Han pasado algunos días desde que logré generar la centella. Me pregunto qué tan letal es una de estas pequeñas y peligrosas amigas. Lo único con lo que lo he probado son árboles y materia inerte. El resultado no es tan increíble, los materiales suelen ser aislantes, por ello no veo efecto alguno. Aún así, mis rayos son muy buenos y poderosos, controlarlos por completo es algo difícil, pero las centellas son más dóciles.
Mis manos entumecidas me indican que ya me he excedido en mi entrenamiento. El crepúsculo me deja ver las siluetas de los estudiantes caminando hacia el comedor mientras la frescura de la mañana nos envuelve por completo. Tomo mi toalla y limpio el sudor de mi rostro mientras retiro el abrigo que Emily me ha regalado; esto es lo que me cubre del sereno y del frío que, aunque es una zona calurosa, por las noches suele refrescar.
Camino hasta el comedor donde puedo percibir el delicioso aroma a chilaquiles. Me acerco hasta la barra y solicito mi desayuno, cuando lo recibo regreso a una mesa donde comienzo a comer con un increíble apetito. Sin darme cuenta ya estoy terminando mis alimentos cuando mis amigos llegan a la mesa.
“¿No nos esperaste? Eso es descortés”, dice Sandra, mirándome con un rostro inexpresivo. Mirándome como si fuera la basura más despreciable del mundo.
“Lo siento, tenía hambre y olvidé esperarlos” les digo a todos mientras limpio mi boca con una servilleta.
“No pasa nada, Eric. No nos vamos a morir por un día que no nos esperes”, dice Emily dándome una sonrisa angelical como siempre.
“Pero lo que sí tengo que preguntarte es si hiciste tu parte de la investigación”.
¡Carajo! ¡La investigación! Olvidé que tenía que hacerla.
“Eh… ¿Cuándo vence?”, pregunto con un rostro temeroso.
Emily cambia su rostro tierno a uno serio de forma repentina.
“Es para hoy, Eric. Es en la segunda clase” me responde con un tono molesto.
“Ah, no te preocupes. Lo tendré, ahora mismo lo hago” me levanto de la mesa y corro hasta mi dormitorio para darme un baño exprés, colocarme mi uniforme y hacer la investigación tan rápido como puedo.
¿La maestra pidió fuentes bibliográficas? Sino que la inteligencia artificial se encargue de darme la información.
Abro el chat con la IA y le solicito toda la información que requiero. Solo así podré tener la información correctamente. Luego pego todo el texto en un documento en blanco en mi ordenador, le cambio el formato de texto, fuente de letra y lo ajusto tal y como lo ha solicitado la maestra. Con eso, guardo mi documento, cierro mi laptop y corro hasta Emily para darle la información en una memoria.
“Es increíble que lo hayas olvidado… ¿Qué te está pasando?” me pregunta, mirándome a los ojos con un rostro ligeramente decepcionado.
“Tranquila, no volverá a pasar”, respondo.
Ella toma la memoria y la inserta en su laptop, saca la información y la pega en el documento general. Mientras lo hace, lee todas las líneas de texto y cuando termina, me lanza una mirada molesta.
“¡Usaste la IA!” Emily azota la mesa y se pone de pie, dejándome ver una vena marcada en su frente.
Emily es un pan de Dios, pero cuando enfurece ella realmente parece el mismo diablo.
“Emi, espera. Solo es por esta vez, lo juro”, digo entre tartamudeos, retrocediendo poco a poco mientras ella se levanta.
“Eso espero, Eric. Dime, ¿por qué estás cambiando para mal?”.
“El Eric que amo jamás haría algo como esto, estás faltando a clases, estás haciendo trabajos con IA e incluso no te interesa validar las fuentes. ¿Por qué haces esto?” Emily me mira con un rostro intimidante mientras cruza sus brazos.
“Lo siento… te prometo que no pasará de nuevo”, respondo, acercándome a ella y abrazándola.
