en el camino mientras corre.
"¡Rodrigo, puta madre!", exclamo, deslizándome en el suelo hasta llegar a él.
"Tranquilo, viejo. Todo está bien, aquí estoy".
Miro su herida, lograron darle en el muslo izquierdo. Está perdiendo mucha sangre.
"¡Ugh! ¡Mierda! Duele como el infierno", dice Rodrigo apretando sus dientes y gimiendo.
"Tranquilo, ya te ayudo", digo, arrancando parte de su pantalón con mi navaja y luego usando esa misma tela para amarrar su herida.
"Voy a morir, voy a morir virgen", dice Rodrigo cubriendo su rostro con su brazo derecho.
¡Cierra la boca, maldita sea! No puedo creer que pienses en esas cosas en momentos como este.
"No lo harás, estarás bien", digo.
"¡Eric! ¡Es una puta bala! ¡Está en mi torrente sanguíneo! ¡Si no me muero por desangrarme me muero por el maldito plomo!", exclama, sujetándome del cuello de mi abrigo.
Tiene razón… Tal vez si… algo caliente y filoso para retirar la bala… ¡Lo tengo!
Tomo mi navaja y con mi dedo índice libero un pequeño rayo eléctrico para calentar la hoja lo suficiente como para esterilizarla de forma improvisada. Luego, con mucho cuidado entierro la navaja en su herida y lentamente extraigo la bala.
"¡Ahhh! ¡Puta madre! ¡Avisa que me vas a meter un puto cuchillo! ¡Carajo!", exclama Rodrigo con extremo dolor mientras se retuerce.
"¡Ya está! ¡Todo está bien! ¡Solo sostén el maldito amarre con presión!" le digo mientras aprieto la tela lo suficiente sobre la herida para evitar que se siga desangrando.
"Eric… si no salgo de esta, te lo ruego… dile a Sandra que me perdone por tratarla mal, y… y a Diana lo que sentía por ella, te lo pido", dice Rodrigo mientras un par de lágrimas salen de sus ojos.
"Deja de decir tonterías, te repondrás. Solo es una bala, díselos tú mismo", digo, con un tono firme.
"Solo por favor júralo, perdí mucha sangre y el plomo ya tocó mi torrente sanguíneo" Rodrigo me insiste.
"Lo juro, pero no será necesario", digo, poniéndome de pie.
La lluvia me empapa por completo mientras observo a mi amigo quedarse en el suelo sujetando su herida. Él me muestra su pulgar indicando que todo está bien. Así, sigo avanzando hacia el frente.
Todo saldrá bien, amigo… solo no me hagas cumplir esa promesa… ¡Resiste un poco más, Rodrigo!
"Eric, debemos seguir, el maldito narco se llevó a El Güero" me dice el subteniente.
"Recibido, voy en camino", digo, poniéndome de pie y corriendo hacia el frente.
David, el oficial y yo, estamos en busca de ese maldito. No lo vemos por ningún lado incluso cuando estamos separados en diferentes sectores. La lluvia sigue sin cesar, por lo que me coloco el gorro de mi abrigo.
Camino lentamente entre los pasillos con mi rifle, listo para disparar. No hay movimiento alguno, entonces, puedo ver como un pasillo se ilumina repentinamente como si algún vehículo se encendiera.
"¡Veo algo!", exclamo.
"¡Vamos en camino!", exclama el subteniente.
El vehículo arranca y se mueve velozmente. En cuanto el conductor me ve gira hacia el lado contrario evitándome, es obvio que son ellos.
"¡No escaparás, maldito!", exclamo.
Abro fuego contra las llantas del vehículo logrando reventar una delantera y otra trasera, provocando que el auto patine y se impacte contra un contenedor, con la velocidad que llevaba puedo ver como El Güero es arrojado por la inercia a través del parabrisas.
"¡Espero que estés bien!" corro rápidamente y me acerco al vehículo.
El narcotraficante sale del vehículo y en cuanto ve que me acerco comienza a correr entre los contenedores con una pierna lastimada. Dejo que escape, ya lo seguiré, pero primero quiero garantizar que El Güero esté bien.
"¿Cómo estás? ¿Todo bien?", pregunto, ayudándolo a sentarse.
Él está aturdido, pero me logra reconocer y asiente.
"Sí, estoy bien… estoy bien", responde, mientras algo de sangre se escurre por su frente.
"De acuerdo, quédate aquí", digo.
En cuanto me aseguro de que El Güero está a salvo procedo a seguir al narcotraficante mientras hablo con el subteniente, "El Güero está bien, logré detener al narco. Requiere atención médica, igual Rodrigo, tiene una herida de bala en la pierna".
"Recibido", dice el subteniente.
