Mi alarma me despierta muy temprano; no son ni las cinco de la mañana cuando el sonido me hace reaccionar de golpe. Apago mi alarma, tomo un baño y mi pulsera me indica que tengo que presentarme en el CIDFM. Una nueva misión protocolaria me ha llamado, sin embargo, solo seremos dos mutantes esta vez; una chica con super fuerza y yo.
La misión es escoltar un transporte blindado que aparentemente lleva materiales de alto peligro para el ser humano, supongo que se trata de materiales radiactivos. Tras tomar un batido en mi dormitorio ya que en el comedor aún no abren, me reporto en el CIDFM, cambiándome de uniforme y tomando mi equipamiento táctico.
Me reúno con mi compañera de nombre Jessica, una chica de unos 155 centímetros, piel morena, cabello lacio, largo y de color negro, así como sus ojos. Ambos salimos del CIDFM mientras me coloco el abrigo que Emily me ha regalado, y nos reunimos con el equipo, un par de sujetos con trajes especiales de cuerpo completo con mascarillas antigases tienen una caja plateada de gran tamaño en el suelo.
“Buenos días”, digo.
“Buen día. Supongo que ustedes serán nuestros escoltas”, dice uno de ellos, con su voz distorsionada por la mascarilla.
“Así es”, respondo. “Nosotros los escoltaremos en el camino, así que, si ya está todo listo, es hora de irnos”.
Ambos sujetos asienten, abren la camioneta desde las puertas traseras y suben la caja, seguido de ellos. Tras cerrar las puertas, Jessica y yo nos subimos en la cabina con el chófer.
“¿Todo listo?”, pregunta Jessica, quien se sienta en medio de nosotros.
“Sí, abrochen sus cinturones, por favor. En caso de que algo ocurra, detrás de los asientos hay un radio de emergencia, solo deben encenderlo y esperar a que sintonice de forma automática”, responde el chófer.
Con eso, abandonamos el instituto en una camioneta robusta y blindada, realmente parece que transportaremos un material peligroso. Me pregunto que rayos llevamos allí detrás, puede que sea uranio o algo por el estilo. Sin embargo, no entiendo por qué tenían el material allí, puede que incluso lo hayan sacado del instituto.
El objetivo es asegurarnos de que el material llegará a salvo hasta el objetivo; la capital del país. Una ruta de 10 horas de viaje sin parar, solo en una base de seguridad en un punto medio para ir al sanitario y comer.
El viaje es aburrido, el chófer es muy serio y Jessica simplemente parece estar muy nerviosa; sus piernas están en constante movimiento y no deja de morder sus uñas las cuales tienen esmalte rosa, o, mejor dicho, lo que queda del esmalte en ellas.
Debí traer mis audífonos.
Tras dos horas de viaje escuchando el sonido del motor en todo momento, el calor del sol golpeando el parabrisas y el mismo paisaje plano con flora en todos lados comencé a sentir demasiado sueño y me duermo, parece que he estado entrenando demasiado últimamente que, he olvidado por completo descansar. Hoy que por fin puedo tener un momento de tranquilidad me he relajado demasiado y cedo al cansancio.
En mi mente no veo nada, solo oscuridad. Aunque estoy dormido puedo escuchar todo a mi alrededor, es como si hubiera desarrollado la habilidad de dormir sin entrar al sueño profundo, aunque, eso no es algo bueno en realidad.
Conforme avanza el tiempo percibo una pesadez en mi rostro, es molesto, me da un mal presentimiento. Sin más, abro mis ojos y me doy cuenta de que Jessica me está observando fijamente. En cuanto ella nota que he despertado deja de mirarme y finge no haberlo hecho.
“¿Pasa algo?”, pregunto.
“No, es solo que no sé como puedes estar tan relajado”, responde con timidez.
“No es mi primera misión, además… la primera misión que tuve fue algo intensa respecto a esta”, digo, mirando por la ventana mientras observo el paisaje lleno de flora.
“Sí, lo sé. Todo mundo supo de ese incidente, fue la misión más salvaje de todas” Jessica rasca su cabeza mientras dice esto.
Mi mirada se vuelve hacia ella y me doy cuenta de que se ha calmado un poco.
“Si me he dormido no es porque esté relajado. Es que he estado entrenando tanto a diario que el cansancio acumulado me ha pasado factura”, digo, con una sonrisa gentil.