Ella se relaja tras unos momentos y corresponde mi abrazo. Mientras tanto, los demás nos observan con vergüenza.
“Parece que Eric es un mandilón”, dice Rodrigo entre risas.
“Bueno, él al menos se disculpa” Diana ataca a Rodrigo con sus palabras frías y directas.
“¿Y a ti quién te habló?” Rodrigo se molesta y le responde.
Diana se muestra indiferente mientras Rodrigo estira su brazo y revolotea el cabello de ella. Mientras ellos se miran con disgusto no puedo evitar recordar aquella ocasión en la que Rodrigo mencionó que estaba enamorado de Diana. Me pregunto cuánto tiempo podrá mantenerlo oculto de todos, ya que estoy seguro de que ella lo sabe.
En realidad, me parece ridículo que ella ni siquiera diga algo, él sabe perfectamente que Diana tiene conocimiento de sus sentimientos, parece que es una competencia para ver quien se le declara al otro, o seguramente ella ni siquiera siente algo por él.
Las clases avanzan lentamente y lo único en lo que puedo pensar es en entrenar. Sé que esos sujetos andan libres por allí, haciéndoles daño a seres inocentes; tengo que ponerles un alto, pero no lo haré sin antes averiguar qué tienen que ver esos sujetos conmigo.
En cuanto el fin del día llega, llego hasta el campo de fútbol nuevamente. Retiro mi uniforme y mantengo únicamente una playera blanca y mi pantalón del diario. Tras conseguir suficientes energía con mis alimentos y bebidas energéticas decido reanudar mi entrenamiento. Lleno mis manos de energía y consigo materializar dos centellas, las cuales libero y comienzan a moverse libremente por el suelo, sin embargo, es en ese momento cuando me doy cuenta de algo increíble.
Mientras las centellas se mueven de un lado a otro, mis manos se cargan nuevamente de energía. Mis ojos se ciernen en las centellas, las cuales se detienen por completo. “¿Eh?”.
Llevo mi mano hacia mi cabeza y me rasco intentando comprender qué es lo que está pasando, para mi sorpresa, una de las centellas comienza a moverse en una dirección similar a la que mi mano lo hizo.
“¿Qué está pasando? ¿Se está moviendo exactamente como mi mano?”.
Mis ojos se abren de par en par y regreso mi mano a su lugar, asimismo, la centella hace lo mismo y regresa a donde estaba. Muevo mi otra mano y me percato de que realiza lo mismo; moverse en una dirección que yo controlo.
“¡Es increíble!”.
No solo puedo generar centellas, puedo controlar su dirección, esto les da una enorme utilidad. Oh, amigo. Imagina lo que puedo hacer con estas cosas en un combate o una misión.
Muevo mis manos hacia el cielo, hacia el suelo, de un lado a otra y las centellas flotan en todas direcciones a las que apunto mientras liberan pequeños rayos. Sin embargo, tras un par de minutos noto que comienzo a agotarme y absorbo nuevamente las centellas para recuperar algo de energía.
“Eso fue intenso… ¿qué tanto podré llegar a conseguir con esto? Sería mejor si el control pudiera hacerlo sin la necesidad de usar mis manos”.
Por el momento, me doy cuenta de que ya no energía para entrenar mis poderes por hoy, pero sí las suficientes para continuar mi entrenamiento físico. Entro al gimnasio y me encuentro a muchos chicos usando las maquinarias o barras con discos de peso.
Me acerco a un banco libre y coloco una barra sobre mi banco, listo para realizar levantamiento de press banca. Luego le coloco un par de discos de cuarenta kilos por cada lado y comienzo mi calentamiento para luego continuar con mis ejercicios. Cuando la noche cae, termino mi entrenamiento y regreso a mi dormitorio mientras limpio mi cuerpo con una toalla. La temperatura de la noche es baja, no tanta, pero sí lo suficiente como para provocarme escalofríos. Miro a todos a mi alrededor caminar y vivir sus vidas de forma ordinaria; ignorando por completo las amenazas que hay allí afuera.
