Somos Uno Mismo.

Antes de tomar el avión de regreso a casa le llamé a Estrella desde una caseta telefónica para que fuera por nosotros al aeropuerto, pues mi teléfono no lo puedo llevar a las misiones. En cuanto abordamos el avión y nos sentamos, Jessica comienza a ponerse nerviosa.

“¿Y si esta cosa se cae?”, dice, mirando a todos lados con los ojos desorientados y su cuerpo temblando intensamente.

Ay no, ella nunca ha volado.

“Escucha, es muy seguro viajar en avión. Tranquila, yo lo hago siempre y nunca pasa nada”, digo.

“¿Eso crees? Espero sea verdad, no quiero morir”, dice mientras abrocha su cinturón con un par de manos temblorosas.

Necesito hacer que se relaje, si sigue así puede alterar a los demás pasajeros.

“¿Recuerdas la caja plateada?” le pregunto.

Ella me mira confusa, pero tras uno segundos abre sus ojos de par en par y chasquea los dedos, “¡Claro! La caja, la cosa esa que llevábamos. ¿Qué hay con eso?”.

“Cuando luché contra esos sujetos… la caja se abrió y pude ver su interior”.

Ella deja de temblar, sube sus pies sobre el asiento y se gira completamente hacia mí. Sus ojos brillan cual estrella de neutrones y su sonrisa me destella, preguntándome eufórica, “¿¡Y qué había dentro?!”.

Jessica está tan emocionada y yo solo recuerdo todo eso como un puñalada por la espalda hacia nuestra confianza.

“Muestras de sangre… muestras de sangre de al menos una generación… ¿qué generación? No lo sé. Pero eran demasiadas… enumeradas y etiquetadas con la clasificación del poder en cada muestra”, respondo, bajando la voz.

Ella se queda congelada, sigue sonriendo e incrédula parpadea en repetidas ocasiones, “es una broma, ¿verdad? Solo dices eso para asustarme y que me olvide de lo del avión”.

“Me gustaría decir que es mentira, pero no es así, Jess… No sé para quién eran esas muestras, pero las etiquetas estaban en inglés, así que no era para este país”.

Ella deja de sonreír y ahora su rostro se muestra perturbado, molesto e intrigado. “¿Crees que solamente sea un intercambio de información con algún país como Estados Unidos?”.

“Espero que solo sea eso… pero no me he quitado de la mente que están usándonos como simples ratas de laboratorio… como conejillos de indias”, digo, apretando mis puños.

Jessica suspira y se deja caer sobre el asiento, limpia su rostro con sus manos y luego me mira sonriente, intentando hacerme sentir mejor, “descuida, todo tiene una explicación. Pero no creo que sea correcto preguntarle al director, podríamos sufrir algún castigo. Recuerda que esa información era clasificada”.

Es verdad, había olvidado eso… ¡Al carajo! En cuanto lleguemos buscaré al director y lo confrontaré. Me tendrá que decir todo.

El avión comienza a vibrar un poco y Jessica se asusta. Cierra sus ojos por unos instantes hasta que se acostumbra a esto. Luego, la azafata da las indicaciones antes del vuelo y nos piden abrochar los cinturones. Poco tiempo después del avión comienza a avanzar y nos incorporamos en la pista. Unos cuantos segundos pasan y ahora nos movemos velozmente.

El avión despega y regresamos a casa. Jessica se mantiene aferrada a su asiento como un gato a un árbol en la orilla de un río. Su miedo es tanto que tras unos minutos noto que se ha dormido o tal vez se ha desmayado, sea cual sea el caso, me sirve. Me duermo durante el vuelo, mi cansancio es realmente intenso. Reaccionamos hasta que el piloto nos indica que estábamos por aterrizar. En cuanto bajamos, puedo ver a Estrella esperándonos en la salida.

“¡Estrella!” le hablo con gran intensidad para que pueda escucharme.

En cuanto ella me escucha mira hacia nosotros y sonríe, caminando en nuestra dirección.

“¡Eric! Qué bueno verte. ¿Qué hacías fuera del instituto? ¿Tus padres estaban enterados?”, pregunta.

“Estrella, estaba fuera por motivos del mismo instituto”, respondo con un tono arrogante.

“¿Eh? ¿Y por qué vienen uniformados como soldados o algo así?” ella nos mira de pies a cabeza.

“Fue una competencia de actividad física… solo vámonos, Estrella. Estamos exhaustos”.