“Entiendo, tiene sentido”.
“No deberías preocuparte, todo saldrá bien. Eres super fuerte, yo tengo retroceso temporal y control eléctrico, todo saldrá bien” le digo con una cálida sonrisa que transmite seguridad.
Ella me devuelve la sonrisa y mira hacia el frente. Parece que se ha relajado por completo, solo necesitaba platicar un poco para calmarse. Cuando completamos las cinco horas de viaje llegamos a una caseta de peaje al pasar mi querida ciudad natal. Aquí hay un centro de seguridad, donde el chófer frena y varios militares nos inspeccionan. Nos piden documentos de identificación y qué tipo de carga llevábamos, tras validar todo ahora podemos bajar al baño y comer mientras los militares vigilan el transporte.
“Solo diez minutos, de allí nos vamos”, dice el chófer.
Los chicos que van detrás también bajan y noto que ya se han retirado sus trajes, ahora únicamente llevan guantes especiales que se retiran para ir al sanitario.
“¿Crees que llevamos una carga radioactiva?”, pregunta Jessica.
“No lo sé, eso pensé, pero ahora esos sujetos únicamente llevan guantes. Su uniforme es similar al nuestro”, respondo.
“Todo esto me causa duda”.
Voy al sanitario y me acerco al mingitorio donde orino. Mientras el silencio del baño, combinado con el sonido de mi orina, me envuelve, mi mente se libera por unos minutos. No puedo evitar pensar en que es mi último semestre en el instituto, sigo pensando en si voy a ser o no un mutante de lleno. Lo único que sé es que al menos debo ser fuerte para proteger a mi familia.
Espero que en un universo alterno haya conocido a mis amigos y a Emily en una vida donde no existan los mutantes.
En ese momento, el sonido de alguien tirando de la palanca del retrete me hace reaccionar y veo como uno de los chicos sale del baño. Este me observa fijamente unos momentos y luego se lava las manos para salir del sanitario.
En cuanto termino, lo sigo de igual forma y comemos el almuerzo que nos han proporcionado. La curiosidad me sigue matando, por lo que decido preguntar, “¿Qué tipo de carga llevamos?”.
“¿A qué viene la pregunta?”.
“Sí, es que ustedes llevaban trajes especiales antes de salir del instituto y luego se los quitaron. Quiero saber” les cuestiono, mientras muerdo mi sándwich.
Uno de ellos me mira fijamente como si me retara, pero en su lugar suspira y sonríe, “no es de tu incumbencia. Además, no lo sabemos, solo seguimos órdenes”.
La mirada de ambos me desconcierta, ahora evitan mirarme a los ojos, pero al principio parecían retarme. Siento que realmente saben muy bien lo que hay en esa caja.
Cuando terminamos de comer regresamos al vehículo y continuamos con nuestro camino. De aquí en adelante el paisaje se torna desértico, aunque la temperatura afuera indica que es inferior a los 20 grados Celsius, pareciera que realmente hay más de treinta. Cactus y demás plantas de zonas áridas, me parece increíble.
Conforme avanzamos, parece que el tiempo se hace más largo. Llevamos más de ocho horas de viaje y mi trasero se comienza a entumecer. La ventaja es que de regreso nos iremos en avión.
Mientras avanzamos en la autopista llegamos a un túnel y en este punto, un vehículo se nos aproxima por detrás. Miro por el retrovisor que nos arroja las luces altas en repetidas ocasiones.
“¿Quiere rebasar?”, cuestiono.
“Eso parece”, responde el chófer, cambiando de carril, dejándoles el paso libre. El vehículo; una camioneta, nos rebasa y luego toma ventaja en la autopista. Sin embargo, tras varios metros esta se frena y se coloca frente a nosotros forzándonos a reducir la velocidad.
“¿Qué está haciendo?”, pregunto, con una voz ligeramente alterada.
“Mierda” el chófer comienza a maniobrar el transporte de un lado a otro intentando rebasar, pero ellos realmente nos lo impiden. “Preparen sus armas, esto es un atraco”.
El chófer, con una serenidad increíble, toma las riendas y se prepara para el peor de los escenarios mientras yo cargo mi arma. Jessica se queda paralizada. Sus ojos, abiertos como si vieran la muerte, tiemblan más que sus manos temblorosas. No ha vivido lo que yo, es solo una chica aterrada.