Estoy cerca de mi edificio cuando me encuentro a Sandra de frente. Ella lleva una falda de mezclilla hasta medio muslos, una blusa de color rosa con mangas cortas y unos cuantos libros en sus brazos.
“¿Eric?” me dice al verme, con un rostro ligeramente sorprendido.
“Hola, ¿qué haces por aquí?”, pregunto.
Ella baja su mirada y sonríe nerviosamente mientras juguetea con sus dedos, “solo vine a leer un poco en las canchas de básquet, ya sabes… para la escuela”.
“Ya veo, pues qué bueno”, digo, metiendo parte de la toalla en mi ropa para limpiar el sudor de mis axilas y pecho.
Ella parpadea en repetidas ocasiones y me mira con una expresión curiosa, como si quisiera averiguar algo de mí, “¿Vienes de entrenar?”.
“Sí, sigo desarrollando mis habilidades… nunca serán suficientes”, respondo, apretando mis puños con rabia solo de recordar a esos malditos.
“Entiendo… pues no te esfuerces demasiado… ya sabes lo que dicen, nada en exceso es bueno”.
“Claro, así será”, ella me sonríe y camina unos pasos para luego darse la vuelta y mirarme nuevamente.
¿Ocurre algo?
Nuestras miradas se aferran una a la otra, sin embargo, aunque ella parece querer decir algo prefiere abstenerse. No entiendo qué pasa, pero Sandra realmente se muestra algo extraña. Tras unos instantes, ella se da la vuelta y se retira por completo.
“¿Qué fue eso?”.
Tras pensarlo por un momento y llegar a la conclusión de que tal vez solo está preocupada por mí, entro al edificio y camino hasta mi dormitorio, donde me doy un baño para luego acostarme en mi cama. No he revisado mi teléfono en los últimos días.
Desbloqueo mi teléfono y veo muchos mensajes de mis padres, de los chicos y el resto de las aplicaciones. Realmente me he mantenido incomunicado con todos. Le respondo los mensajes a mis padres, que se han preocupado mucho, pero parece ser que Emily ha hablado con ellos según leo en algunos mensajes.
Tal vez me estoy excediendo un poco, pero realmente no me siento listo para dejar mi entrenamiento. No aún.
Punto de Vista de Emily.
El día pinta ser hermoso, la temperatura es agradable, las aves cantan, las brisas del viento me acarician el ropaje y la piel con tanta suavidad. La rutina diaria sigue acompañándome. El desayuno con mis amigos es habitual como siempre, sin embargo, alguien falta.
“¿De verdad Eric no vendrá otra vez?”, pregunta Diana.
Esto comienza a molestarme de verdad. Tomo mi teléfono y le escribo un par de mensajes preguntándole si todo va bien, pero él simplemente no me contesta. Sé que eso de los asesinos lo atormenta, pero está exagerando.
Incluso se ha alejado de sus padres; de su familia entera. No puedo creerlo, esto ya es demasiado.
“¿Emily?” Sandra me habla, colocando su rostro frente a mi mirada para hacerme salir de mis pensamientos. “Luces molesta”.
“Lo siento… es solo que Eric ya está pasándose de la raya con esto”.
Sandra sonríe y me toma de la mano con suavidad, “descuida, pronto se le pasará”.
Conozco a Eric y realmente no lo tomará así, no hasta conseguir su objetivo, es testarudo, es tan insistente, al mismo tiempo suele ser cobarde a la hora de tomar decisiones, pero eso mismo es lo que lo mantiene como un humano común; ese miedo a fallar.
Sin embargo, sé que no se detendrá, y de aquí saldrán dos posibles resultados; todos nos alejaremos de él, o simplemente terminará muriendo.