Subimos al auto y ella nos lleva hasta el instituto nuevamente, bajamos del vehículo, me despido de Estrella dándole las gracias y entro al instituto con Jessica.

“Debemos reportarnos en el CIDFM”.

“Sí, vamos” Jessica asiente y me sigue.

Mientras camino, noto que mi abrigo tiene un par de fisuras. Más tarde las coseré… si es que me quedan ganas.

Llegamos al CIDFM. Al entrar, el director se pone de pie de inmediato, con el rostro entre el asombro y la preocupación.

“Eric… Jessica… ¿Están bien?”, pregunta con un hilo de voz que apenas logra ocultar su angustia.

“Sí. Fuimos emboscados por un grupo de insurrectos, pero los derroté. Perdimos a todo el equipo. Solo ella y yo sobrevivimos”.

Marco aparece al fondo, se sienta frente al tablero, y bebe de una taza de café en silencio. El director asiente y se acerca.

“Menos mal… me preocupé cuando me dijeron que fueron trasladados al CESM y que un nuevo escuadrón tuvo que completar la misión”, dice, intentando sonreír.

Pero ya no puedo quedarme callado. La rabia me atraviesa.

“Escuche… tengo una duda enorme. Y tal vez era confidencial, pero ya me vale una mierda”, digo, con una voz furiosa.

Jessica me toma del brazo con su voz quebrada.

Eric, detente… no lo hagas…”

“Cuando luché contra esos malditos, me dijeron que ustedes nos engañan. No les creí… porque siempre confié en este maldito lugar. Pero… esa caja se abrió. Vi lo que llevaba dentro”.

Marco deja de beber y el director frunce el ceño.

“¿Qué viste?”, pregunta, casi en un susurro.

“Sangre”, digo con la voz firme. “Muestras. Etiquetas con clases de poder. ¿Qué carajos es eso? ¿Nos usan como objetos? ¿¡SOMOS SUS PUTAS RATAS DE LABORATORIO!?”

Marco escupe su café y tose. El director aprieta los labios y da un paso hacia mí.

“¡Eric, cuida tu lenguaje! No te permito que me hables así”.

Marco levanta las manos hacia mí, y en un instante, mi cuerpo se relaja contra mi voluntad. Mis emociones se apagan, como si alguien hubiera cerrado una llave interna.

“Lo que viste es verdad”, dice el director, volviendo a su asiento, con una sombra en la mirada. “Muestras de sangre de cada estudiante de la nueva generación. En específico, de los que ingresaron este último año”.

“¿Con qué fin?”, pregunto, con la voz baja, apenas audible.

Jessica se esconde detrás de mí. Sus manos tiemblan con intensidad.

“Eric…”, dice Marco con un suspiro. “Hay muchos enemigos allá afuera. Algunos de los que ni siquiera puedes imaginar. Secuestran mutantes. Los abren en canal, los torturan, los fuerzan a mutar físicamente de manera horrible. Lo vi”.

El director interviene.

“Nos aliamos con una empresa… que experimenta con mutantes. Les damos sangre a cambio de protección y tecnología. No es ético. Lo sé. Pero es eso… o ver cómo desaparecen nuestros estudiantes uno a uno”.

“¿Protección? ¿Realmente nos protegen?”

“Hay un equipo, como muchos otros”, interviene Marco. “Desaparecieron hace tres meses. Los iban a capturar para llevarlos a un lugar desconocido y experimentar con ellos. Esa empresa interceptó a los secuestradores. Los mataron antes de que llegaran”.

Mis puños se cierran por la impotencia y la rabia interna.

“¿Y esa empresa… no hace lo mismo en sus laboratorios?”

Hay un pequeño momento de silencio, pero entonces el director se pasa las manos por el rostro.

“Afirman que no. Solo trabajan con sangre. Nunca cuerpos. Y si alguna vez descubro que mintieron… me encargaré personalmente de acabarlos”

“¿Y qué ganan ustedes con todo esto?” los cuestiono.

“Recursos”, responde Marco. “Tecnología que el gobierno nos niega. Ellos están más interesados en inflar sus bolsillos que en protegernos”.

“Eric”, dice el director, con los ojos clavados en los míos. “Nunca los forzaremos a nada. Solo un poco de sangre. No habrá tortura. No habrá dolor. Pero sin ese trato… esta academia ya no existiría. Y tú… tú estarías muerto o siendo torturado día con día”.