“Es broma, ¿verdad?”, dice, con una voz quebrada, a punto de llorar.
“Me temo que no, así que date prisa”, respondo.
Ella empieza a temblar y prepara su arma. El vehículo delantero nos bloquea el paso, es en ese momento que salimos del túnel y por detrás un vehículo más nos golpea repentinamente.
“¡Mierda!”, exclama el chófer. “¡De dónde coño salió ese otro!”.
El chófer acelera el vehículo al máximo y golpeamos a la camioneta del frente, forzándola a abrirnos paso. En ese momento, el parabrisas recibe varios impactos de bala que únicamente fragmentan ligeramente el cristal.
“¡Nos disparan!”, exclama Jessica con una voz hundida en pánico.
“¡Mantén la calma, Jessica! ¡Necesito que te concentres! No puedo perderte en este momento, somos nosotros contra ellos” le digo mientras la sostengo de los hombros.
Ella asiente con miedo y se persigna, besando la cruz con sus dedos en el último punto.
“Oye, necesito que me abras un poco la ventana, no puedo hacer nada si no lo haces” le digo al chófer.
Él abre la ventana ligeramente y me asomo por esta. Apuntando con precaución, logro disparar en al menos cinco ocasiones e impacto la llanta trasera de la camioneta del frente, provocando que pierdan el control y salgan de la carretera. Las detonaciones abruman a Jessica quien cubre sus oídos con sus manos.
“¡Bien hecho!”, exclama el chófer. “¡Ahora solo quedan esos pendejos de atrás!”.
La camioneta de atrás sigue pisándonos los talones, no deja de golpearnos en repetidas ocasiones.
“¡Tenemos que hacer algo!”, exclamo.
Me doy la vuelta en el asiento para mirar hacia atrás del vehículo y me asomo un poco por la ventana, “¡Jessica, sostenme! ¡Si algo sale mal debes tirar de mi cuerpo y meterme de nuevo!”.
En cuanto saco mi torso y mis brazos, tomo mi arma y comienzo a disparar hacia atrás contra el vehículo. Ellos de igual forma nos devuelven las balas y comienza un enfrentamiento en medio la autopista.
“¡Carajo!”, exclamo con rabia, al agotar mi munición. Así, tomo un nuevo cargador y recargo mi rifle para atacar nuevamente. Sin embargo, en cuanto salgo nuevamente, ellos disparan justo a nuestro neumáticos y el chófer pierde el control del vehículo.
“¡Mierda!”, exclama, mientras intenta controlar el transporte tanto como puede.
¡No puedo regresar adentro! ¡El movimiento me lo impide! ¡Demonios!
Nuestro transporte derrapa de un lado a otro y sin previo aviso salimos del camino y el vehículo se volcó. Yo, por la inercia, salgo disparado hacia una pendiente. Rodando sin parar, continúo bajando hasta atorarme en un arbusto cuyas ramas logran herir mi rostro y manos.
¡Ugh! ¡Duele!
El movimiento, el estruendo y la caída me han dejado desorientado. Mi vista es borrosa, no puedo ver nada con claridad. Me doy un par de bofetadas para reaccionar por completo. Mi entorno es un bosque verde y con enormes árboles de pino y abeto. Parece que ya estábamos cerca de nuestro objetivo, pero esto nos ha detenido por completo.
“Mierda… Ah… Fue intenso… Estoy sangrando de la mejilla y mis manos”.
Intento ponerme de pie y caigo al suelo nuevamente al sentir una increíble punzada en el tobillo izquierdo que me impide mantener la fuerza y levantarme. “¡Mierda! ¡Carajo!”, sostengo mi tobillo con ambas manos. El dolor realmente es intenso, no parece fractura, solo un esguince o algo por el estilo.
“¡Ugh! ¡Tengo que moverme!”.
Me levanto del suelo y con cada paso que doy el dolor me recuerda que no soy inmortal y debo tener cuidado de mí, soy tan frágil como un humano normal. Camino lentamente hacia el vehículo que ha quedado completamente de cabeza y muy destrozado.
“Debo sacarlos de ahí, pedir ayuda y tratar de que esos malditos no se nos acerquen”.
