Tras esa misión infernal, regresamos al aeropuerto. Rodrigo toma una tarjeta de crédito que el instituto nos otorgó para comprar alimentos, y nos deja a cargo del equipaje.
“Chicas, no me siento bien. Debo ir al baño”, digo, levantándome de mi asiento y caminando rumbo a los sanitarios.
“Pobre Emi, se ve que quedó traumada…” Sandra me mira mientras me alejo.
“Es comprensible. Ella siempre ha tenido un corazón sereno, y hace un par de horas tuvo que matar a personas. Que si bien eran criminales, tuvo que hacerlo para sobrevivir”, intercede Karla.
“Tienes razón… tú también lo hiciste”.
Karla abre sus ojos de par en par mientras su cuerpo aún tiembla un poco. “No tuve elección… esa chica iba a matar a Emily. No me tocó tanto como a Emily, aún así, parece que necesitaremos atención psicológica”, responde Karla, con una voz tartamuda.
Así, entro a los sanitarios y me lavo el rostro con agua, no puedo evitar sentirme tan sucia. Mis manos están bañadas en sangre, puedo verlas, tengo una inmensa cantidad de sangre en ellas escurriendo y manchando el lavabo.
¡¿Por qué el agua no limpia la sangre?! ¡Alguien ayúdeme!
Entre jadeos y lágrimas, refriego mis manos con jabón tan intenso que empieza a dolerme, sin embargo, no puedo limpiarlas. ¡Solo limpiate! Con cada intento de eliminar la sangre de mis manos viene a mi mente el rostro de cada uno de ellos. Rostros inexpresivos, congelados, aquellos que su alma había abandonado sus cuerpos. Cada uno de ellos seguramente tenía una familia que alimentar y yo… les arrebaté todo…
Aunque mis ojos ven sangre en mis manos, en realidad no hay nada, ni una sola gota. Es solo mi mente jugándome una mala broma.
En ese momento, escucho voces acercándose, por lo que entro en un baño y cierro la puerta, sentándome en el retrete. Mi llanto silencioso muestra que mi culpa y arrepentimiento son inmensas.
No tuve elección. Si no lo hacía, nosotras moriríamos. Rodrigo era quien más se estaba esforzando y no hacerlo significaba dejarlo solo y permitir que mis amigas murieran con él. Sería jamás ver a Eric de nuevo ni a mi familia.
Era abandonar mis sueños… Dios, perdóname por lo que he hecho. Por favor, perdóname. Te lo ruego. No soy una mala persona.
Sin más, caigo de rodillas y llevo mi rostro al suelo suplicando perdón. “Por favor, Dios. Perdóname, por favor te lo ruego”.
Mis lágrimas brotan desmesuradamente mientras estoy orando en silencio para recibir el perdón. Estoy arrepentida, pero lo volvería a hacer si tuviera que salvar a un ser querido…
Cuando finalmente parece que he recuperado mi condición, regreso a la sala de espera con las chicas. Sandra me mira algo preocupada y me abraza. “No estás sola, Emily. Estamos contigo. Todas tenemos miedo, pero tú más, en ti ha caído la mayor culpa… pero debes saber que estamos contigo para tolerar y cargar cualquier cruz que no puedas arrastrar”.
Mis brazos envuelven a Sandra y la aprieto con tanta fuerza mientras mis lágrimas brotan nuevamente, “gracias… gracias… gracias…”
Karla se nos une y las tres rompemos en llanto mientras esperamos a Rodrigo. Mis amigas son mi soporte en este momento, sin ellas seguramente me hundiría aun más.
Tras unos minutos, Rodrigo regresa con una gran bolsa de papel y una bandeja con cuatro vasos de refresco. “Tomen, cada una tiene una bebida. No supe qué sabor traer, así que traje de naranja, cola, uva y fresa. Y aquí hay trece hamburguesas, cada una coma dos”.
Todas sacamos nuestra comida y Sandra mira de forma extraña a Rodrigo, “¿No serían 6 hamburguesas? ¿O sea que te comerás 7?”.
Rodrigo devora rápidamente una de ellas y luego sorbe de su bebida. “Sí, el desgaste que tuve en esta misión fue elevado. Aún y durmiendo todo el viaje no recuperaré mis energías, y ya me cansé de las bebidas energéticas. Con esto bastará por ahora. Así que coman, no quiero que alguna se vaya muriendo de hambre”.
Miro mi hamburguesa, aún está caliente, sin embargo, realmente no tengo apetito. No creo poder comerla, sin embargo, Rodrigo se ha preocupado por nosotras y tiene razón, debo al menos comer una.