Doy un paso al frente, con la garganta cerrada por la impotencia.

“Esto… esto no borra lo que siento. Ni lo que vi. Pero entiendo… que a veces el enemigo de mi enemigo… no es un amigo. Solo un monstruo útil”.

Me doy media vuelta, “tengan por seguro que si un día rompen su palabra… no me importará levantarme solo contra todo el maldito instituto”.

El director asiente con una sonrisa apagada, casi paternal. “Eso nunca pasará. Porque, aunque este lugar esté podrido por dentro… tú, Eric… tú me recuerdas por qué sigo luchando”.

Mi mirada inexpresiva únicamente lo mira a reojo, y, sin decir una sola palabra me retiro del lugar. Jessica se queda congelada; incapaz de moverse tras de mí. Camino rumbo a mi habitación y me doy cuenta de que ya es noche, ni siquiera me había dado cuenta de ello por toda la conmoción de la misión.

En cuanto pongo un pie en mi dormitorio me quito el abrigo y lo tiendo sobre mi cama. “No tengo agujas… tal vez estrella me pueda ayudar con eso”.

Le escribo a Estrella para que me consiga todo lo que requiero; agujas, hilo y unas tijeras. Ella dice que me las entregará mañana en cuanto la mercería abra, por lo que por ahora creo que puedo descansar. Me cambio de ropa y me doy un baño para luego acostarme en mi cama y tomar mi teléfono.

Mensajes de Emily… Sandra y Rodrigo… ¿Debería contestarles? Seguramente están preocupados por la misión.

“Hola, ya he regresado. Parece que no puedo ir a una sola misión sin que haya algún suceso peligroso… pero estoy bien”.

Suelto mi teléfono y cierro mis ojos. El cansancio es inmenso, no puedo mantenerme despierto un solo minuto y caigo en un sueño profundo. Mientras duermo puedo ver una inmensa tormenta; los relámpagos me aturden. Rayos púrpura por doquier. El diluvio me impide ver a la distancia, solo sé que estoy rodeado de agua en una especie de laguna que alcanza mi cintura de profundidad.

Todo es oscuro, con el destello de los rayos puedo notar que hay árboles a mi alrededor, pero si quiero llegar a ellos seguramente tardaré un rato, pues están muy lejos.

Intento avanzar hacia mi izquierda, pero el fango en el fondo es realmente molesto, es como si amarrase mis pies y me impidiera avanzar. Forcejeo un momento mientras el agua se revolotea con mis impulsos. Justo en ese momento, mi vista se queda estupefacta hacia al frente.

“¿Qué?”.

En la orilla puedo ver un grupo de personas, solo esos colores a la altura de sus ojos me dejan saber que se trata de esos malditos. Ellos me miran fijamente, sin apartar su mirada en absoluto.

“¡Malditos! ¡Los atraparé!”.

Intento correr hacia la orilla, pero mientras más lo intento menos avanzo. Esos malditos siguen de pie allí, sin importarles mi presencia, solo me miran, y con un rayo que cae repentinamente en su posición ellos desaparecen.

“¡NO! ¡VUELVAN! ¡MALDITOS!”.

Justo en ese momento, el agua a mi alrededor desaparece, es como si estuviera en un lago seco, y en el suelo me encuentro muchos cadáveres momificados. Mi estómago se revuelve y llevo mis manos a mi boca cuando reconozco los cuerpos.

“Karla… Eduardo… ¡No!”.

Justo sobre mis pies veo los cuerpos de mis padres. A unos cuantos metros veo los de Ao y Amelia, a lado de ellos distingo los cadáveres de Rodrigo, Diana y Sandra.

“¡No! ¡Es un sueño! ¡Solo eso!”.

Camino lentamente evitando pisar sus cuerpos, entonces, veo entre la oscuridad un pequeño destello que refleja la luz de los rayos en el suelo. Me acerco a este y puedo ver a Emily.

“¡Ugh! ¡MIERDA! ¡NO! ¡NO ES POSIBLE! ¡ESTO NO ES POSIBLE!”.

Caigo al suelo de rodillos incapaz de creer lo que veo, únicamente puedo abrazar el cuerpo de Emily, o lo que queda de ella. El aroma a putrefacción me da asco, pero no me importa, son los restos de la mujer que amo. Mis lágrimas brotan mientras la lluvia me empapa por completo.

“¡NOO!”.