En cuanto llego al transporte veo que el chófer tiene un enorme trozo de hojalata atorado en su garganta; sus ojos abiertos y su sangre goteando poco a poco me dice que ya ha muerto y no una forma agradable. No puedo evitar sentir asco; cubro mi boca y cierro mis ojos con fuerza. ¡Alguien más ha muerto! ¡No pude protegerlo! ¡Mierda! ¡Si solo hubiera podido hacer algo más! ¡Si aún no ha muerto por completo puedo retroceder!
Preparo mi retroceso y cuando mis ojos miran al suelo me doy cuenta de que ya no hay combustible chorreando, lo que significa que ha pasado más tiempo del que parece. Debí quedar inconsciente unos minutos y pensar que todo fue instantáneo… ¡Mierda! ¡Lo único que me quedaba de esperanza ha muerto en este momento!
Meto mi mano y toco el pulso de Jessica quien está completamente de cabeza con su cuerpo doblado en su totalidad. Su pulso me da un poco de alegría al saber que está viva.
¡Vamos! ¡Te sacaré de aquí!
Usando toda mi fuerza la saco por la ventana y la coloco en el suelo. Su rostro tiene muchas heridas y logro sentir en su pierna derecha un hueso roto; está fuera de lugar. Ella no la pasó bien.
La alejo tanto como puedo de la camioneta y la recuesto detrás de un árbol. Solo quedan los dos de atrás. Espero que estén bien.
Cuando llego hasta la puerta de atrás mis ojos se abren de par en par al ver que la puerta está abierta y ellos están completamente bañados en sangre. Por lo que veo no llevaban sus cinturones de seguridad y con el descontrol terminaron siendo molidos dentro de una caja de acero.
Aprieto mis puños con rabia y la ira comienza a hervir dentro de mí. No se los voy a perdonar nunca, malditos criminales. ¡Narcos o lo que sean! ¡Los asesinaré!
Para mi fortuna, la caja aún sigue allí. Entro al vehículo, la tomo con fuerza y la arrastro afuera para asegurarla. ¡Pesa demasiado! ¡Qué carajos hay dentro!
El suelo de tierra con una gran cantidad de rocas me impide arrastrarla con facilidad, es realmente molesto y me hace perder tiempo. En ese momento, un fuerte golpe en la espalda me hace caer al suelo con mi conciencia aturdida.
“Míralo, intentando seguir su misión. Es increíble lo determinados que son todos los chicos del instituto”, dice un hombre, cuyo rostro es desconocido pero su voz es tan imponente como el rugido de un león.
“¡Ja! Esos imbéciles les lavan el cerebro. Son solo niños, no deberíamos meternos con ellos”, responde otro, con una voz más delgada pero realmente molesta.
“Tomen la caja y vámonos, les estamos haciendo un favor”, dice nuevamente el sujeto que parece me ha golpeado en la espalda.
“¡Esperen!”, exclamo, con una voz débil.
Lentamente me pongo de pie y miro a todos. Son cinco personas. Una chica de cuerpo bien definido, piel blanca y cabello rubio. Tres chicos delgados de piel morena, cabello negro y lacio, solo uno de ellos tiene cabello rizado. Y el que parece el líder; un hombre musculoso, de piel ligeramente morena, cabello corto y rizado, barba de candado y cejas pobladas. Todos uniformados con un chaleco antibalas, una sudadera negra y jeans de mezclilla.
“Creí haberte dado un buen golpe, parece que mi buena fe pudo más”, dice el líder de ellos.
“¿Por qué nos atacan? ¡Mataron gente inocente!”, exclamo.
Ellos comienzan a reírse y el líder se me acerca. “Nadie es tan inocente como crees. Tal vez ellos no han hecho nada malo, pero colaboran con el instituto. Y eso no lo toleramos. Tómalo como un daño colateral”.
“¿Daño colateral? ¡Son solo criminales!”, exclamo, expulsando toda la ira contenida con ese grito.
“Tranquilo, hijo. Ese imbécil les ha mentido, todos. ¿Creen que son santos? ¿Sabes qué hay dentro de esta cosa? ¿Se los dijo?”, responde el sujeto musculoso, señalando la caja plateada.
“No, no lo hizo”, respondo.
“Si yo abro esa caja, ¿qué crees que encontraré?”, pregunta.