Asisto a clases como de costumbre con Eduardo y Karla, el lugar de Eric se mantiene vacío. Realmente creí que él vendría a clases. Tras almorzar y cambiarme de ropa, lo busco en su dormitorio, sin embargo, no lo encuentro allí.
Pienso que tal vez se encuentre en el campo de fútbol, pero no es así, él no está en ningún lado. La última posibilidad es que esté en el gimnasio. Así, me dirijo a este y veo a muchas personas ejercitándose, para mi mala suerte, él no está aquí.
“¿Dónde rayos estás, Eric Jaeger?”.
Salgo del gimnasio y cuando camino rumbo al edificio de clases puedo ver a un chico corriendo sobre la pista de atletismo.
¿Será él?
Completamente incrédula limpio mis ojos, y enfoco mi vista a la pista; definitivamente es él, usando un short deportivo y una playera blanca ligera con tenis de atletismo.
Bajo las gradas y llego hasta la pista, donde reúno todo el aire que puedo en mis pulmones, “¡ERIC JAEGER!”.
Mi grito recorre todo el lugar con tanta intensidad que en cuanto me escucha, él gira su cuerpo rápidamente hacia mí y muestra un rostro lleno de miedo. Sin más, corre hacia mí a gran velocidad y cuando llega conmigo se detiene repentinamente. Su respiración agitada y sus venas traslucidas en sus piernas me indican que ha estado corriendo por mucho tiempo.
“Emi… ¿qué haces aquí?”, pregunta con una voz nerviosa.
“¿Puedo saber por qué carajos no has ido a clases?”, pregunto, con un tono molesto.
Él traga saliva y muestra un rostro lleno de miedo.
“Emi, es que…”.
“¡ES QUE NADA!”, exclamo, “tus padres han estado muy preocupados por ti, y a ti te vale una hectárea de… de… de porquería”.
“Lo siento… de verdad, no volverá a pasar, es solo que… cada vez que creo que todo puede ir con normalidad algo ocurre y me muestra que debo ser más fuerte para poder protegerlos”, responde, agachando su rostro.
“Nosotros podemos protegernos entre todos, no necesitamos que todo el peso caiga sobre ti, amor” Emily lleva su mano a su pecho y me muestra un rostro molesto.
Eric se queda callado sin decir una sola palabra más.
“Eric, por favor… no nos hagas a un lado, ni a tus papás, ni a mí… ni a los chicos. ¿Sabes como nos haces sentir? ¿Crees que me agrada tu ausencia? Si quisiera a un novio sin responsabilidad afectiva entonces no estaría aquí… Te amo, y lo que quiero es verte bien”.
“Te amo como no tienes idea, pero todo esto que estás haciendo te matará tarde o temprano, Eric…”.
Él aprieta sus puños, es como si estuviera conteniendo demasiadas emociones. Sus hombros se relajan tras un tiempo y finalmente levanta su mirada nuevamente; “lo entiendo, Emi… te amo también. Tienes razón… no volverá a suceder”.
Él sujeta mis manos y mi corazón se acelera justo como la primera vez que hizo lo mismo. Siempre que se comporta como un príncipe es imposible no sentir que floto a su alrededor; me vuelve loca de amor.
“¿Prometes que no volverás a suceder?”, pregunto.
“Así será, lo prometo” me responde con una sonrisa gentil.
Eric me da un beso cálido y tierno, seguido de un abrazo amoroso.
“¿Vamos a hacer la tarea?” me pregunta.
“Claro, tienes mucho por hacer”.
Avanzamos juntos, tomados de las manos hasta finalmente llegar a su dormitorio. Mientras caminamos no puedo evitar pensar en lo muy enamorada que estoy de él, entiendo su preocupación por todos, pero a veces siento que está exagerando con todo esto. Mi deber como su novia es apoyarlo y guiarlo en todo momento, nunca lo dejaré solo. Nunca dejaré solo al hombre que amo.