Tras comer, todas nos dormimos un par de horas hasta que nuestro vuelo finalmente ha sido anunciado. Abordamos el avión y me siento junto a Karla. Rodrigo se sienta con Sandra y ella lo abraza, provocando que este se muestre algo molesto.
“Oye, basta”.
“Suelo abrazar cuando duermo, y estoy cansada”, dice ella.
“Está bien… no queda de otra, solo no me vayas a babear”.
Miro por la ventanilla y observo cómo las personas suben el equipaje por una especie de banda transportadora, el cielo se ha ocultado por completo, he perdido la noción del tiempo.
“Emi… hay que dormir, debemos descansar”, dice Karla.
“Sí, tienes razón… hay que dormir…”
En cuanto el avión despega, Karla y yo cerramos nuestros ojos y lentamente cedemos al sueño, sin embargo, para mí será imposible dormir con tanta tranquilidad luego de lo ocurrido el día de hoy.
Cierro mis ojos y en todo momento veo el rostro de todos ellos, el rostro frío e inexpresivo de esa velocista. Todos murieron, todos están muertos. Una lluvia incesante de sangre me cubre por completo. El sonido de la tormenta a mi alrededor me ensordece fusionado con los gritos de desesperación de aquellas personas a las que les arrebaté la vida y vi morir frente a mí.
“¡No! ¡Por favor! ¡Déjenme en paz!”, exclamo, mientras intento cubrirme de la sangre.
El sonido de campanadas retumban en mi mente y una voz extremadamente grave me habla, “Emily. Emily. Emily”. Miro a todos lados pero lo único que puedo ver es la oscuridad y relámpagos mostrándome una lluvia sangrienta con un cielo enrojecido.
Sin más, abro mis ojos y despierto de mi sueño. Lo primero que veo es a Karla mirándome con un rostro preocupado. “¿Estás bien? Estabas quejándote…”
Paso mis manos por mi rostro y miro por la ventanilla. Todo abajo se ve cada vez más cerca y puedo observar una ciudad muy iluminada, parece que ya estamos por llegar.
“Emi, ya vamos a aterrizar. ¿Estás bien?”, pregunta.
“Sí, no te preocupes. Solo fue… un mal sueño”, respondo, brindándole una sonrisa gentil intentando despreocuparla.
Aunque sé que he regresado al mundo real, aún puedo escuchar el sonido de las campanas en mi mente. No lo sé, pero creo que realmente no podré dormir bien durante un tiempo.
En cuanto aterrizamos nos dirigimos a la terminal. Es muy noche, solamente hay taxis. Tal vez tomar un autobús que nos lleve hasta nuestro destino es lo correcto, sin embargo, Rodrigo toma el teléfono y lo observa por unos instantes.
“Ya llegaron por nosotros, allí están”, dice, señalando hacia una camioneta suburban blanca.
“Vamos, es hora de irnos”.
Caminamos hasta la camioneta, abrimos las puertas y colocamos el equipaje en la parte trasera, luego, subimos uno tras otro y pudimos ver a un soldado en el asiento del chófer.
“Buenas noches” todos saludamos.
“Buenas noches, si todos están listos, es hora de partir”, responde.
El vehículo sale del aeropuerto y ahora mi mente se llena del mismo pensamiento repitiéndose cada segundo. Eric.
Necesito verlo, necesito saber de él. Quiero abrazarlo, quiero hundir mi rostro en su pecho y oler su perfume, su aroma tan varonil. Necesito sentir su calor. Lo necesito.
El camino se me hace tan corto que cuando finalmente llegamos ignoro por completo el hecho de que ya estamos dentro del instituto. Hay unas pequeñas gotas de lluvia en el ambiente, está pringando.
Rodrigo baja del vehículo y nos abre las puertas. Sandra y Karla reaccionan pues venían durmiendo. Lentamente bajo y piso el césped, mi hogar, estamos a salvo, hemos regresado.
Miro a mi alrededor y veo el instituto iluminado por todos lados como es costumbre por las noches. Sin embargo, veo llegar al director cubriéndose con un paraguas caminando desde el CIDFM.
Él se para frente a nosotros, nos mira a cada uno y da una sonrisa gentil. “Bien hecho, mis niños. Rodrigo me ha reportado todo lo ocurrido. Lamento mucho que hayan pasado por esa situación… todos por favor, pasen a enfermería, allí serán atendidos psicológicamente”.