“No me importa una mierda, son criminales, ¡y su maldito objetivo se acaba aquí!”. Con eso, comienzo a expulsar una increíble cantidad de electricidad en todas direcciones provocando que mi cabello se erice. Ellos retroceden y me miran con sorpresa.
“Es un… elemental”, dice la chica.
¡Así que son mutantes! ¡Deben ser insurrectos!
“No te preocupes. John, dale una paliza a este mocos, solo no lo mates”, dice el líder.
El chico de cabello delgado comienza a estirar sus brazos y sus piernas, por su complexión y el tipo de gestos creo que es un velocista. ¡Intenta golpearme, imbécil!
Aunque no es notorio para ellos, estoy expulsando electricidad por todo mi cuerpo, pero se reúnen en puntos aleatorios creando los rayos, si alguno me toca recibirá una descarga eléctrica lo suficientemente capaz para convertirlos en carbón.
Aquel sujeto desaparece y en cuanto intenta golpearme, su mano se queda a solo unos milímetros de mi rostro para luego ser expulsado velozmente e impactarse contra un árbol, destrozándolo por completo.
“¡Qué mierda pasó!”, exclama la chica, mirándome con miedo.
“La electricidad púrpura es más difícil de controlar, pero tiene mucha capacidad de ser… usada para diferentes cosas”, dice uno de los chicos mirando a su colega inconsciente mientras su cuerpo entero expide una gran cantidad de humo.
Imbéciles. En este momento soy una fuente de electricidad, si me tocan están muertos.
El líder me mira con molestia y extiende sus brazos.
“Escucha, chico. Hagamos un trato, ni tú nos haces daño, ni nosotros a ti. Es más, esa linda chica de allí atrás te va a curar a ti a los que sigan vivos de tus amigos. Solo tomaremos esta caja y nos iremos”, dice, con un tono amigable.
“No se llevarán nada. ¡Los acabaré a todos!”, exclamo, cargando electricidad en mis manos y atacando a los otros dos chicos detrás del líder. Aunque intentaron moverse, la electricidad es más veloz; los rayos los impactaron y ellos simplemente con unos cuantos segundos de recibir toda la descarga mueren.
Sus cuerpos completamente calcinados caen al suelo liberando tanto humo y un olor horrible.
“¡Créeme! ¡Esta caja está dirigida a un laboratorio donde los estudian a todos ustedes! ¡Los usan como ratas de laboratorio! ¡Así que basta ya, chico!”, exclama el hombre, mostrándose nervioso.
“¿Se preguntaron si nosotros podríamos pedirles que se detuvieran? ¡Simplemente nos atacaron!” me acerco a él lentamente y de pronto un increíble dolor me ataca la cabeza.
¡Mierda! ¡Qué rayos es esto!
Caigo de rodillas en el suelo, me estoy mareando horrible y miro como el hombre toma la caja y luego se acerca a la chica, “gracias, linda. Vámonos antes de que se le pase el efecto”.
Ya entiendo, esa maldita es una bi-mutante. ¡Debe tener los poderes de curación y telepatía! ¡NO ESCAPARÁN!
En ese momento, forma una centella con mi mano derecha y me aseguro de darle tanta carga eléctrica como puedo. Es tanta la energía que mi mano se entumece sin limitaciones.
“¡No huyan, malditos!”, exclamo, arrojándoles la centella que impacta al hombre y los electrocuta a ambos al ir tomados del brazo. La descarga es de tal magnitud que en cuanto caen al suelo su cuerpo entero se desmorona y la caja rueda en la pendiente mientras brota humo de esta.
“¡HAH! ¡Ah!” mi respiración áspera tras este enfrentamiento no cede. He matado personas, pero ellos nos hubieran matado a todos si algo más hubiera ocurrido en el momento que salimos de la carretera.
Caigo al suelo sobre mi trasero y en ese momento veo a todo mi alrededor; el canto de las aves se escucha a la distancia, ¿por qué no cantarán aquí? Seguramente se asustaron cuando el vehículo llegó y se incrustó en este lugar.
Miro a la caja en el suelo y noto que se ha abierto, “mierda… debo sellarla”.
Me acerco a esta y en cuanto la pongo correctamente en el suelo, la tapa se abre por completo y veo que tiene una gran cantidad de muestras de sangres, fácilmente corresponden a toda una generación escolar.
“¿Qué?”.