Grito al cielo con todas mis fuerzas sumergido en el dolor. Y en ese instante reacciono, abriendo mis ojos y dándome cuenta de que realmente era un sueño. Trago un poco de saliva, pero tengo la boca seca y estoy empapado en sudor.

“¿Qué carajos?”, digo mientras prendo el aire acondicionado.

Miro la hora en mi teléfono y ya son las cuatro de la mañana. Emily me contestó en cuanto envié el mensaje, pero estaba tan cansado que no pude contestar. Aún así, ella dijo que descansara y hoy temprano platicáramos acerca de ello.

Veo por la ventana que el cielo está despejado con unas bellas estrellas por todos lados. ¿Debería ir a entrenar? Tal vez solo podría descansar, parece que eso me hace falta.

Qué jodido es todo esto…

Me levanto de mi cama y tomo un pants, una playera ligera, me pongo mis tenis y salgo a correr. Necesito ejercitarme, necesito mejorar, necesito ser más poderoso. No es suficiente, si no mejoro ellos serán superiores a mí.

No sé cuánto tiempo paso corriendo, pero mi corazón parece a punto de estallar y mi cuerpo entero está empapado en sudor. El cielo comienza a mostrarse en tonos azules y veo que muchos dormitorios ya muestran sus luces encendidas.

“Pasé más de una hora dándole vueltas a la pista… creo que me pasé”.

Camino rumbo al gimnasio y tomo una toalla para secar mi sudor. Luego procedo con mis ejercicios de peso, barras con mucha carga, máquinas que superan mis límites. Solo esforzándome al máximo me podré superar.

El gimnasio se comienza a llenar de estudiantes y todos me miran al entrar.

“¿Ya viste? Eric viene incluso antes de que haya gente. ¿No está exagerando?”, murmuran entre ellos.

Tras casi una hora mis músculos empiezan a dolerme, mis piernas se debilitan y pierdo las fuerzas en mis brazos. Parece que me he quedado sin fuerzas.

Limpio mi sudor y camino hasta los vestidores donde tomo un largo y refrescante baño. Siento como toda el agua recorre mi cuerpo sin limitaciones y con ello mi estrés desaparece momentáneamente.

Seco mi cuerpo, me pongo mi ropa y voy al comedor para desayunar, no sé cuánto tiempo perdí, pero no veo una sola alma aquí, parece que las clases ya iniciaron.

“Buenos días, un desayuno, por favor”.

“Enseguida cielo”, me responde la cajera.

En cuanto me dan mi desayuno me siento en una mesa solo y pruebo mi comida; huevos con tocino, un poco de frijoles refrito, un pequeño tazón de arroz y una taza de café con una pieza de pan.

El cielo ya está azul y los pájaros cantan, deben ser más de las siete de la mañana. Ya mañana iré a clases, por ahora debo entrenar y aprovechar el día. Tras el desayuno regreso al campo de fútbol y comienzo a retroceder el tiempo una y otra vez.

¿Qué diablos intento con esto? No creo poder mejorar aún más mi retroceso temporal, lo único importante es el control eléctrico.

Me siento en el pasto y miro mis manos llenas de callos.

“Nunca había tenido mis manos así, esto muestra qué tan duro estoy entrenando”.

No puedo evitar sonreír al ver las heridas en mi cuerpo causadas por mi entrenamiento, eso significa que está dando frutos. El calor poco a poco se hace presente y me quito el abrigo, justo en ese momento veo nuevamente las rasgaduras.

“Es verdad, Estrella dijo que me traería las cosas. Aún es temprano, no creo que haya alguna mercería abierta. Por precaución iré por teléfono”.

Me levanto del suelo y me doy la vuelta, sin embargo, mi cuerpo se queda congelado al ver a Emily de pie detrás de mí con los brazos cruzados y una mirada realmente molesta.

“Emily…”, digo, tartamudeando mientras una gota de sudor escurre por mi frente.

“Sabía que no cumplirías tu palabra, pero algo dentro de mí me hizo creer que sí” me dice con una mirada furiosa. “Usar tu retroceso temporal solo me eliminó la duda de si realmente estabas entrenando o no, olvidas que soy una Timekeeper”.

Mi cuerpo tiembla e intento dialogar con ella, “Espera… Emily, deja que te diga… todo tiene una explicación”.

“Quiero escucharla”, dice ella.

Le cuento a Emily todos los sucesos de la misión, ella no quita esa mirada furiosa, pero puedo ver que realmente está preocupada.