Bajo mi mirada hacia el suelo y el director nos envuelve a todos con sus brazos. “Estoy muy orgulloso de todos ustedes, han hecho un magnífico trabajo”.
Por algún motivo me siento con ganas de llorar, sin embargo, recuerdo aquello que Eric me dijo y me limita mis emociones. El saber que nos usan como ratas de laboratorio me empieza a perturbar un poco. Sin embargo, Sandra y Karla han roto en llanto. Un par de minutos así, el director nos suelta y caminamos rumbo a la enfermería.
En ese instante, escucho un grito que penetró mis oídos como un rayo, un grito que iluminó mi alma, “¡EMILY!”.
Mi mirada se posa hacia mis espaldas cuando me pierdo en la figura de una persona corriendo a gran velocidad. Un sujeto con un abrigo negro que le llega casi hasta las rodillas y su rostro oculto en la oscuridad. Pero solo eso me es suficiente para saber que se trata de Eric.
“Eric… Eric. ¡Eric! ¡ERIC!”, exclamo, al verlo correr hacia mí.
Sin intenciones de quedarme parada doy un paso al frente e incremento mi velocidad de forma gradual hasta él. Así, cuando finalmente nos encontramos, Eric me toma en sus brazos, recibiendo mi cuerpo derrumbarse en ellos y me eleva al cielo dándome vueltas en el aire, y con ello, el sonido de esas campanas golpea mi mente por última vez y se desvanece por completo. Su mirada no es de alegría, sino de preocupación, de miedo. Aunque parece haberse relajado al verme, él realmente se nota muy abatido.
Luego de cargarme, Eric me coloca de nuevo en el suelo y me sujeta con fuerzas. Me abraza con tanta fuerza que pareciera no querer soltarme jamás, aun así, no me molesta. Esto me demuestra cuán preocupado estaba y cuánto me extrañó.
Él me besa en el cuello, en las mejillas, en los labios y la frente. Eric toma grandes muestras de mi aroma aún y cuando he sudado, pero eso a él no le importa en absoluto. Él simplemente quiere saber que estoy bien.
“¿Estás bien? ¿Te pasó algo? ¿Cómo estás? No pude estar en paz, Marco tuvo que sedarme ya que me la pasé intentando obtener información sobre tu misión. Pero es que no podía esperar, necesitaba saber que estabas bien” Eric me cuestiona mientras sus ojos brillan y puedo ver como se llenan de lágrimas. No toma aire para hablar, simplemente me pregunta cosas a gran velocidad mientras me toma por las mejillas.
“Estoy bien, mi amor. Lo estoy… solo sé que… que a veces… hay que hacer cosas malas para sobrevivir…” le digo, mientras hundo mi rostro en su pecho. Su aroma inunda mi nariz y sé que he vuelto a casa, él es mi lugar seguro, sé que en sus brazos nada me pasará.
En ese momento, Eric me abraza y besa mi cabeza con tanta suavidad que me hace romper en llanto. “Ya, mi amor. Todo está bien, hiciste lo que tenías que hacer. Todos en realidad. Nadie te va a juzgar… nadie… ya pasó, todo está bien. Están sanos y salvos y eso es lo que importa”.
Sus manos acarician mi espalda y mi cabeza mientras sus dedos se entrelazan entre los pliegues de mi cabello.
“Eric… muchas gracias… siempre has estado conmigo… ¡Te amo!”, beso repentinamente a Eric y este me sostiene de la cintura mientras nuestros labios se entrelazan de una forma más que física; celestial.
Pasamos un momento así hasta que finalmente nos separamos por unos momentos, así, él roza mi nariz con la mía suavemente. Así, Rodrigo carraspea desde donde está parado.
“¿Solo ella te preocupó? Pedazo de basura”, dice, con una voz molesta.
“¿Celoso?”, responde Eric con una sonrisa.
“Para nada, asco”.
Rodrigo se acerca a Eric y estos se estrechan la mano seguido de un abrazo. “Me alegro que estés bien…”
Rodrigo sonríe y ambos terminan su abrazo. “Tal como te prometí, las traje a todas ilesas”.
“Lo sé, y gracias por eso” Eric responde. Ambos se miran con una increíble determinación y la lluvia comienza a incrementar su intensidad.
“¿Por qué no entramos al edificio?”, pregunta Sandra.
“Sí, vamos”, respondo.
Con ello, todos entramos al edificio, Eric se sienta en un asiento en la sala de espera mientras todos entramos a la enfermería. Estando allí, Marco y una enfermera nos atendieron. Observaron nuestros niveles de glucosa, presión arterial, así como vieron de cerca nuestras pupilas.