Tomo un frasco de estos y leo la etiqueta, “Number 0034. Speedster”.
Es velocista en inglés… esto realmente es un lote de muestras de sangre… ellos tenían razón… ¡Estábamos transportando solo sangre de nosotros!
Llevo mi mano a mi rostro y un sinfín de pensamientos me azota. Debe haber una explicación. ¿Realmente somos ratas de laboratorio? ¿A dónde van las muestras de sangre? ¿Por qué requieren estudiarnos? ¿Los insurrectos realmente tienen la razón? ¡Alguien respóndame!
Caigo al suelo mientras tiro de mi cabello con desesperación. Hay tantas cosas en mi mente que no puedo pensar en nada correcto en estos momentos. Creo que lo que nos conviene a Jessica y a mí en estos momentos es pedir apoyo.
Me levanto del suelo noto que tengo lágrimas en mis mejillas. Las limpio con mis manos mientras camino hacia el vehículo; con cada paso que doy cojeo por el dolor que siento en mi tobillo y en todo mi cuerpo.
Al llegar a este, busco entre los asientos el radio de emergencias y lo extraigo. Regreso por la caja y la arrastro hasta Jessica mientras enciendo el radio. Este comienza a liberar ruido rosa y tras unos momentos logra sintonizar lo que parece ser una estación de emergencia.
“¡Hola! ¿Hola? ¿Alguien me escucha?”, exclamo al notar que el ruido rosa desapareció y el display me indica que ya ha encontrado la frecuencia ideal.
“Aquí el Centro de Emergencias y Soporte Mutante sector 156. Te recibo”, responde una chica.
“¡Por favor! ¡Necesito apoyo! Fuimos asaltados durante una misión y nuestro vehículo perdió el control. ¡Solo seguimos dos personas con vida! ¡Los demás murieron! ¡Nos atacó un grupo de insurrectos! ¡Por favor!”, exclamo mientras me dejo caer en el suelo.
“Recibido, estoy triangulando tu posición, por favor, trata de no moverte. ¿Puedes decirme que ves a tu alrededor?” me dice la chica.
“Solo veo árboles y arbustos, es una pendiente, la carretera pasa arriba de nosotros supongo. Nos dirigíamos a la capital del país”, respondo.
Ella tarda unos instantes en responder, “lo tengo. Ya tengo tu posición, por favor, no te muevas de allí, un nuevo vehículo de transporte se dirige hacia allá con nuevo personal, asimismo, una ambulancia va en camino, por favor, si algo ocurre no dudes en decírmelo. Como están demasiado lejos del pueblo más cercano tardarán al menos veinte minutos en llegar, solo no se desesperen”.
“Gracias… de verdad…”, digo, soltando el radio y mirando a Jessica quien sigue inconsciente.
Ella tiene super fuerza, y a pesar de eso tiene un cuerpo muy ligero, igual al de una mujer ordinaria. Creí que todos los que tienen super fuerza son musculosos, al menos que ella no entrenara lo suficiente.
De cualquier manera, la ayuda ya viene. Me aseguro de sellar la caja por completo y luego cierro mis ojos un momento. Para mí transcurren unos minutos, pero parece que perdí el conocimiento realmente; cuando reacciono ya estoy siendo llevado en una camilla hasta una ambulancia. El nuevo equipo toma la caja y la suben a una nueva unidad. Estos se van del lugar tan rápido como pueden, por otro lado, veo demasiados vehículos formados, parece que han cerrado el paso de la carretera para poder trasladarnos.
Suben a Jessica en una ambulancia y a mí en otra. Mientras me cierran las puertas, intento ver más de ella, sin embargo, me lo impiden. Los paramédicos notan que he reaccionado y me hablan, “no te preocupes, estarás bien. Ya estás a salvo, tu amiga está bien”.
Supongo que ahora… puedo dormirme nuevamente…
Somos solo objetos para el instituto… ¿Es real lo que esos sujetos me dijeron? Los rebeldes… mejor dicho, insurrectos… ¿Ellos realmente luchan para detener el abuso de mutantes?
Tanta información que procesar. ¿Entre esas muestras irá mi sangre y la de los chicos? ¿De quiénes serán? Solo estaban clasificadas por número de muestra y clase de mutante, pero no llevaban nombres.