"¡Eric! ¡Señor! ¡Lo veo!", exclama David.
"¿¡Hacia dónde va ese maldito!?", exclamo con rabia.
"¡Se dirige a las grúas en operación!", responde David.
Tomo un gran impulso y brinco hacia un contenedor, logrando alcanzar su parte superior, sin embargo, aun intentando subir me resbalo, por lo que uso mi navaja para tomar algo de fricción y subir lentamente. En cuanto logro llegar al techo del contenedor, comienzo a correr y saltar de contenedor en contenedor.
"¡Lo veo!", exclamo.
Le apunto a la distancia y comienza a disparar, pero las balas no logran alcanzarlo.
"¡Maldita puntería de mierda!", exclamo.
Sigo avanzando y tomo mejor posicionamiento para dispararle nuevamente pero ese sujeto simplemente esquiva todo brincando o arrojándose al suelo. Las balas se mis cargadores se acaban y me quedo sin munición. Arrojo al suelo y saco mi pistola de su funda.
"¡Sin munición! ¡Procedo a usar la Beretta!", exclamo.
"¡Enterado, estamos llegando al punto!", responde el subteniente.
Con la pistola, le disparo a la distancia. Ahora puedo moverme con más facilidad, pero sigo sin darle.
Es horrible, no le daré jamás.
El sujeto se sube en un contenedor que está siendo elevado para llevarse hacia un barco en ese momento, por lo que está inmóvil.
"Ya me cansé. ¡No me importa si te rostizo también!", exclamo, soltando mi arma y apuntándole con la punta de mis dedos.
Solo un poco más… un poco más…
Comienzo a concentrar la electricidad en mis manos, puedo sentir la vibración de la alta tensión acumulándose sin piedad. Mi cabello se eriza y mi cuerpo libera chispas eléctricas en cuanto las gotas de lluvia me tocan.
"¡Ya deja de huir, maldito cobarde!", exclamo.
Estoy listo para lanzar mi ataque, sin embargo, justo en ese momento una gran cantidad de rayos púrpura aparecen detrás del narco. Es como si estuviera entrando en un cortocircuito de alta tensión. Me quedo congelado por lo que veo.
De los rayos emerge un hombre, un hombre cuyo rostro no se puede ver por esa máscara que ya he visto antes.
"¿Eh?" me quedo perplejo, la electricidad de mis manos desaparece y mi mente se queda en blanco.
No… es… es él… es ese sujeto… ¡No! ¡Es imposible!
Una pequeña luz roja es lo único que ilumina en su rostro mientras su saca la mano de su abrigo y comienza a generar electricidad en esta. El narco se pone de pie en el contenedor y retrocede, sin embargo, el sujeto lo toma del cuello, levantándolo con una sola mano mientras el narco forcejea intentando liberarse.
El sujeto enmascarado atraviesa el pecho del narcotraficante con su mano cargada de electricidad, la mantiene unos momentos dentro del pecho de este y luego la retrae.
Mis ojos se abren de par en par al ver que en la mano de ese monstruo hay una especie de objeto moviéndose.
"Ah… hah…"
No puedo hablar, mi respiración se acelera, mi corazón parece reventar. Mi cuerpo tiembla como si fuera a derrumbarme en este momento, ese sujeto ha arrancado el corazón del narcotraficante como si su mano fuera una garra filosa y aún sigue latiendo.
¡No! ¡Alguien ayúdeme! ¡Por favor! ¡ESTO NO ESTÁ PASANDO!
El narco deja caer sus brazos, él realmente está muerto. Por otro lado, el otro individuo suelta el corazón y arroja al narco sobre el contenedor. Lentamente él mira hacia mí y me observa fijamente.
"¡Ugh!"
Unos segundos bastan para que mi cuerpo caiga de rodillas sobre mi contenedor. Tras eso, el sujeto desaparece entre una gran cantidad de rayos púrpura.
"¡Eric! ¡Eric! ¿Qué pasó?", exclama el subteniente.
"¿Eric? ¿Dónde está el criminal?".
No puedo hablar, un inmenso vacío se ha apoderado de mi pecho y mi cuerpo no reacciona. Las lágrimas comienzan a escurrir por mis mejillas y tiemblo por el gran miedo que cargo en este momento.
El subteniente puede verme desde el suelo hasta el lugar en donde me encuentro.
"¡Eric! ¡Eric, maldita sea!", exclama.
Mi vista se nubla, tengo mucho sueño. Mi respiración no cesa y mi corazón parece que está dejando de latir. Sin más, pierdo el conocimiento y caigo sobre el contenedor mientras mis sentidos se desvanecen. Lo último que puedo escuchar es al oficial gritar mi nombre y correr hacia mí. El miedo me ha consumido por completo.