“Y al final… resulta que nos usan, no estamos a salvo realmente. Tengo miedo, tengo mucho miedo de que algo te pueda pasar… no quiero perderte”.

“No lo harás”, dice ella, caminando hacia mí.

“Esto debe terminar, Eric. Estoy cansada de preocuparme por ti, de pensar en ti” ella leva su mano a su pecho mientras su voz se quiebra. “¿¡Sabes lo angustiante que es no saber nada de ti aun y cuando vivimos a unos pocos metros de distancia?!”.

Mi garganta se cierra y me impide decir algo en mi defensa.

“Esto se debe terminar, Eric. Tú y yo somos uno mismo. Podemos enfrentar lo que sea si estamos juntos. Pero si tú me haces a un lado e intentas todo por tu propia cuenta no llegaremos a ningún lado”.

“Así que decídete ya. ¿Realmente me amas? Si es así deja esta estupidez. Entrenemos juntos diario, pero durante el tiempo libre. ¿Si quiera sabes cuando serán los exámenes?”.

“No… no tengo idea de ello”, respondo, agachando mi rostro.

“Seguramente este parcial lo reprobarás por faltas. Aún quedan dos más, puedes recuperarte. Ahora, si no estás dispuesto a cambiar y dejar tu estúpido trauma a un lado entonces lo nuestro se acabó”.

Mis ojos se abren de par en par y miro a Emily quien tiene un rostro lleno de lágrimas. “Emily, espera. No es necesario… lo siento, de verdad lo siento”.

“No lo parece, sé que tienes miedo, sé que te aterra perder a tus seres queridos, sé que tienes miedo de ser débil y no poder defenderte en una misión. Pero juntos podemos mejorar, no solo se trata de ti, podemos progresar juntos, Eric. Es un noviazgo, se trata de dos personas, y si tú no quieres cooperar, entonces… debemos terminar”.

Es verdad… si ella no está a mi lado, entonces ¿qué chiste tiene entrenar? Si ella no está conmigo nada de esto vale la pena. Un futuro sin ella… no puedo visualizarlo… la quiero conmigo.

Me acerco a Emily y tomo sus manos temblorosas mientras ella solloza. “Lo siento… tienes razón… hagamos esto juntos, superémonos y crezcamos juntos. Volvámonos fuertes”.

“¿Crees que eres el único con miedo? En cada misión que tú, yo o alguno de los chicos tiene que salir del instituto mi corazón no se calma, sobre todo si se trata de una misión tuya. Me aterra el perderte… pero me aterra más el que dejes de ser tú mismo, mírate… ya no eres ese dulce chico… eres solo un sujeto paranoico… no eres tú…”

Ella tiene razón, todo este tiempo he estado obsesionado con todo eso, no reo poder olvidarlo, pero puedo disminuir mi intensidad. Al final si ella está conmigo podré contra todo. La he estado haciendo a un lado y no me puedo perdonar eso.

Abrazo a Emily con todas mis fuerzas y la beso en repetidas ocasiones en sus mejillas y luego en sus labios. “Perdóname mi amor, por favor. Juro que no volverá a pasar, avancemos juntos, quédate a mi lado y entrenemos juntos”.

Ella me abraza de igual forma y hunde su rostro en mi pecho. “Está bien. Te amo demasiado”.

“Y yo a ti, mi linda Emi”.

Continuamos así un rato hasta que ella regresa a clases y yo voy a mi dormitorio para cambiarme de ropa y entrar a la tercera clase. Estrella me escribe diciendo que ya ha traído las cosas por lo que voy a la entrada del instituto por ellas.

“Espero que te sirvan, Eric. Ahora, que tengas un lindo día”, dice con una gran sonrisa en su rostro.

“Espera, toma el dinero, es de las cosas y tu propina”.

Ella toma el billete de 500 pesos y me mira asombrada. “Pero si por todo solo fueron como 100”.

“Pues quédate el resto, nos vemos”.

Me voy a clases y ella se queda de pie sorprendida. Estrella sonríe mientras ve como desaparezco en la distancia y regresa al auto para marcharse.

Emily me ha hecho reaccionar, me ha hecho darme cuenta de que ciertamente estoy exagerando. Seguiré con ella a mi lado, nos apoyaremos mutuamente y creceremos juntos. Si ella está a mi lado entonces sé que podré contra todo. El amor que siento por ella es tan grande que me hace olvidar por momentos todo lo malo que he vivido.