¡Mierda! ¡Solo pensar que nos están usando! ¡Juro que averiguaré todo sobre esto!
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero abro mis ojos lentamente y percibo una gran cantidad de luz por todos lados. Rápidamente me cubro la visión con mis manos y gradualmente observo mi alrededor hasta acostumbrarme a todo. En cuanto consigo reaccionar por completo me doy cuenta de que estoy sobre una mesa de exploración.
“¿Dónde estoy?”.
“Ah, ya despertaste, menos mal”, responde una mujer sentada a mi izquierda.
Eso me ha tomado por sorpresa; giro hacia ella con un pequeño salto llevando mi mano a mi pecho.
“Ay, perdón que te haya asustado. Veo que ya reaccionaste”, dice con una voz tan suave como un ángel.
Ella es blanca como la nieve, rubia, de ojos verdes y porta un uniforme blanco; es evidente que es una enfermera.
“¿Dónde estoy? ¿Cómo está mi compañera Jessica?”.
Ella se levanta de su asiento y camina hacia mí para acariciar mi cabello, “estás en el Centro de Emergencias y Soporte Mutante. Te hemos traído aquí para curarte a ti y a tu amiga”.
Menos mal… Respiro aliviado y me tiendo sobre la mesa de exploración nuevamente.
“Es increíble como pudiste luchar; tenías dos costillas fracturadas, un centímetro más y perforas tu pulmón. Tu tobillo izquierdo también estaba muy lastimado, y sin mencionar las contusiones en todo tu cuerpo”, comenta.
“Sí… hice un esfuerzo sobrehumano para sobrevivir”.
Ella sonríe y me da una carpeta negra.
“¿Qué es esto?”, pregunto con curiosidad mientras recibo la carpeta.
“Son sus boletos de regreso, serán llevados al aeropuerto de la capital del país ya que es el más cercano. El transporte local en su ciudad ya corre por su propia cuenta”, me responde.
“Entiendo, muchas gracias”, respondo.
“De nada. Te he curado por completo, así que debes ser capaz de levantarte. Tu amiga te espera afuera, es hora de irse”.
Tras eso, ella sale de la habitación y me levanto de la cama, me coloco mis botas tácticas y salgo tras ella. En cuanto abro la puerta veo un pasillo de al menos diez metros de largo con muchas sillas de plástico adheridas a la pared y al suelo. En estas veo a Jessica sentada.
“Jessica, ¿cómo estás?”.
“¿Eric? ¡Eric! Menos mal que estás bien” ella se pone de pie y corre a abrazarme. “Me dijeron que te enfrentaste tú solo a cinco mutantes criminales. Pensé que incluso pudo pasarte algo”.
“Descuida, no me pasó nada”, digo, con una sonrisa aliviada y un gesto de orgullo con mis brazos, tocando mis bíceps del brazo derecho.
“Jajaja está bien. ¿Ya podemos irnos? Esto fue realmente una pesadez”, dice ella encogiéndose de hombros.
“Sí, aquí traigo los boletos”.
Salimos del CESM, cuando ponemos un pie afuera vemos que este lugar es enorme; parece incluso más grande que cualquier cuartel de Protección Civil. Tiene helicópteros, ambulancias, patrullas y vehículos blindados con torretas de ataque manual.
“Si el gobierno paga esto entonces ya veo por qué no ponen empeño en el resto de infraestructura”, dice Jessica mirando con asombro todo.
“Es más que eso… dinero hay”, digo, tronando la boca y subiendo al vehículo; un auto sedán de cuatro puertas.
Ella sube conmigo y un chófer nos lleva camino al aeropuerto.
“Eric… perdona que no haya podido ser de ayuda” Jessica me dice esto, pero no me mira, su rostro se oculta dándome la espalda.
“No pasa nada, pudo haber sido al revés”.
Jessica se gira hacia mí y me sonríe.
“Eres realmente muy fuerte”, dice, mirando mis manos enrojecidas.
“Bueno, no lo suficiente. Mis manos están así por el exceso de uso de mis poderes”.
Ella suspira y se deja caer sobre el asiento, “quiero ser como tú; valiente y fuerte”
“¿Por qué no mejor?”, digo con una sonrisa.
Jessica sonríe y cierra sus ojos. Ahora, solo queda llegar al aeropuerto y regresar a casa, mientras tanto creo que realmente puedo relajarme.