“Todas sufrieron una gran cantidad de estrés, pero la que más ha sufrido fuiste tú, Emily”, dice Marco con una sonrisa gentil y una expresión desanimada.
“Como en los viejos tiempos, ¿no? Venías y me encargaba de analizar tu mente y tu sangre intentando hallar la respuesta a tus problemas. Solo que esta vez es mucho más fácil”.
Marco coloca sus manos en mi cabeza y en ese mismo instante mi mente entera se relaja eliminando por completo esa sensación de miedo, de dolor, ese trauma. No sé si sea permanente ya que según sé Eric recibió el mismo tratamiento y aún así permanece con ese miedo.
Cuando todas somos atendidas, Rodrigo recibe su tratamiento y sale de la enfermería con nosotras. Eric se pone de pie y caminamos hasta la explanada principal. La lluvia no está tan intensa por lo que podemos ir platicando sobre lo ocurrido.
No escatimo en la charla y le cuento todos los detalles a Eric. Este se muestra preocupado, pero cuando le cuento cómo fue que Rodrigo nos protegió a todas, este simplemente se relaja un poco.
“Es increíble que todo haya salido bien. Fueron muy valientes, chicas. Esperemos que no vuelvan a enviarlas a una misión de ese tipo pronto”, dice él.
“Sí, opinamos lo mismo”, dice Sandra.
“Bueno, chicas. Vayan a descansar, espero que puedan dormir correctamente”.
Eric se acerca a mí y me da un beso mientras me toma con firmeza de la cintura. Con ello, me doy la vuelta y camino hacia mi dormitorio, no sin antes desearle buenas noches. No lo vi con detalle, pero ahora su rostro se ve animado, debió sufrir mientras partimos. Me aseguraré de nunca preocuparlo.
Punto de Vista de Eric.
“Y allá van todas”, dice Rodrigo mientras yace de brazos cruzados.
“Sí…”
Él se gira hacia mí y me mira seriamente.
“¿Pasa algo?”, pregunto.
“Eric… Hice todo lo que pude allí afuera. Pero me temo que si Karla no hubiera estado con nosotros, Emily habría muerto, al menos ella. Estaba agotado, cansado, lastimado, mientras Sandra me curaba hubo tiempo suficiente como para que esa chica asesinara a Emily”.
Él tiene razón. Según el reporte de la misión indica que la energía de Rodrigo quedó a un 10% de su capacidad máxima. Habría podrido defender a las chicas, pero ese momento donde Karla apareció fue crucial para que ninguna saliera herida.
La importancia de un buen equipo… deben complementarse unos con otros… ahora entiendo todo. Es como un videojuego, no puedes ir solo con defensores o soportes, también necesitas fuego de ataque. Y viceversa.
Rodrigo se enfocó en protegerlas y cumplir con la misión lo más rápido posible, pero eso no fue posible.
“Lo siento, Eric. Aunque te prometí que nada les pasaría, si ella no hubiera estado allí, seguramente… seguramente una habría muerto… lo siento, de verdad”.
Rodrigo agacha su rostro con una vergüenza evidente.
“Rodrigo, levanta tu mirada. Hiciste lo que pudiste. Yo hubiera deseado poder ir contigo, sin embargo, no pude. Te agradezco que hayas podido defenderlas, cumpliste tu palabra, amigo”.
Rodrigo me mira y me lanza una sonrisa, pero no como cualquiera otra. Esta vez era diferente. Rodrigo no mostraba esa actitud asquerosa, ahora se veía como un humano completamente lleno de sentimientos.
“Me doy cuenta de que… realmente somos hermanos” me dice.
“Me temo que sí. Diferente madre, pero somos hermanos”, respondo, iluminando mi rostro con una sonrisa.
“Mientras tenga vida, Eric. Juro que jamás permitiré que nadie lastime a las chicas o a ti. Somos una familia”.
“Lo mismo digo, Rodri. Los voy a proteger a todos, no me importa arriesgar mi propia vida. Lo haré”.
Ambos estrechamos nuestras manos y sonreímos. Rodrigo ha demostrado ser más cercano a mí que cualquier otra persona. No lo conozco de toda la vida, pero se ha convertido en una persona muy importante para mí así como las chicas.
Voy a protegerlos, no me importa si muero en el intento. Si alguien quiere ponerles un dedo encima primero tendrán que pasar sobre mi cadáver. Porque todos somos una familia, y Rodrigo y yo somos como hermanos.